Historia del Próximo Oriente antiguo. Marc Van De Mieroop
estos términos son vagos para nosotros, ya que las palabras no aparecen en el contexto y no se proporciona ninguna traducción a otra lengua que se entienda mejor. Sin embargo, aunque la lista ya no se copió después del período paleobabilónico, los términos de la misma aparecen en textos léxicos posteriores cuando los escribas incluían una guía de pronunciación y una traducción al acadio. Escribieron, por ejemplo, para la línea 1:
eš-da ŠITA.GIŠ.KU šar-ru.
La última palabra es el término acadio para ‘rey’, y sugiere fuertemente que la primera entrada sumeria en la Lista estándar de profesiones de Uruk hacía referencia al más alto funcionario de la sociedad urbana.
Los signos protocuneiformes muestran poca conexión con la lengua hablada, pero hay indicios de que fueron desarrollados por los hablantes de la lengua sumeria. Representaban la palabra sumeria para madre, AMA, por ejemplo, dibujando una estrella en un signo en forma de caja. Como la estrella podía ser leída AM, sugería la pronunciación de todo el signo. El valor fonético de los signos permitía su uso para indicar términos más allá de los nombres de objetos concretos. El principio de rebus se empleó para ampliar su alcance. Por ejemplo, el signo «caña» se usaba para indicar el verbo retornar, ya que ambas palabras sonaban igual en sumerio, GI. La mayoría de las palabras sumerias eran monosilábicas. Por consiguiente, los signos para escribirlas también pueden utilizarse para representar silábicamente una palabra más larga o un elemento gramatical. El nombre de una persona puede ser deletreado con varias sílabas. Sin embargo, la escritura cuneiforme nunca tuvo la intención de dar una representación fonética completa de un texto, aunque tuviera la capacidad de hacerlo. A lo largo de su historia, un solo signo podía registrar una palabra, como rey, independientemente del idioma del texto o de la forma gramatical de la palabra. Fue ya a mediados del tercer milenio cuando se escribieron los marcadores de la conjugación de los verbos sumerios, y solo a principios del segundo milenio, cuando el sumerio era ya probablemente una lengua muerta, se hizo un esfuerzo considerable por registrar todos los elementos gramaticales en una oración. Es importante tener en cuenta que el cuneiforme es una escritura, no un idioma. Al igual que el alfabeto latino tiene el potencial de poner por escrito cualquier idioma, la escritura cuneiforme podía hacer lo mismo y un gran número de lenguas antiguas del Próximo Oriente fueron escritas con ella (recuadro 2.2). Solo podemos determinar la identidad de la lengua basándonos en la escritura silábica de las palabras o en elementos gramaticales. La escritura inventada en el Período de Uruk Tardío tenía todos los componentes de la escritura cuneiforme. Se desarrolló reduciendo aún más el número de signos, aumentando el uso de sílabas y cambiando los signos mismos, reemplazando las líneas curvas trazadas en la arcilla por otras cada vez más rectilíneas impresas en ella. Una sola línea se parece a un triángulo porque el escriba primero presionaba la cabeza de una caña contra la arcilla y luego empujaba hacia abajo su borde fino para crear una marca. Esta forma llevó a nuestra moderna designación de la escritura como cuneiforme, es decir, en forma de cuña.
Recuadro 2.2. LENGUAS DEL PRÓXIMO ORIENTE ANTIGUO
En el Próximo Oriente siempre convivieron personas que hablaban distintas lenguas. No todas las lenguas vernáculas llegaron al registro escrito y a menudo solo la onomástica nos da una idea del idioma que hablaban. Todas las lenguas podían escribirse en escritura cuneiforme, que fue siempre el sistema de escritura dominante en la región hasta los últimos siglos del primer milenio a.e.c. En ese milenio las escrituras alfabéticas comenzaron a ser usadas en todo el Próximo Oriente y reemplazaron lentamente a las cuneiformes.
