Ádeiocracia, HIPERliderazgos, Nueva geografía del mundo, Sociedad de la pospandemia. Juan Alfredo Pinto Saavedra Girardot

Ádeiocracia, HIPERliderazgos, Nueva geografía del mundo, Sociedad de la pospandemia - Juan Alfredo Pinto Saavedra Girardot


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lumpenización de América Latina

      CUANDO UN CONTINENTE PIERDE TODOS SUS REFERENTES MORALES Y EL NÚMERO DE HABITANTES EN POBREZA EXTREMA SE INCREMENTA DURANTE UNA DÉCADA, APARECE EN MEDIO DE LA CRISIS DE OPORTUNIDADES Y DEL DESARRAIGO ÉTICO, UNA FUERTE TENDENCIA A LA LUMPENIZACIÓN DE LA SOCIEDAD. SE CREA ENTONCES UN ESPACIO POLÍTICO PARA ASUMIR LA DEFENSA DE LOS GRUPOS INTERMEDIOS, LAS CLASES MEDIAS, PERDEDORAS EN LA RULETA DEL PUDRIMIENTO.

      img5.pngl comienzo del año 2019 nos llegó con estadísticas e informes poco halagadores en América Latina. La proporción de personas con pobreza extrema se mantiene incólume arriba del treinta por ciento, peor aún, de los 184 millones de pobres, 62 millones (10.2%), se encuentran en pobreza extrema, el porcentaje más alto desde 2008. Sin entrar en consideraciones detalladas acerca de algunos países, entre ellos Colombia, que lograron desempeños menos lamentables, el panorama general es desolador y compromete gravemente el cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible a 2030, en cuya determinación nuestro país desempeñó un papel preponderante.

      América Latina continúa atravesando un valle de bajo crecimiento y pese al aumento del gasto social, la distribución del ingreso sigue siendo desastrosa. Un cuarenta por ciento de la población laboral recibe menos de la remuneración mínima, 48.7% en el caso de las mujeres y 55.9%en el de los jóvenes. La cifra verdaderamente desalentadora es la de la población laboral joven femenina, dentro de la cual, el 60% recibe menos del salario mínimo.

      Las políticas de inclusión laboral y social son insuficientes o brillan por su ausencia. La situación de precarización laboral tiende a agravarse por cuenta de la oferta creciente de mano de obra juvenil y de la formulación de políticas públicas que reciclan mecanismos fracasados, instrumentos orientados a la habilitación de mercados marginales de pobres que celebran estadísticas de bancarización o formalización transitoria, mientras pasan de largo sobre la transformación requerida para hacer de los pequeños empresarios del campo y las regiones, auténticos acumuladores de capital insertos en el desarrollo económico.

      Sobre el lumpemproletariado y la lumpemburguesía:

      Promediaba el siglo XIX y Francia sufría los conflictos propios del asentamiento institucional después de una revolución profunda, seguida de un ascenso napoleónico con sello imperial, de un período donde la nación tuvo gran incidencia en el mundo y de un ciclo convulsivo con signos de cierta fatiga, dentro del cual fueron múltiples los conflictos y chantajes entre el ejecutivo y el legislativo, como también los juegos de complicidad al interior del régimen y el desdibujarse de las agrupaciones políticas que mostraron antes un fuerte arraigo ideológico. El país respiraba la nostalgia del siglo XVIII y la corrupción se extendió en paralelo con un desempeño económico mediocre, como suele ocurrir cuando toma cuerpo el amafiamiento del estado ya sea bajo el emblema de una proclividad con énfasis “democrático”, o tras la insignia de gobiernos de sesgo autocrático populista.

      Fue dentro de ese contexto que Marx escribió El 18 Brumario de Luis Bonaparte, documento en el cual define la categoría lumpemproletariado y advierte la presencia degenerativa de la descomposición en la clase alta, a la cual más tarde teóricos de la economía política, la denominarían lumpemburguesía… “junto a roués arruinados con equívocos medios de vida y de equívoca procedencia, junto a vástagos degenerados y aventureros de la burguesía, vagabundos, licenciados de tropa, licenciados de presidio, huidos de galeras, timadores, saltimbanquis, lazzaronni, carteristas y rateros, alcahuetes, dueños de burdeles, mozos de cuerda, escritorzuelos, organilleros, traperos, afiladores, caldereros, mendigos, en una palabra, toda la masa informe, difusa y errante que los franceses llaman la bohème”. Desde entonces el concepto de lumpen ha evolucionado, pero mantiene como elementos inmodificables, los de ser desechos de las clases en descomposición, como lo afirma Joaquín Estefanía, sin conciencia de clase (la clase en sí frente a la clase para sí).

