NAM: La guerra de Vietnam en palabras de los hombres y mujeres que lucharon en ella. Mark Baker

NAM: La guerra de Vietnam en palabras de los hombres y mujeres que lucharon en ella - Mark  Baker


Скачать книгу
del Ejército. Los oficiales al mando querían interrogarme porque suponían que era un traidor: «¿Eres comunista? ¿Te has alistado para poner al resto de GI negros en contra de los Estados Unidos?»

      Naturalmente, allí predicaba el Corán a mis hermanos y hermanas. Algunos se interesaron en saber más sobre el Islam. Conseguí formar un grupo unido, y eso no gustó en el Ejército. Me consideraban una amenaza porque intentaba mantener a los míos unidos. Yo les pregunté: «¿Por qué tenemos que combatir en una guerra que ni siquiera entendemos?».

      Cuando terminabas el entrenamiento especializado de infantería, te daban un permiso y luego te destinaban directamente a Nam, pero a mí me volvieron a mandar a Fort Polk. El Servicio de Inteligencia del Ejército me estaba investigando. Querían despejar cualquier duda que tuvieran sobre mí antes de destinarme al extranjero. Me sacaron de la compañía y me incluyeron en otra especial del cuartel general.

      Me destinaron a las oficinas del cuerpo, al almacén, donde montaba las armas y cosas así. Era un riesgo para su seguridad, pero tenía acceso al arsenal. Por si fuera poco, también me tocaba hacer cualquier mierda que se les ocurriera: recogía las colillas que había tiradas por la calle o fregaba el sumidero de los urinarios con la escobilla para limpiar los cañones de los M-1632. Tenía que limpiar, sin guantes, todos los agujeros de cada uno de los urinarios de la compañía. ¿Sabes lo que apesta eso? Pero yo lo hacía con una sonrisa y decía: «Bueno, no es cerdo, ¿no?».

      Algunos creían que estaba pirado. Me mandaron a ver al loquero, que dijo: «No es ningún demente. El muchacho tiene fe».

      Empecé a dedicarme a caldear el ambiente. Era lo mío. Llevaba un libro de Karl Marx encima, solo por tocar los huevos. Una vez, hasta llamaron a la Policía militar para que registrara mi taquilla para ver si encontraban libros que me relacionaran con los soviéticos o algo por el estilo. Pero lo único que encontraron fue el libro de Karl Marx, que se podía conseguir en cualquier biblioteca. De hecho, lo había sacado de la que había en la base. Al final me lo devolvieron, no sin antes pedirme disculpas.

      Pero seguía estando bajo vigilancia. Tenía que presentarme una vez por semana ante el Servicio de Inteligencia del Ejército. Además, habían trasladado a la base a un tío del FBI que era como mi agente de la condicional. A mí no me molestaba ir a verle, así al menos podía escaquearme del trabajo. Siempre le decía: «Por favor, no me vuelva a mandar allí, quedémonos aquí charlando todo el día».

      Después de cumplir con mis horas de servicio, predicaba el Islam y el marxismo. Era muy joven, solo tenía diecinueve años. Cuando los animaba a coger las armas y a luchar por ello, lo decía en serio. No buscaba tanto un conflicto racial como una revolución de clase. El sistema estaba en contra de mi gente. Si tenía que empuñar un arma, quería alzarla contra el sistema y no contra un vietnamita que no conocía de nada. Estaba dispuesto a morir por la causa… pero entonces no sabía lo que era la muerte.

      Tuve que subir para hablar con el comandante de la base, un capullo con dos estrellas en el uniforme. Le expliqué mis creencias y le dije que estaba dispuesto a morir por ellas. «Bueno —respondió—, pues si quieres morirte, adelante. Pero nada de luchar y morir en las calles. Tú vas a morir en Vietnam.» El Servicio de Inteligencia había dado su aprobación y mis órdenes eran ir directo a Nam.

      El asistente del general me dijo: «Como te gustan tanto los vietnamitas y esas ideas comunistas, te mandamos a Vietnam para que te reúnas con ellos. Ya nos encargaremos nosotros de que te maten». A todo el mundo se le dibujó una sonrisa en la cara. Era el mayor hazmerreír que había pisado Fort Polk: el comunista al que mandaban a Vietnam.

      ~

      A mediados del permiso de treinta días que te daban antes de ir a Vietnam, estaba en casa, en St. Louis, sentado en el sofá viendo la televisión. De repente, interrumpieron la emisión para informar de que había estallado la Ofensiva del Tet33.

      En uno de los últimos discursos que nos dieron en el Ejército antes de marcharnos, nos aseguraron: «Escuchad, allí es todo bastante civilizado. Tendréis piscina, cafeterías y cosas así. No tendréis que bajar corriendo del avión para formar un perímetro defensivo alrededor de la base aérea de Saigón». Pero eso era precisamente lo que el «enemigo» mostraba en la televisión: que la gente estaba saltando por los aires en la base aérea de Tan Son Nhut.

      Mis amigos me decían: «Pero ¿tú estás loco? ¿De verdad que vas a ir? Michael, piénsatelo». Hasta se ofrecieron a prestarme dinero para que desertara a Canadá. Pero la verdad es que yo no estaba muy cuerdo. Ya estaba demasiado metido en todo aquello.

      Antes de presentarme a filas, pasé unos días solo en San Francisco. Supongo que me lo pasé bien. Me despertaba sin un dólar en la cartera, pero sin heridas ni moratones. Nadie me había hecho daño, pero no recordaba nada de la noche anterior. Me gasté varios cientos de dólares; solo me quedé con el dinero justo para coger el autobús e irme a la base de las Fuerzas Aéreas de Oakland.

