Memorias de un anarquista en prisión. Berkman Alexander
La toalla tiene un tacto agradable y suave; es un consuelo comparada con el duro colchón de paja. Aquí todo es duro y basto: la lengua, los guardias... Me paso la toalla por la cara, me alivia un poco. Debería lavarme, siento cierta pesadez en la cabeza, no me lavo desde que vine. ¿Cuándo llegué? Veamos, ¿qué día es hoy? No lo sé, no puedo pensar. Pero mi juicio... fue el lunes, diecinueve de septiembre. Me trajeron por la tarde, no, al anochecer. Y aquel guardia que me asustó con la linterna de ojo de pez. ¿Fue anoche? No, tiene que haber sido antes. ¿Estoy aquí sólo desde ayer? Pero si parece que llevo mucho más tiempo. ¿Puede ser martes?, ¿sólo martes? Le preguntaré al machaca la próxima vez que pase. También descubriré quién me ha enviado la toalla. Tal vez logre que me dé un poco de agua fría, o tal vez haya por aquí...
Mis ojos se están acostumbrando a las tinieblas de la celda. Distingo objetos con bastante claridad. Hay una mesita de madera y una vieja silla; en el rincón más alejado, casi oculto por la cama, está el retrete; cerca de éste, en el centro de la pared que está enfrente de la puerta, hay un pequeño grifo colocado sobre una pila circular estrecha. El agua es tibia y turbia, pero refresca. Reconforta secarse con la toalla. La sangre estimulada fluye por mis venas con un hormigueo agradable. De repente, siento un pinchazo en la cara semejante al de una aguja. Hay un alfiler en la toalla. Al extraerlo, algo blanco cae al suelo. ¡Una nota! Atento al más mínimo rumor de pasos, me zambullo en la lectura del texto escrito a lápiz:
Asegúrate de romper esto en cuanto lo hayas leído, es de un amigo. Vamos a fugarnos y puedes venir con nosotros, sabemos que eres trigo limpio. Acuéstate y mantén tus lámparas encendidas por la noche, ten cuidado con los maderos y los fuelles, son peores que los guripas. Los hay a montones en la pocilga y no les sueltes ni una palabra. Basta por ahora, te veremos mañana. Un amigo de verdad.
Leo la nota detenidamente, una y otra vez. El extraño lenguaje me desconcierta. Apenas puedo figurarme su sentido: es evidente que planean fugarse. El corazón me late con todas sus fuerzas al contemplar esta posibilidad. Si pudiera escaparme... ¡Entonces no tendría que morir! ¿Por qué no lo habré pensado antes? ¡Sería algo maravilloso! Desde luego que pondrían el país patas arriba para encontrarme. Tendría que esconderme. ¿Pero qué importa? Estaría en libertad. ¡Y qué efecto más formidable tendría! Sería una gran propaganda: la gente se interesaría mucho más, y yo... yo dispondría de nuevas oportunidades.
Una asomo de duda ensombrece mis pensamientos jubilosos y me abruma de desesperación. ¡Quizá sea una trampa! No sé quién escribió la nota. ¿En qué lugar quedaría mi fama de hábil conspirador si me dejo embaucar tan fácilmente? Pero, ¿por qué querrían tenderme una trampa?, y ¿quién? ¿Algún guardia? ¿Con qué objetivo? Pero son tan miserables y brutales. El oficial espigado, el director lo llamó Fellings, parece tenerme verdadera antipatía. Acaso sea este su trabajo, meterme en problemas. ¿Podría rebajarse realmente a semejante atropello? Estas cosas ocurren, en Rusia se solían hacer. El sinvergüenza parece un provocateur. No, hoy no logrará cazarme. Tengo que leer la nota de nuevo. Contiene tantas expresiones que no entiendo. Debería mantener mis «lámparas encendidas». ¿Qué lámparas? En la celda no hay ninguna, ¿dónde debo conseguirlas? ¿Y qué «maderos» tengo que vigilar? Y los «fuelles», aquí no tengo chimenea. ¿Para qué los necesitaría? Tal vez se puedan emplear como arma. No, seguro que se refiere a otra cosa. La nota dice que nos veremos mañana. Su aspecto me dirá si puedo confiar en él. Sí, sí, eso es lo mejor que puedo hacer. Esperaré hasta mañana. ¡Cuánto deseo que llegue el día de mañana!
14. Publicación anarquista fundada en Londres en 1879 y transplantada a Nueva York en 1882, después de que su director y fundador, John Most, emigrase a Estados Unidos tras haber cumplido un año y medio de prisión en Londres por haber celebrado en sus páginas el asesinato del zar Alejandro II.
15. Chico listo y valiente
16.. Damisela
17. Señor
18. .Señora.
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