      Casi 170 años después, asistimos en América Latina a la lumpenización de la sociedad. A la crisis de oportunidades se suma la crisis moral, a los fracasos de los modelos neoestructuralista y neoliberal los suceden los partidos efímeros en la esfera política lanzando pregones neopopulistas de izquierda y de derecha, la concentración de la riqueza trae consigo la cartelización de la economía, vale decir, la cartelización de las élites políticas, financieras y de los servicios. Una sola multilatina de la infraestructura incide en diez procesos electorales y hoy vemos a más de una docena de presidentes y vicepresidentes procesados o huyendo de la justicia. En el caso de Colombia, el ciudadano medio observa en su desasosiego, los problemas de la justicia, la caída de las reformas judiciales y políticas, los carteles y carruseles de la contratación, hasta los nunca imaginados carteles de la toga, el pañal, la alimentación de los infantes, la hemofilia, la vigilancia, el transporte y los medicamentos. Y al no existir un referente moral, el vacío político es perceptible, las aspiraciones personales liquidan los proyectos que en un momento parecieron viables y abundan las personas que convierten la descripción de la maldad en su justificación para dar curso a sus propias transgresiones.

      En medio de tan dura realidad, cunde el escepticismo y cuesta advertir las nuevas posibilidades, particularmente cuando ellas surgen precisamente de las complejas realidades que enfrentamos tales como la migración venezolana, el posconflicto, las disidencias criminales y los paramilitares resurrectos, el envejecimiento de la población, la crisis motivacional y laboral de la juventud, la modificación tanto de la forma como de la extensión de la familia, y en ocasiones, el bajo nivel de apropiación tecnológica cercano a un nuevo analfabetismo, para hablar de lo colombiano; mas también de los tránsitos democráticos cargados de imperfección, del hartazgo en materia política, de las polarizaciones entre facciones corruptas, del lánguido atardecer del ALBA y de los problemas de productividad en la mayoría de naciones hermanas.

      Oportunidad para los gobiernos y las administraciones territoriales:

      Ahora que se abre el debate sobre el Plan de Desarrollo en Colombia, el presidente Iván Duque tiene un gran escenario para mostrar su don de mando y su capacidad de aglutinación en torno a propósitos transformadores. El presidente tiene la oportunidad de emprender razonablemente las rectificaciones que conduzcan al mejoramiento del ciclo de posconflicto, las cuales deben correr a la sombra de la materialización de los compromisos superiores de los acuerdos y no contra ellos. Algunos de sus partidarios arremeten contra todo lo actuado y pretenden un gobierno destructor, no reformador ni unificador.

      El Plan de Desarrollo debe ser el eje de un gran empeño en pro de la formalización, no el mandoble contra la informalidad. Necesitamos sumar a la base de propietarios antes que perseguir a los informales sin discernir sobre las causas que inhiben su formalización. Las políticas del último lustro en Brasil son una buena referencia.

      Las políticas de asimilación e integración de los migrantes venezolanos han de volcarse al ámbito municipal y dirigirse por igual a las mujeres, los jóvenes y la niñez colombianos y venezolanos. La vigilancia de la competencia irregular por bajos salarios es urgente, el desplazamiento de trabajadores nacionales estimula la xenofobia y los conflictos.

      La progresiva actualización catastral rural no puede detenerse. En cambio, la tasa incremental de los avalúos en grandes ciudades está golpeando a las clases medias y va a desestimular la cadena de la construcción y el empleo juvenil urbano.

      La lucha por la recuperación de la ética social no puede manejarse como un slogan ni caer en manos de los oportunistas que deambulan vociferando con su proclama de superioridad moral. Lo ha dicho con propiedad el papa Francisco al hablar del moralismo elemental…el engaño, la calumnia, el egoísmo y tantas formas sutiles de autorreferencialidad. Y en ello la consistencia del gobierno es determinante. La actuación del estado debe ser nítida y no puede permitir la existencia de cuartos traseros para la distribución de mermelada.

      La revisión y actualización de la Ley Mipyme, cuyos incentivos fueron desmantelados, es vital. El pronto pago y la eliminación de la letra menuda en los contratos, así como el fin de las


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