      ~

      Cuando llegué a casa tras la instrucción, mi familia no sabía qué hacer conmigo. Mi novia no paraba de decirme: «¡Vaya, Jim! ¡Estás hecho todo un patriota! ¿Qué te ha pasado? Parece que cuando te cortaron el pelo también te lavaron el cerebro». El Cuerpo de Marines me había convencido de que la guerra era lo correcto. «Sí, pero tú antes no eras así», me dijo ella.

      Yo no me veía cambiado, pero nadie entendía qué me pasaba: «¿De qué va todo esto? De repente eres Jim, el patriota, que se va a luchar en la gran guerra y ni siquiera sabe por qué».

      Конец ознакомительного фрагмента.

      Текст предоставлен ООО «ЛитРес».

      Прочитайте эту книгу целиком, купив полную легальную версию на ЛитРес.

      Безопасно оплатить книгу можно банковской картой Visa, MasterCard, Maestro, со счета мобильного телефона, с платежного терминала, в салоне МТС или Связной, через PayPal, WebMoney, Яндекс.Деньги, QIWI Кошелек, бонусными картами или другим удобным Вам способом.

/9j/4AAQSkZJRgABAQABLAEsAAD/4QD4RXhpZgAATU0AKgAAAAgABwESAAMAAAABAAEAAAEaAAUA AAABAAAAYgEbAAUAAAABAAAAagEoAAMAAAABAAIAAAExAAIAAAAgAAAAcgEyAAIAAAAUAAAAkodp AAQAAAABAAAApgAAAAAAAAEsAAAAAQAAASwAAAABQWRvYmUgUGhvdG9zaG9wIENTNiAoTWFjaW50 b3NoKQAyMDIwOjA3OjAxIDEyOjUzOjQ3AAAEkAQAAgAAABQAAADcoAEAAwAAAAEAAQAAoAIABAAA AAEAAAf6oAMABAAAAAEAAAu4AAAAADIwMjA6MDc6MDEgMTI6Mjk6NDkA/+ERjGh0dHA6Ly9ucy5h ZG9iZS5jb20veGFwLzEuMC8APD94cGFja2V0IGJlZ2luPSLvu78iIGlkPSJXNU0wTXBDZWhpSHpy ZVN6TlRjemtjOWQiPz4gPHg6eG1wbWV0YSB4bWxuczp4PSJhZG9iZTpuczptZXRhLyIgeDp4bXB0 az0iWE1QIENvcmUgNS40LjAiPiA8cmRmOlJERiB4bWxuczpyZGY9Imh0dHA6Ly93d3cudzMub3Jn LzE5OTkvMDIvMjItcmRmLXN5bnRheC1ucyMiPiA8cmRmOkRlc2NyaXB0aW9uIHJkZjphYm91dD0i IiB4bWxuczp4bXA9Imh0dHA6Ly9ucy5hZG9iZS5jb20veGFwLzEuMC8iIHhtbG5zOnhtcE1NPSJo dHRwOi8vbnMuYWRvYmUuY29tL3hhcC8xLjAvbW0vIiB4bWxuczpzdFJlZj0iaHR0cDovL25zLmFk b2JlLmNvbS94YXAvMS4wL3NUeXBlL1Jlc291cmNlUmVmIyIgeG1sbnM6c3RFdnQ9Imh0dHA6Ly9u cy5hZG9iZS5jb20veGFwLzEuMC9zVHlwZS9SZXNvdXJjZUV2ZW50IyIgeG1sbnM6ZGM9Imh0dHA6 Ly9wdXJsLm9yZy9kYy9lbGVtZW50cy8xLjEvIiB4bWxuczpwaG90b3Nob3A9Imh0dHA6Ly9ucy5h ZG9iZS5jb20vcGhvdG9zaG9wLzEuMC8iIHhtbG5zOnBkZj0iaHR0cDovL25zLmFkb2JlLmNvbS9w ZGYvMS4zLyIgeG1wOk1vZGlmeURhdGU9IjIwMjAtMDctMDFUMTI6NTM6NDcrMDI6MDAiIHhtcDpD cmVhdGVEYXRlPSIyMDIwLTA3LTAxVDEyOjI5OjQ5KzAyOjAwIiB4bXA6TWV0YWRhdGFEYXRlPSIy MDIwLTA3LTAxVDEyOjUzOjQ3KzAyOjAwIiB4bXA6Q3JlYXRvclRvb2w9IkFkb2JlIFBob3Rvc2hv cCBDUzYgKE1hY2ludG9zaCkiIHhtcE1NOkluc3RhbmNlSUQ9InhtcC5paWQ6MDI4MDExNzQwNzIw NjgxMTgyMkFDRDA0NjQ4QTRCMDAiIHhtcE1NOlJlbmRpdGlvbkNsYXNzPSJwcm9vZjpwZGYiIHht cE1NOkRvY3VtZW50SUQ9InhtcC5kaWQ6MDE4MDExNzQwNzIwNjgxMTgyMkFDRDA0NjQ4QTRCMDAi IHhtcE1NOk9yaWdpbmFsRG9jdW1lbnRJRD0ieG1wLmRpZDo0QzA2RjVDNTNEMjA2ODExODA4M0Y5 QjFENjIyRUMyMCIgZGM6Zm9ybWF0PSJpbWFnZS9qcGVnIiB
Скачать книгу