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de carrera en la que se implementen niveles de crecimiento laboral (Josephson et al., 2017, p. 10). Ambas propuestas fueron valorizadas por Josephson et al. (2017), y las estimaciones anuales de costos para 2018 y 2025 se presentan en la siguiente figura.

      Figura 1.3 Costos anuales proyectados por familia, 2018 y 2025

      Fuente: Josephson et al. (2017).

      A diciembre del año 2016, el programa Cuna Más tuvo presencia en 580 distritos de los 713 elegibles y logró atender a 85.000 familias, que representaron alrededor del 32% de la población objetivo rural (Josephson et al., 2017, p. 6). Asimismo, para diciembre de 2018, se logró atender a 170.610 niños en total. De estos, 60.695 fueron atendidos con el Servicio de Cuidado Diurno y 109.371 con el Servicio de Acompañamiento Familiar. Cabe resaltar que, del total de beneficiarios, 47.127 pertenecían a las áreas priorizadas del Vraem, el Huallaga, centros poblados fronterizos y la Amazonía (Midis, 2019).

      Por último, del estudio realizado a Cuna Más en el año 2017, se desprenden un conjunto de recomendaciones de política para los programas de apoyo al desarrollo óptimo de los niños en la primera infancia. En primer lugar, la supervisión del trabajo realizado en las visitas a los hogares es de suma importancia. La inexperiencia de muchos de los visitadores resulta ser una desventaja del programa. Por ello, un adecuado monitoreo es eficaz para garantizar que se brinde un servicio óptimo y homogéneo entre los diversos hogares. En segundo lugar, contar con los materiales educativos adecuados y en óptimas condiciones es fundamental para mejorar la intervención de los visitadores. En tercer lugar, es indispensable tomar en cuenta las barreras de acceso que tienen los visitadores a los hogares beneficiarios. Asignar a cada visitador un conjunto de beneficiarios de fácil acceso geográfico permitirá mejorar su calidad de vida, lo que se traduciría potencialmente en un mejor desempeño en el trabajo que realicen. Por último, establecer una línea de carrera para los trabajadores del programa es una estrategia que se debe tener en cuenta para fidelizarlos. Un sentimiento de progreso traducido en mejores remuneraciones, de manera gradual, puede ayudar a mantener a los colaboradores e incentivar a nuevos postulantes a ingresar a Cuna Más y trabajar, y a ver esta experiencia laboral no solo como una fuente de empleo temporal (Josephson et al., 2017, p. 11).

      Al analizar el accionar de las experiencias internacionales, se ha podido apreciar que también se buscaba atender a los niños a través de centros especializados, como en la experiencia nacional. En México, operaban las Estancias Infantiles del programa con el mismo nombre; en Panamá, los Centros de Educación Inicial Comunitaria; en Uruguay, los Centros de Primera Infancia; y en Colombia eran básicamente todas las modalidades del programa de Hogares Comunitarios del Bienestar (HCB). Este último caso fue particular porque tenía dos opciones: por un lado, HCB FAMI (Familia, Mujer e Infancia) se enfocaba en atender niños menores de 2 años y brindaba apoyo a toda la familia en sesiones conjuntas; por otro lado, HCB tradicional cubría a los niños de hasta 4 años y tenía a su vez cinco modalidades que dependían de la infraestructura del centro, la cantidad de niños atendidos o quién brindaba el servicio (DNP, 2009, pp. 16-19). Por lo tanto, la diversidad de realidades generaba variedad de intervenciones, de ahí que la pertinencia sobre qué hacer en cada caso era fundamental para la eficacia de la institución.

      Viendo en detalle el caso mexicano, el programa de Estancias Infantiles, las personas que solicitaban participar en él debían cumplir con niveles mínimos de educación y especialización en el cuidado de menores, además de seguir otras capacitaciones (Gobierno Federal de México, 2017, p. 5; Sedesol, 2017b, pp. 3-5). Es importante distinguir entre la educación previa de una persona y las capacidades que deberá desarrollar al adoptar un rol como este, que es especializado. En Colombia, se puso énfasis sobre esto: denominaron «formación» al nivel educativo (títulos, certificados, etc.) y «cualificación» a las prácticas que se desarrollarán para poder cubrir la atención integral de la primera infancia. Cabe destacar que estos alcances no solo cubrieron a las madres cuidadoras del HCB, sino a cualquier personal educativo, de salud o similares que pudieran interactuar con la primera infancia. A través de ministerios, convenios y otros servicios de aprendizaje, estas capacitaciones fueron masivas y muy efectivas (Comisión Intersectorial de Primera Infancia, 2013, pp. 53-54, 75). Por lo tanto, la profesionalización en diversos saberes y técnicas es fundamental para que la inversión en los recursos humanos aumente la eficacia de la inversión social en la primera infancia.