Las lenguas más ampliamente escritas de Mesopotamia fueron el sumerio y el acadio. La primera era una lengua sin parientes conocidos y con una gramática y un vocabulario únicos. Se habló a lo largo del tercer milenio en el sur de Mesopotamia. A principios del segundo milenio, solo los burócratas y el personal del culto lo seguían utilizando; la fecha de su desaparición como lengua hablada sigue siendo incierta. El acadio era una lengua semítica relacionada con el hebreo, el árabe y muchas otras lenguas del Próximo Oriente, pero con una estructura gramatical algo diferente. Su sistema verbal permite clasificarla como una lengua «semítica oriental». El acadio se escribió y habló desde mediados del tercer milenio hasta finales del primer milenio en una amplia región geográfica. Había dos dialectos principales: asirio en el norte de Mesopotamia y babilonio en el sur. Ambos dialectos presentan variaciones léxicas y gramaticales a lo largo del tiempo y según el género de los textos. Usamos los términos paleo-, medio- y neobabilonio, y paleo-, medio- y neoasirio para las fases cronológicas y babilonio estándar para referirnos a un dialecto literario que se encuentra tanto en el sur como en el norte. Se utilizaron versiones anteriores del acadio antes del segundo milenio. Hablamos de acadio antiguo para los dialectos que se encuentran en los textos de las dinastías de Acad y Ur III. Las huellas de la lengua semítica que se encuentran en textos anteriores a estos períodos son más difíciles de identificar y se utiliza el término protoacadio para referirse a ellas. El babilonio fue el idioma de la cultura y la diplomacia en todo el Próximo Oriente durante la segunda mitad del segundo milenio: se utilizó desde Anatolia hasta Egipto, desde el Levante hasta los montes Zagros, siempre escrito en cuneiforme sobre tablillas de arcilla. Existía paralelamente a las lenguas y escrituras nativas, como el ugarítico, una lengua semítica occidental registrada bajo la forma de escritura alfabética en la Siria occidental.
A mediados del tercer milenio, varios de otros dialectos semíticos fueron escritos en escritura cuneiforme, siendo el de Ebla el más conocido. El idioma muestra afinidades gramaticales con las lenguas semíticas occidentales posteriores, pero también con el acadio de la Babilonia de la época. Una lengua semítica occidental que se hablaba comúnmente a principios del segundo milenio era el amorreo, que se encontraba desde el oeste de Siria hasta el sur de Babilonia. Sin embargo, no se conservan textos completos escritos en ese idioma y se conoce principalmente por la onomástica. Lo mismo ocurre con el arameo, lengua semítica occidental del primer milenio, que tuvo una gran difusión como vernáculo. Se registró principalmente como escritura alfabética sobre materiales perecederos y se conocen relativamente pocos restos. Solo un par de textos arameos en cuneiforme han sobrevivido.
Durante el segundo milenio, los hititas de Anatolia central utilizaron una gran variedad de lenguas, varias de las cuales estaban escritas en cuneiforme. Entre ellos se encontraban el hitita, una lengua indoeuropea, y el hurrita, relacionado lingüísticamente solo con el urarteo, una lengua utilizada en el primer milenio al este de Anatolia. El hurrita se utilizó en el norte de Siria a partir del tercer milenio y fue muy importante en esa área hasta finales del segundo milenio, pero se conservan pocos textos escritos en dicha lengua.
Finalmente, el elamita se escribió desde el tercer hasta el primer milenio en el suroeste de Irán. Era lingüísticamente distinto de los otros idiomas del Próximo Oriente y evolucionó con el tiempo. En ciertos períodos, el acadio lo sustituyó como lengua de la administración en el Irán occidental. Los persas todavía escribían elamita en el siglo V, pero estos gobernantes utilizaban otras lenguas en todo su vasto imperio, incluido el antiguo persa, escrito en una forma simplificada especialmente desarrollada de cuneiforme.
Para que la contabilidad funcionara correctamente, también tenía que existir una metrología completamente desarrollada. En el Período de Uruk Tardío apareció un sistema completo de pesos y medidas que sentó las bases para todos los sistemas mesopotámicos posteriores. Las unidades básicas se inspiraron en los fenómenos naturales y se ordenaron con una mezcla de los sistemas sexagesimal y decimal que caracterizaba a los numerales. Respecto al registro del tiempo, un año estaba constituido por doce meses de treinta días cada uno, a los que se añadía un mes adicional intermitentemente para ajustar el ciclo al año solar. En pesos, la carga que un hombre podía llevar, un talento, se subdividía en sesenta minas, cada una de las cuales contenía sesenta siclos. Las longitudes utilizaban el codo como unidad básica, subdividida en treinta dedos. Seis codos formaban una caña. En ese momento se estableció un conjunto de equivalencias para facilitar el intercambio de bienes medidos de diferentes maneras. Estas equivalencias permanecieron esencialmente iguales durante toda la historia mesopotámica: