Historia del Próximo Oriente antiguo. Marc Van De Mieroop

Historia del Próximo Oriente antiguo - Marc Van De Mieroop


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las personas a ellos asociadas y que viven en las inmediaciones. Una característica fundamental de una ciudad es que no existe de forma aislada. No solo atiende a las necesidades de sus propios residentes, sino que también es importante para las personas que viven a su alrededor en pequeños asentamientos, ciudades y pueblos. Estos quizá no se dirijan a la ciudad para cubrir las necesidades cotidianas, pero cuando necesitan artículos y servicios especiales, dependen de ella. Una ciudad actúa como mediadora entre las personas, tanto las que viven dentro de sus límites como las que se encuentran en asentamientos permanentes o estacionales en los alrededores; actúa como punto de recogida y redistribución de bienes y presta servicios centrales. La ciudad es un centro neurálgico en su entorno geográfico, el punto focal tanto para sus propios habitantes como para las personas que viven en el campo. A la inversa, una ciudad necesita su hinterland para sobrevivir.

      La mayoría de los historiadores cree que la primera auténtica ciudad en la historia universal apareció en el sur de Mesopotamia, en Uruk, un asentamiento masivo en el último cuarto del cuarto milenio, de un tamaño quizá diez veces superior al de cualquiera de sus contemporáneos. Algunos argumentan que hubo precedentes en las llanuras mesopotámicas del norte a principios de ese milenio, pero, aunque se trataba de grandes asentamientos, no alcanzaron las proporciones verdaderamente urbanas que se encuentran en el sur. Resulta frustrante que esa área siga siendo arqueológicamente poco conocida. Solo en una zona se han excavado niveles relevantes del período Uruk, es decir, en el propio Uruk, pero incluso allí solo se ha descubierto la arquitectura monumental. Pero hay otra fuente de información, que en realidad revela los patrones hacia la urbanización mucho mejor que la excavación de un solo lugar: la prospección de los asentamientos. Según este enfoque, los arqueólogos caminan por el campo y recogen los restos de cerámica para determinar dónde vivía la población y fechan su presencia sobre la base de los estilos de cerámica utilizados por los residentes. La técnica permite a los arqueólogos calcular el tamaño de los asentamientos en diferentes momentos y, utilizando el tamaño como indicador de importancia, nos permite establecer una jerarquía. Los yacimientos mayores y centrales pueden considerarse ciudades, los poblados más reducidos como pueblos y los más pequeños como aldeas.

      Este es el método que revela el crecimiento de las ciudades de Mesopotamia en el cuarto milenio. En el período de Obeid, que duró unos dos mil años, el número de asentamientos se incrementó gradualmente y comenzaron a mostrar una diferenciación en su tamaño. Algunos eran pequeños centros con aldeas subsidiarias a su alrededor, lo que sugiere la presencia de jefes locales con autoridad sobre las tierras circundantes. A principios del cuarto milenio, con el comienzo del período de Uruk, el número y el tamaño de las poblaciones aumentó repentinamente en todo el Próximo Oriente. Sin embargo, había diferencias entre el norte y el sur. En el norte de Mesopotamia aparecieron asentamientos centrales densamente poblados con un círculo de poblaciones más pequeñas a su alrededor. Con el tiempo, estos se fusionaron en grandes asentamientos, como, por ejemplo, Tell Brak, con unas dimensiones de 130 hectáreas. Estos asentaminetos estaban dispersos en una amplia área con grandes espacios abiertos entre ellos. En contraste, los habitantes del sur de Mesopotamia se asentaron a lo largo del campo. A principios del período de Uruk el número total de habitantes parece haber sido casi igual en el centro y en el sur de Babilonia, pero en la Babilonia central vivían en tres centros de 30 a 50 hectáreas, mientras que en el sur dominaba un solo asentamiento, con un tamaño de unas setenta hectáreas: Uruk (mapa 2.1). El rápido aumento de los asentamientos de población en ese momento no puede explicarse con certeza, pues parece demasiado rápido como para haber sido el resultado solo del crecimiento de la población indígena, incluso si las nuevas condiciones agrícolas hubieran fomentado la expansión demográfica. Pudo haberse producido un aumento en la sedentarización de pueblos seminómadas previamente irreconocibles en el registro arqueológico, o pudieron haber entrado en la región pueblos foráneos debido a cambios climáticos u otras razones.

