Ádeiocracia, HIPERliderazgos, Nueva geografía del mundo, Sociedad de la pospandemia. Juan Alfredo Pinto Saavedra Girardot
no se opone a ella, la complementa y la consolida”. Requiere, a su juicio, medidas transversales orientadas a una adecuada dotación de factores de producción, privilegiar la inclusión, y medidas verticales que se deben definir en el ámbito territorial y sectorial, con el objetivo de construir una oferta estratégica. Algunos elementos importantes, que se desarrollan en otras partes de la obra, son el fortalecimiento de las cadenas locales, y la articulación productiva regional y con los corredores productivos internacionales.
Como la construcción de una sociedad del aprendizaje es un elemento esencial de esa política, sus observaciones sobre la creación del Ministerio de Ciencia y Tecnología son muy importantes. Resalto en particular, su énfasis en evitar que la investigación sea apropiada por el gran capital privado: “diseñar un Ministerio de Ciencia y Tecnología que sea un bastión en la defensa del progreso científico y el desarrollo tecnológico y a la vez un defensor de la ética social y del interés ciudadano”.
Esta parte de la obra termina con las consideraciones de los corredores económicos como elemento central de la nueva geografía económica, que hoy en día funcionan en torno la infraestructura, pero ahora serán complementados por corredores digitales. Estos corredores generan cadenas de valor, pero a juicio del autor promueven también acuerdos políticos que pueden ser de gran alcance. De ahí su reclamo de que Colombia debe tener estrategias con mayor proyección regional, de que América Latina se embarque en un nuevo panamericanismo y que no ignoremos procesos regionales que tienen lugar en otras zonas del mundo, en particular en Asia, el continente en ascenso y también aquel en el que Pinto ejerció la función de Embajador.
La última parte de la obra, que se titula “La sociedad en la pospandemia” es la más propositiva en materia de agenda de políticas públicas. Comienza resaltando los cambios sociales profundos que dejará la pospandemia: sobre el sistema educativo, los deportes, las actividades culturales, las prácticas religiosas y el turismo, entre otras, pero también el desarrollo más acelerado de las tecnologías con base informática. En materia de empleo y de organización empresarial, resalta los beneficios de teletrabajo, incluso en materia de productividad, pero también el reconocimiento de los enormes costos de la informalidad, que exige que una de las tareas más importantes hacia el futuro sea la formalización empresarial y del empleo, y un programa masivo de integración de PYMES a cadenas productivas.
En materia de agenda de políticas, el ensayo más importante en esta sección es “¿Y dónde es adelante?” Ahí presenta los elementos de su modelo de “Economía Social y Ecológica de Mercado”, que “ha de ser un sistema complejo que prioriza la consideración ética del progreso económico y tecnológico, trabaja consistentemente en la sostenibilidad (…) se ocupa del bienestar global reduciendo la vulnerabilidad, asignando protagonismo a lo femenino, a la infancia y a los mayores, profundizando la participación ciudadana con independencia del orden político (…) afronta el cambio climático sin ambages y desborda los ámbitos nacionales desde una oxigenada estructura multilateral objeto de cambios significativos”. Y agrega: “La adaptación pospandémica nos ofrecerá el escenario para compensar las cargas y para echar las bases de un orden menos desigual, tendiente a la sostenibilidad. Las reformas económicas deben crear mecanismos de amplio acceso para habilitar sujetos en la economía de mercado que puedan participar como artífices del desarrollo.”
Al modelo de Economía Social y Ecológica de Mercado se agrega la propuesta de un “humanismo digital”, que a su juicio une dos conceptos contradictorios u opuestos: “Humanismo digital es el paradigma que ampara el desarrollo tecnológico para determinar su compromiso humano como vehículo de bienestar integral y aprendizaje social continuo y significativo. El humanismo digital representa el credo que preserva para el hombre la rectoría frente a la tecnología y no su subordinación”.
Termina con unas consideraciones sobre la necesidad de más y mejor democracia, con una visión política “desde la legitimidad de un centro que aisle los extremos y cope el espacio de la afirmación, una sociedad ciudadana que incluya a los sujetos sociales marginalizados”.
Dejo en manos del lector esta obra para que disfrute su riqueza. Y agradezco a Juan Alfredo Pinto la invitación para prologarla.
La ciencia política, las ciencias sociales en general y la economía, se han ocupado de asignar nombres y crear categorías que acotan los conceptos y precisan las diferentes formas de distorsión de la democracia. La concentración de la economía y los agudos problemas de distribución de la renta y de la propiedad en América Latina han popularizado la categoría plutocracia, también de origen griego, para hablar del gobierno del poder económico, de los ricos, poseedores del capital y de su capacidad manipuladora. A la alteración a profundidad de la percepción, expresión y participación de la ciudadanía en virtud de la incidencia y el control de la formación de opinión a través de los medios de comunicación y, más recientemente, de las estadísticas de predicción y de los algoritmos de alta complejidad propios del big data se le denomina democracia mediática.
Otra categoría en boga, la cual encontraría variopintos ejemplos en Latinoamérica, sería la llamada kakistocracia, un vocablo acuñado por el profesor de la Universidad de Turín, Michelangelo Bovero, autor de “Una Gramática para la Democracia” quien le dio como significado el de gobierno de los peores, recientemente redefinido como el gobierno de los incompetentes.
La política latinoamericana ha conocido de otras manifestaciones sobre las cuales las ciencias políticas y la sociología se han pronunciado para aclarar el alcance de las denominaciones Polarización y Fragmentación. Básicamente refieren a la manera como las fuerzas políticas se comportan de cara a las elecciones. En la polarización aparecen dos bloques que aglutinan las fuerzas políticas. En la fragmentación el voto se reparte entre diversas tendencias o grupos partidarios y se altera la correlación de fuerzas. Aunque la polarización ha ido variando con los cambios en los métodos políticos, el caso prototípico es el de los radicalismos izquierda-derecha de los cuales no ha escapado nuestro terruño, honrando tristemente la frase que define a Colombia como un país “a la penúltima moda”. Como en los tiempos de la Alemania pre hitleriana el nazismo y la izquierda radical crecieron a expensas del centro, dentro de lo que algunos señalan como el momento previo al colapso de la democracia. En el caso de las elecciones presidenciales la aglutinación de fuerzas en torno a Duque y Petro, redujo la opción para Fajardo y cuando el electorado reaccionó era tarde, la suerte estaba echada. En el caso de las últimas elecciones territoriales en Bogotá, la división entre el centro galanista y el centro derecha, y la fractura de la izquierda, despejó el camino para un centro progresista encarnado por Claudia López, haciendo evidente la fragmentación que ha caracterizado el comportamiento electoral en las elecciones locales de la última década.
Pese a la laboriosidad de