La paz: perspectivas antiguas sobre un tema actual. Gemma Bernado Ferrer
Ilíada con el objetivo de demostrar una disposición temporal en relación con la manera de afrontar el desarrollo del conflicto bélico troyano. Por una parte, en los discursos de Aquiles y Atenea predomina la alusión al presente. Por otra, en las intervenciones de Héctor y Príamo se destacan las referencias tanto al futuro como al pasado. Dichas disposiciones se pueden relacionar con la propiedad que, según Aristóteles, presentan aquellos que se dejan gobernar por el pathos, por un lado, y los que atienden al logos, por el otro. De esta manera, el autor analiza cómo el Pelida y la diosa son llevados por las pasiones del instante y se convierten en victimarios a causa de sus acciones, mientras que el rey y el príncipe troyanos se resisten a las pasiones y prefieren su intelecto debido a la posibilidad de un futuro. La memoria y el recuerdo son recursos fundamentales en una víctima, pues le permiten rememorar los sucesos funestos y considerar los escenarios posibles. Como conclusión, el autor hace una reflexión en torno al papel de los victimarios y las víctimas a lo largo de los conflictos bélicos contemporáneos. Los primeros son cegados por su pasión y atienden solamente a una dimensión temporal: el presente, que no les permite considerar respuestas razonables. Su physis, su fuerza, dirige sus acciones a destruir todo vestigio del pasado que existe en la víctima, esto es, su memoria. Los otros, en el momento en que ruegan por sus hijos y familiares, están proyectando un futuro, aunque posiblemente sea una ucronía. En este punto, la víctima indaga por el pasado, la reconstrucción de una historia a partir de la búsqueda de un cadáver, un desaparecido, una verdad. El autor concluye con una petición a las generaciones de hombres racionales en Colombia, para que no olviden a los muertos que ha dejado la guerra durante cincuenta años, a las víctimas de crímenes de Estado, de los grupos paramilitares y de la guerrilla, para que de esta manera la historia no se repita en el futuro.
En el artículo, “¿Tiene Heráclito de Éfeso algo que decir sobre la paz?”, Liliana Carolina Sánchez Castro presenta un análisis del vocabulario relacionado con pólemos en los fragmentos de Heráclito de Éfeso, con el objetivo de indagar qué puede decirnos Heráclito hoy en día acerca de la paz. El filósofo es comúnmente relacionando con la guerra, debido al frecuente uso de los términos pólemos y eris en sus fragmentos. En efecto, hay un grupo de fragmentos que, interpretados a la luz del contexto aristocrático del efesio, parece que hacen una alusión a la violencia y una defensa de la guerra. En algunos de ellos, la guerra es presentada como principio que define los roles en la sociedad o como parte de la naturaleza política de los seres humanos, los cuales necesitan de la guerra para encontrar su rol y su esencia y reclamar su lugar y su derecho. No obstante, hay una única aparición del término eirene, su contraparte, en el fragmento B67: “Dios es día noche, invierno verano, guerra paz, saciedad hambre. Cambia, como el fuego, cuando mezclado con especias es llamado según la fragancia de cada una”. En esta referencia no se advierte una apología de la guerra, sino más bien una alegoría de la famosa doctrina de la unidad de opuestos, pues habitualmente la paz es el antónimo de la guerra. En dicho fragmento, los dos términos son usados en las mismas condiciones, es decir, no como deidad, sino solamente como uno de los dos contrarios que constituyen la danza dirigida por la divinidad. Así pues, la guerra es entendida como un principio y no como un término que coexiste con el de la violencia. A partir del fragmento B44, transmitido por Diógenes Laercio (D. L. 9.2), es posible establecer la conexión que hay entre las ideas políticas de Heráclito y su metafísica de la unión de opuestos. El mencionado doxógrafo ofrece una exhortación de Heráclito a sus conciudadanos, aunque no es claro el objetivo o el contenido. La investigadora hace un interesante y detallado análisis de este fragmento y considera que el efesio reprende a los seres humanos por únicamente parlotear y hace énfasis en lo diminutos que son en relación con el orden universal. Finalmente, se concluye que la doctrina de unidad de opuestos conlleva una alternancia dinámica y tomar la guerra, principio de tal doctrina, como alegoría del orden cósmico no implica tener una postura guerrerista, sino que representa un reconocimiento por parte del efesio del dinamismo que dirige el mundo.