      La primera ciudad propiamente dicha apareció en el Período de Uruk Tardío y en una sola región, el sur de Babilonia. Después de mediados del cuarto milenio, el aumento de la población permanentemente asentada en Babilonia central fue menor y puede explicarse como resultado del crecimiento natural. Sin embargo, en el sur, alrededor de la ciudad de Uruk, hubo un enorme incremento del área ocupada por los asentamientos permanentes. Una gran parte de ese aumento tuvo lugar en la misma Uruk que, ya con una extensión de 250 hectáreas, se convirtió en un verdadero centro urbano rodeado no solo por un único nivel de asentamientos secundarios, sino por una jerarquía dentro de los mismos: pueblos, aldeas y aldeas más pequeñas. A pesar de que las estimaciones sobre la población no son notoriamente fiables, los estudiosos suponen que los habitantes de Uruk aún podían mantenerse a sí mismos con la producción agrícola de los campos que rodeaban la ciudad, a los que podían desplazarse diariamente. Pero la dominante extensión de Uruk en toda la región, muy superior a la de otros asentamientos, indica que era un centro regional y una verdadera ciudad. Su existencia provocó una reestructuración del modo de vida de la población en una gran área. El número de personas que residía en su órbita era tan grande que no pudieron haber llegado solo de Babilonia, sino que algunos parecen haber emigrado desde el oeste de Irán y el norte de Mesopotamia hacia el sur.

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      Según Susan Pollock, Ancient Mesopotamia: The Eden That Never Was (Cambridge University Press, Cambridge, 1999), pp. 56-58.

      El aumento masivo del número de personas conviviendo naturalmente tuvo repercusiones en el funcionamiento de la sociedad. En las primeras comunidades prehistóricas había pocas disparidades de riqueza y poder entre las familias, cuyos miembros se ocupaban principalmente de las tareas agrícolas. Pero con el paso del tiempo se desarrollaron diferencias, como muestran los tamaños de las casas y la cantidad de bienes depositados en las tumbas que nos ofrece el registro arqueológico. En las sociedades urbanas de decenas de miles de habitantes existía una compleja jerarquía, con las élites controlando a los demás y una especialización de las actividades económicas. Una muestra de ello son los restos excavados en Uruk. Dos áreas en su centro contenían materiales del cuarto milenio cerca de la superficie, ambas con una arquitectura monumental: un complejo llamado Eanna, «Casa del Cielo», con una secuencia de estratos numerados de Eanna XIV (el más antiguo) a Eanna III (el más reciente) y asociados a la diosa Inanna y un área en la que se llevó a cabo el culto al dios del cielo Anu. Las estructuras del complejo del Eanna fueron las más elaboradas y se reconstruyeron varias veces en el período de Uruk IV (distinguimos los niveles IVb más antiguos de los IVa posteriores). Dentro de un área rodeada por un muro perimetral, varios edificios enormes estuvieron en uso simultáneamente. No solo eran grandes, del orden de 50 por 80 metros, sino que también estaban decorados con una técnica típica del período de Uruk Tardío: en las paredes se insertaban conos de arcilla de color blanco, negro y rojo que formaban mosaicos con patrones geométricos en la superficie. En un edificio estos conos eran de piedra, un material más difícil de obtener en la región de Uruk que la arcilla. El templo de Anu —o Blanco— se construyó sobre una plataforma artificial repetidamente levantada en el período de Uruk y que finalmente alcanzó los 13 metros de altura. En su base había un edificio de piedra caliza de 25 por 30 metros que había sido traído desde el lejano desierto.

      La disposición arquitectónica de ambos complejos muestra que se trataba de lugares de culto y que el acceso a parte de ellos estaba restringido. Su monumentalidad nos dice mucho sobre la sociedad en Uruk. Solo pudieron haber sido construidos por una gran fuerza laboral que requería organización y liderazgo. Los arqueólogos han calculado que, por cada complejo, trabajaron unos quince mil obreros diez horas al día durante cinco años1. Aunque los sentimientos religiosos les pudieron haber inspirado en parte para hacerlo, probablemente también hubo algún tipo de coerción. Si bien estos proyectos solo podían tener éxito en las grandes comunidades, también fortalecían los vínculos sociales entre las personas que estaban involucradas o que tenían parientes que lo estaban, generando un sentimiento de propósito común.

      La


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