Ellos. Lorena Deluca

Ellos - Lorena Deluca


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nuevas palabras, que no atiborran, se deshacen y esperan ser sujetadas en otras nuevas que aún no conocen... ni Ella ni Él.

      Hay una realidad que en su momento no pudo ver, pero que hoy intuye desde otro lugar, y es que tal vez Él siempre debió haber estado allí, esperando ser descubierto.

      Mientras tanto escucha: Slow Jazz Mix-Relaxing Jazz Piano Music. Y, en las pausas de cada frase, mira llover por la ventana.

       La Cabaña

       Pequeño es el espacio de encuentro

       del silencio que habitan,

       de la mirada cómplice,

       de sus besos,

       del abrazo

       de Ellos.

      Él

      Ella lo invitó a soñar y Él sueña.

      En un bosque algo nevado había una cabaña no muy grande, de diseño sencillo y amplios ventanales. Se encontraba en un claro que se abría entre algunos arces rojos brillantes y otros anaranjados, que se distinguían de unos abedules por una belleza de contraste.

      No se veía tanta nieve porque recién comenzaba el otoño, y se notaba que era un refugio que pocos conocían. Había que saber su ubicación exacta, y se llegaba solo si se lo buscaba. Era de esos lugares donde había lo necesario para estar bien después de una larga caminata: un sillón cómodo, una mesa y dos sillas, una alacena con provisiones, unas tazas para tomar algo caliente, y un hogar de piedra con suficientes leños apilados para mantener el calor siempre encendido. Al entrar se percibía un suave aroma a madera. Era un lugar muy luminoso, con vista a diferentes colores que el paisaje regalaba de esos árboles, acompañados en su movimiento por una brisa de estación.

      A Él le gustaba salir a caminar y disfrutar lo vivo del bosque. Salía solo, con esa cosa un poco felina que siempre tuvo.

      Una mañana, en medio de una de esas tantas caminatas, encontró un poema escrito en un árbol: “Somos vida”, comenzaba diciendo. Apareció por sorpresa y lo sacó de los temas en los que estaba. Leyó con atención, una a una, cada palabra. Vio que estaban firmadas por alguien especial para Él.

      Así como suele pasar en los sueños, donde no hay mucha lógica ni es necesario buscarla, se encontró de repente dentro de ese refugio. Miró a su alrededor y notó que las paredes estaban construidas por palabras. Ella estaba ahí. Se alegró de verla. Mucho. Siempre la recordaba. No fue necesario saludarse ni entrar demasiado en conversaciones mundanas.

      En silencio, percibían la calidez del lugar. No había por qué inquietarse, era un sitio para saborear una nueva dimensión del tiempo, “para habitarse allí donde solo Ellos puedan tocarse con palabras...”.

      Un refugio de sonrisas a escondidas que se abría entre el ruido alrededor.

      Cada uno sabía y sentía que, en cualquier momento en el que se encontraran, iba a estar el otro allí, en medio de esas tormentas de nieve que a veces se desataban afuera.

      Estaban intrigados el uno por el otro. Él se preguntaba cómo es que el azar los había cruzado alguna vez, y por qué esa mañana quiso mostrarle un poema. Eligió no preguntarle nada y tomar lo que Ella ofrecía. Si un día decidía levantarse e irse, Él tampoco le preguntaría nada, como sucede en los sueños.

      Como a Ellos les gustaba el jazz, sabían que algunas buenas melodías se disfrutaban así. Mientras tanto, Él sonreía cada vez que entraba a ese lugar un poco mágico, porque después de haber caminado bastante, sabía que no eran muchas las personas con las que se podía compartir o construir —aunque más no sea— pequeños espacios de encuentro.

       Ofrecimiento

       En el sentido de la lógica

       el intelecto me atrapa

       y me impide apreciar

       el suspiro finito

       de mi existencia.

      Ella

      Él dijo: “Ella lo invitó a soñar y Él sueña... Eligió no preguntarle nada y tomar lo que Ella ofrecía”.

      Eligió una cabaña como refugio, cuyas paredes estaban construidas por palabras. Un lugar para estar juntos, “como una compañía en medio de esas tormentas de nieve que a veces se desataban afuera”.

      “Abrazado a Ella se daba cuenta de que soñar ‘con’ alguien también podía significar estar juntos en una realidad construida por los dos, mezcla del sueño de ambos”.

      Otra vez se descubre sonriendo, con ese gesto en su rostro que no la inquieta y tampoco esconde, por sentirse ahora cuidada y a su lado.

      Ella le ofrece compartir ese espacio teniendo en cuenta que le había enseñado varios significados: que hacer silencio no es callar, que al silencio se lo debe buscar, o crear, porque no tiene sustancia, sino que hay que dársela.

      Él escribió: “Como si hubiera sabido que había recorrido las colinas del tiempo, creyendo que el silencio era vacío y ausencia, hasta que aquel relámpago resbaladizo le enseñó que, en verdad, era refugio y encuentro.

      Entonces Él se preguntaba: ¿hacer silencio o habitar el silencio? Hizo silencio: lo dibujó a su alrededor como una línea tenue, de arena color azul, lo bordeó y luego se sumergió, respirando profundo. Y así cobijado logró percibir —en el preciso instante en que el sol se reflejaba en esa espuma que dejaban las olas en la orilla— cómo las cosas recobraban su verdadero nombre”.

      Refugio de calidez, cual tibios rayos de sol de una mañana de otoño.

      Solo una condición le pide Ella, para lo cual será inflexible: el fuego del hogar de la cabaña en el bosque lo encenderá Él, así como tendrá que procurar contar siempre con buena música y buen vino, además de algunos chocolates, considerando que se viene el invierno.

      Por su lado, esperará de Él que le diga qué desea de Ella.

      Hay un detalle que le gustaría conservar, y es la manera de nombrarse. Ambos saben que al nacer eligieron para ellos dos lindos nombres, con toda su carga simbólica y una historia que los antecede. De allí la magia ahora de ser Él y Ella, dando luz a Ellos, dentro de un espacio de complicidad para sentirse libres y sin tiempo. Recrear momentos, compartir emociones, leer, escuchar música y poder encontrarse, con ese poder —maravilloso— que ofrece la mente al potenciar y manipular creativamente la realidad, haciendo de la imaginación (dentro de lo posible) lo más parecido a la vida real, disfrutando de la escena que se ofrece a los sentidos, relajados y en silencio.

      Ella cree que sería un buen comienzo.

      Esta noche lo percibe con ese perfume que aún no logra saber cuál es, y espera que le diga, para que cuando lo perciba, en algún lugar, lo recuerde. Seguramente huela a madera y se caracterice por un aroma clásico e imponente.

      Escuchando ahora esa música de la que hablaba, le cuenta que no forma parte de sus costumbres musicales. Hermosa voz negra, por cierto. En ese estilo también le agradan Ella Fitzgerald y Aretha Franklin. Hay un tema de Fitzgerald con Armstrong que suena bien: “Summertime”.

      A Ella le gustó lo que Él le leyó la vez pasada e imaginó una primera escena de amor dándole un beso, luego de muchos años, un primer beso que despertó sus sentidos. Algo así como: con picardía, se acercó lentamente hasta percibir su perfume, lo miró a los ojos color cielo, y rodeándolo con los brazos para tenerlo


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