      La atención en las zonas rurales demanda recursos y procesos más elaborados. Esto se observa al analizar, en el ámbito internacional, la operatividad de los Centros Familiares y Comunitarios de Educación Inicial en Panamá y en Colombia, donde las visitas de especialistas estaban incluidas dentro de la modalidad FAMI del HCB. Según la literatura, en muchos casos, este último medio de atención ha sido más efectivo que los centros. Se observó que la exposición grupal intervenía en muchos niños de manera simultánea, pero había problemas: se perdía el foco de atención en el niño y este se centraba más en el rol de los padres. Baker-Henningham y López-Boo recomiendan que, si se tiene una mayoría de niños que pueden ser cuidados en su hogar, un centro como los de la primera modalidad no sería la mejor alternativa para ellos (Baker-Henningham & López-Boo, 2013, p. 32).

      Tanta complejidad que implica atender a la primera infancia también demanda disponibilidad y capacidad de uso de los recursos económicos, como se define en el cuarto elemento de esta dimensión: definición de los recursos. Al respecto, es válido hacer un análisis cuantitativo de lo que invierte cada país en la infancia de 0 a 5 años. Un estudio realizado por Alcázar y Sánchez, sobre la base de Araujo, López-Boo y Puyana (2013), evaluó esto para diversos programas, tanto de primera infancia como otros que beneficiaban a niños menores de 12 años. Lo destinado de manera específica a los primeros aún era proporcionalmente menor en comparación con programas de transferencias condicionadas o de alimentación (Alcázar & Sánchez, 2016, p. 32). Lo invertido por cada país en AEPI para el año 2010 se presenta en la figura 1.4.

      Figura 1.4 Gasto por niño atendido (0-5 años) en programas de cuidado infantil, 2010 (en US$, PPP)

      Fuente: Alcázar y Sánchez (2016); elaboración del Centro de Investigación de la Universidad del Pacífico.

      A partir de la información, se puede apreciar que, para el año 2010, el Perú se encontraba entre los cuatro países que invertían menos por cada niño atendido de la muestra. Cabe observar que en Chile se asignaba casi cuatro veces lo que el Perú invertía en primera infancia. Dos elementos marcarían la diferencia. Por un lado, la disponibilidad de recursos públicos del Gobierno de Chile data de una década previa al accionar en el Perú. Ello posibilitó diseñar y ejecutar políticas con mayor proceso de maduración institucional. Por otro lado, el sistema de información de identificación de beneficiarios y provisión de servicios en Chile evolucionó óptimamente, lo que permitió rentabilizar los recursos y, por tanto, impactar con rapidez. Con ello, el Gobierno siempre respaldó política y económicamente la inversión en primera infancia en Chile, de manera prioritaria.

      En general, el accionar nacional con el programa Cuna Más era bastante similar a lo que se pudo apreciar en experiencias internacionales. Se rescatan dos líneas de trabajo. Por un lado, la presencia de centros de atención que cuidaban a los niños durante el día y les permitían desarrollar sus habilidades cognitivas, con especial énfasis en zonas urbanas. Para que las personas encargadas de los centros desempeñen una labor adecuada, estas deben tener los incentivos para permanecer en el puesto, como ser remuneradas adecuadamente y ser reconocidas como servidoras del Estado (Sánchez, 2017, p. 98). Por otro lado, para zonas rurales, se implementaron visitas a los hogares y comunidades con el objetivo de instruir a los padres sobre cómo debe ser guiada la crianza para generar resultados positivos en los niños.

      1.3 Información, educación y capacitación

      El componente IEC del PNCM se ha evidenciado principalmente por los servicios de educación a los padres (o a la familia). Estos se enfocaban mayoritariamente en mejorar las condiciones de vida y una buena crianza de los menores. Cabe resaltar que este componente


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