Vicente Cristóbal analiza los testimonios poéticos virgilianos referentes a la guerra y la paz en su artículo “Guerra y paz en la poesía de Virgilio”. Inicialmente, se sitúan la obra y el contexto en el que vivió Virgilio, quien en su juventud presenció varias guerras civiles, lo cual podría explicar su deseo de paz y tranquilidad, al igual que su disgusto frente a la guerra. En efecto, la literatura durante el gobierno de Augusto estaba comprometida con el nuevo régimen que tenía como fin promover la Pax Augusta. A continuación, se relacionan los elementos de esta pax con las Églogas o Bucólicas, pues presentan las condiciones ideales de vida en estrecha relación con la naturaleza lejos de los problemas urbanos. Entre los temas tratados se destacan la esperanza de un nuevo mundo, la exaltación del ocio y de la paz y, mucho más explícitos, el rechazo a la ciudad, a la guerra y a los viajes. Por otro lado, se examinan las Geórgicas, las cuales convocan al mundo primordial, a una vida en contacto con la tierra y a una lucha amable con ella por medio del trabajo. Así, los labradores son ejemplo de bienaventuranza y de paz. Se asemeja a la vida de la Edad de Oro, ya que se vincula con el paraíso mítico simple y feliz de los primeros tiempos. Además, se introduce la idea de la búsqueda de un bien común que consiste en el orden y el trabajo en un ambiente de paz, aunque con la presencia de la guerra. Por último, se estudia la Eneida, cuyo argumento bélico era casi una exigencia del género, pero que en Virgilio se convierte en una defensa de la paz y un reproche al conflicto bélico. Incluso, transforma al admirable guerrero en un héroe que busca la paz. El autor señala que el poeta escribió un poema épico pacifista, lo que supondría componer sobre una temática contraria al género y una negación de los principios homéricos. El autor concluye con una sentencia del padre Espinosa Pólit en la que proclama que la gloria de las armas fue dejada de lado, pues durante los tres primeros siglos del Imperio romano se tuvo absoluta paz. Esto fue obra tanto de Augusto como de Virgilio, pues el primero la organizó y el segundo le infundió el espíritu, siendo un poeta de la paz aun cuando canta sobre batallas.
“La Elegía I, 10 (Elogio de la paz) de Tibulo: la actualidad colombiana de un tópico” es una indagación de Jorge Enrique Rojas Otálora sobre algunos estudiosos en Colombia que se han interesado en la célebre oda de Tibulo. Inicialmente, se revisa el análisis que hizo Juozas Zaranka en 1965, un siglo después de la traducción realizada por Miguel Antonio Caro entre 1863 y 1865. En este análisis, el estudioso lituano destacó la actitud pacifista de Tibulo que no estaba ligada al pensamiento imperial de Augusto sino a sus convicciones personales. Zaranka hizo un meticuloso y completo estudio, primordialmente desde un punto de vista filológico, debido a que indagó aspectos como la discutible fortuna de utilizar tercetos endecasílabos y todas las consecuencias que esta elección implicó para su versión. En este análisis, el profesor Rojas se refiere a la traducción que elaboró el sacerdote franciscano Gregorio Arcila en 1947 y menciona su decepción, ya que se prioriza la rima y la estrofa, tomando abundantes libertades, y se deja de lado el sentido del poema. Es posible que el sacerdote escogiera este texto por su temática y la situación de violencia política y social que la nación colombiana atravesaba en la década de los cuarenta. Por otra parte, se examinan los comentarios del sacerdote jesuita Manuel Briceño Jáuregui a la traducción de Caro en 1986. El jesuita no realiza un estudio filológico en profundidad y explica someramente los logros de Caro como traductor, aunque lo halaga con frecuencia. Además, Briceño no analizó la traducción, sino más bien enalteció el poema desde su impresión personal. De manera que el sacerdote hace evidente su interés en el contenido de la obra tibuliana, en especial en el tema amoroso. Para concluir, el autor advierte que esta elegía se había convertido en un tópico entre los humanistas, por lo que su traducción a la lengua española era considerada un ejercicio crítico a una nación que vivía una época de violencia. Las traducciones del poema de Miguel Antonio Caro se sitúan en los resultados de la guerra civil de 1860, la cual hace parte de las siete guerras civiles que el país afrontó entre 1843 y 1909. No obstante, se debe señalar que el esfuerzo de Caro no consigue emitir a cabalidad el sentido del poema de Tibulo, a pesar de la exaltación que hace Briceño de su traducción. Llama la atención que este sacerdote destacara la