Cómo provocar un incendio y por qué. Jesse Ball
un centavo para pagar los tragos que me sirve!
Otra regla es: No prestes atención a la propiedad privada, pero sé consciente del valor que tienen las cosas para las personas. Esta es un poco más delicada. O sea: es obvio que nadie es dueño de nada. De modo que el robo no existe. A mi tía no le molesta que robe del supermercado, por ejemplo. Quizás se enoje si cometo la estupidez de que me descubran, pero eso es solo porque espera de mí que sea inteligente. A veces puedo ser inteligente. En fin. Decía que no existe el robo porque nadie es dueño de nada, así que robar no es robar, es más bien tomar algo que una puede usar. Sin embargo, si una persona deposita su vida en alguna cosa, quizás no habría que quitársela. Lo llaman sabi en japonés: es cuando un objeto muestra señales del uso de una mano. Si un tipo tiene una guitarra olvidada en un rincón de la casa y no la usa nunca, a mi tía no le molestaría que un día yo me apareciera con esa guitarra, si pensara tocarla. Si no, llevarme la guitarra sería una pendejada de mi parte o, en el mejor de los casos, un acto neutral y algo codicioso. Ahora bien, si un tipo tiene una guitarra y la toca todo el tiempo y es posible ver que sus manos han transformado la guitarra, que la guitarra es realmente suya, entonces no está bien que yo se la quite. Si de verdad necesitara una guitarra, tal vez él me la daría. Eso podría ocurrir, pero dependería de él.
También hay una regla sobre ser una persona considerada, que básicamente significa asegurarse de tener empatía. Eso se aplica a cosas tales como limpiar mi propio desorden, algo que no siempre hago. Aquí es donde me meto en problemas. Pero meterme en problemas nunca es tan grave. Solo consigo que mi tía me mire con un poco de bronca.
LO QUE SUCEDIÓ
Llegamos y no habían llamado de la escuela, así que mi tía no dijo nada al respecto. Sí se dio cuenta de que estaba borracha, porque puso a calentar la tetera, que es lo que hace cuando me emborracho. De lo contrario me pregunta si quiero un té antes de calentar la tetera.
Por otra parte, sí le preguntó a Helen si quería quedarse a tomar el té y le agradeció por haberme llevado. Helen rechazó la invitación y se fue. Creo que su libro sobre la hipnosis va a ser pésimo. Tiene unos veinte libros sobre hipnosis en su casa. Lo sé porque he estado allí. Su «libro» consiste principalmente en partes que le gustan de otros libros y que copió para crear un libro nuevo. No hay nada de malo en eso, pero no es un verdadero logro. Supongo que lo sería si el resultado fuera radicalmente superior. Si su libro volviera inútiles todos los demás libros, se trataría de una hazaña de concisión, y supongo que eso tendría valor. Pero es un libro sobre hipnosis, en la cual por otra parte no creo.
Una vez llevaron a un hipnotizador a Parkson, la escuela anterior, y unos chicos se subieron al escenario y él hizo que se comportaran como animales de granja y que se contorsionaran en posturas extrañas. El profesor de matemática se paró de cabeza, algo que supuestamente no sabía hacer. No sé si eso es prueba de algo. El episodio me dejó un poco asqueada.
PREDICCIÓN
Pensé en el chico del Hogar mientras estaba recostada en el sillón, borracha y con el té que me había servido mi tía. No podía tomarlo de lo mucho que quemaba, pero lo sostenía entre las manos como una especie de bolsa de agua caliente. Tenemos una de esas bolsas, mi tía y yo, y la usamos en invierno. De hecho, creo que mi tía la usa todo el año, lo cual no tiene sentido. La parte de arriba de la ventana que está junto al sillón está rajada y enmendada con cinta, y se cuela una corriente que hace sacudir el vidrio. Me gusta escucharlo cuando me siento en el sillón.
Fue un gran gesto de su parte que me trajera el puré de manzana. Creo que es la primera atención que recibo en mucho tiempo. Tenía puesto ese uniforme horrible que usan los empleados del Hogar, pero no le quedaba mal. Digo, le quedaba bien. Seguro es un crédulo total. La mayor parte de la gente no es capaz de procesar tanta mentira y termina creyéndose cualquier cosa. Cada día que pasa me prometo a mí misma que eso no va a ocurrirme a mí. Debe rondar los treinta años. No lo sé.
En ese momento escribí una predicción, antes de irme a dormir, y fue esta:
Mañana me enteraré de algo más sobre la Sociedad del Fuego.
Es una predicción de mierda, tengo que decirlo. Creo que no debería hacer predicciones cuando anduve tomando.
Por supuesto, podría pasar algo así. Podría enterarme de algo más sobre la Sociedad del Fuego. Pero no hay razón para pensar que vaya a ocurrir. Odio romper mis propias reglas. ¿De qué me sirve ser racional si después trastabillo como un payaso?
LO QUE SUCEDIÓ
Todo parece indicar que Stephan también está en la Sociedad del Fuego. Lo sé por lo que pasó en la clase de ciencias sociales. Teníamos que elegir un tema de investigación y luego ir a la biblioteca y usar las computadoras o buscar libros sobre el tema. La mayoría de mis compañeros de clase son unos cretinos inservibles y se quedan esperando en fila mientras la bibliotecaria hace todo el trabajo. Cuando yo voy a la biblioteca, lo primero que hago es esto: voy a las estanterías y husmeo un poco. La idea es que, como una no sabe qué le interesa, entonces podría sorprenderse. Por eso, en vez de buscar algo en particular, una busca lo que no sabía que le gustaba, y en el momento en que lo encuentra sabe que le gustaba, y así su persona se expande.
Eso hacía mientras husmeaba en las estanterías de libros. Quizás Stephan hacía lo mismo. Yo tenía un papelito que decía «Incendios provocados por campesinos rusos». Tenía, además, los números de algunos sitios en los que podrían estar los materiales. Caminé de una estantería a la otra, husmeando, hasta que me cansé y me propuse encontrar lo que de verdad buscaba. Y cuando lo hice, allí estaba Stephan, inspeccionando el mismo estante. Tenía en la mano un libro llamado Incendio premeditado: Investigación paso a paso. Por poco se le cae cuando me vio aparecer.
STEPHAN: Qué estás buscando.
LUCIA: …
STEPHAN: …
LUCIA: No lo sé. ¿Por qué?
STEPHAN: …
LUCIA: …
STEPHAN: No lo sé.
LUCIA: Permiso, el libro que quiero está justo acá.
Tomé el libro del estante y se lo di.
¿…?
Me preguntaste qué estaba buscando.
Stephan miró el libro y luego me miró a mí pensativamente. Yo tenía puesta la capucha, así que me sentía bastante bien. Pensé en preguntarle sobre la Sociedad del Fuego, pero no lo hice. Para cuando quise darme cuenta ya estábamos todos de vuelta en el aula, y entonces el director me citó por no haber cumplido con la sanción después de clase y me informó: tienes una semana de sanciones. No lo entienden: tranquilamente puedo quedarme leyendo un libro. No importa dónde esté. El secretario del director me acompañó y todo hasta el aula donde se cumplía la sanción, como si temiese que fuera a darme a la fuga.
En mi mente me imagino las conversaciones que habrán tenido en su club privado este director y el de Parkson. Ten cuidado, la salvaje lo apuñaló con un lápiz. Sí, es el mejor basquetbolista que hemos tenido. Esas y otras estupideces estoy segura de que dicen.
Pues bien, resultó ser que quedarse castigada después de clase es lo mejor que puede ocurrirle a una persona que quiere entrar en la Sociedad del Fuego. Es decir que la predicción que hice cuando estaba borracha se cumplió. No estoy del todo cómoda con eso.
LA SOCIEDAD DEL FUEGO
¿Quieren que les diga en qué consiste quedarse sancionada después de clase? Te llevan a un aula y una vez allí, voilà, todos los demás fracasados de mierda van apareciendo como conejos salidos de una galera. Luego se supone que debemos quedarnos sentados sin hacer nada como castigo por haber desobedecido. Como podrán apreciar, estoy bastante familiarizada con este tipo de castigos. De hecho, siento que he estado castigada toda mi vida. Soy una vieja veterana de la sanción escolar, como un soldado de