La música de lalengua. Ruth Gorenberg

La música de lalengua - Ruth Gorenberg


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localiza como el fantasma. Ya no será entonces tan apropiado hablar del “objeto de la voz” y del “objeto de la mirada” como fenómenos puramente perceptivos sino más bien de la voz y de la mirada como objetos de la pulsión atrapados en las redes del lenguaje, fijados en la estructura del fantasma de un modo tan singular para cada sujeto como singular es su experiencia de goce y de sentido de esos objetos.

      El objeto voz tiene sin embargo una particularidad con respecto al objeto mirada que el arte de Marcel Duchamp supo indicar con un preciosa fórmula: “Se puede mirar ver. ¿Acaso se puede escuchar oír?”. La reversibilidad del objeto mirada parece resistirse en el caso del objeto voz de una manera que escapa a esta duplicación o elevación a la segunda potencia propia del registro de lo imaginario. Sólo en la suspensión de un silencio tácito, un silencio que sería idéntico a su propio decir, un silencio que diría el hecho mismo de escuchar, podríamos intentar localizar este punto imposible en el que alguien escucharía oír. Algo así sucede a veces en la intimidad de la experiencia analítica, donde el diván hurta al sujeto la posibilidad de reintroducir su discurso en el espacio imaginario de la mirada del otro, cuando un silencio llega a ser tan o más elocuente que una largo discurso efectivamente dicho. ¿No es entonces, en el silencio del analista, cuando casi parece que se podría escuchar oír –¿o bien oír escuchar?– al Otro en su discurso? Allí se hace presente un real de la lengua que implica la imposibilidad de la reciprocidad o de la duplicación imaginaria que solemos evocar con la fórmula de Lacan: no hay Otro del Otro. No hay, en efecto, Otro del Otro que pueda escuchar que se escucha, ni oír que se oye� En este punto de imposibilidad de representación del acto de escuchar, de representarse también al Otro y a uno mismo en el acto de escuchar, aparece sin embargo una presencia irreductible, una presencia que toma la consistencia de un objeto, ese objeto que la enseñanza de Jacques Lacan formalizó con su famoso objeto a.

      La voz como objeto revela entonces su naturaleza más escondida, la de una presencia silenciosa que atraviesa significantes y lenguas diversas, momentos cruciales en la vida del sujeto que han quedado marcados por una experiencia de satisfacción pulsional, ya sea de placer o de displacer, una experiencia de goce en todo caso que hace del objeto a el ombligo alrededor del cual se ordenan las significaciones más o menos ruidosas de esa vida. En cada uno de sus nudos, este objeto a sigue permaneciendo silencioso como el ombligo más real de la realidad, como la misma razón de su consistencia.

      Es ahí también donde la fonética –el estudio de los sonidos físicos del discurso– se distingue necesariamente del fonema –la unidad fonológica mínima en cada lengua– en el que ese discurso articula sus significaciones.

      Este es precisamente el punto de partida, tanto lógico como expositivo, de la excelente tesis de nuestra colega Ruth Gorenberg que el lector tiene en sus manos y que tenemos el gusto de presentarle gracias a su amable invitación. Es una investigación, tan minuciosa como amena, del recorrido del objeto voz en la enseñanza de Jacques Lacan, de su incidencia en la clínica psicoanalítica siguiendo la paciente construcción de su consistencia lógica. Y es también una enseñanza, en el sentido que este término tiene en el Campo freudiano más allá de su significación en el discurso universitario: no se trata sólo de la elaboración de un saber sobre su objeto, se trata de la experiencia misma de ese objeto para extraer de ella un saber siempre inédito. Y ello siguiendo las huellas de la experiencia clínica, desde la de los clásicos de la psiquiatría hasta la clínica más elaborada de los testimonios que en las Escuelas de la Asociación Mundial de Psicoanálisis llamamos “clínica del pase”, donde estos testimonios obtienen el más alto grado de densidad subjetiva.

      El lector atento sabrá escuchar así en este recorrido las distintas modulaciones que el objeto voz tiene en la enseñanza de Lacan, hasta encontrar aquel “acorde resolutivo” que él mismo evocó muy pronto (cf. su texto “Intervención sobre la transferencia”, en la página 204 de los Escritos) como la anticipación de la melodía en la “frase musical” de la transferencia, la que mueve y agita a cada sujeto en su relación con el inconsciente y en su relación con el saber del psicoanálisis.

      Una vez allí, seguirá siendo cierta aquella sentencia de Claude Debussy que vale tanto para la experiencia musical como para la definición de la propia transferencia: “Es el espacio entre las notas lo que define la música”.

      Es a recorrer este espacio que las páginas que siguen convocan al lector.

      Barcelona, abril de 2016

      Mi interés por investigar el objeto voz se despierta a partir del encuentro con una frase de Lacan del Seminario 21 en el marco de los seminarios de maestría. Dicha frase es la siguiente: “No hay que confundir la fonética con el fonema”. Ésta tuvo un efecto clave conduciéndome a un recorrido con el cual me propuse cernir una lógica que implicó algunos trayectos.

      En primer lugar, fueron sin duda los testimonios del pase los que me permitieron confirmar las distintas incidencias del objeto voz. Bajo la forma de una interpretación, el analista hace uso de su voz imprimiendo comicidad, ironía o bien indiferencia. De ese modo fue posible vislumbrar algo del orden de la relación con el objeto, a partir de esa modulación de la voz que llega a producir un resonar en el cuerpo.

      Así, vía la repetición fantasmática, fue válido corroborar la localización de los efectos del objeto voz, comprobando los diversos modos en que en la cura se produce una transformación, relativa a la operación de separación. Evidentemente, los efectos del análisis inciden en la relación del sujeto al objeto voz. Por ello, aislar el sesgo áfono de dicho objeto, ese “indecible”, suele acompañarse de un alivio respecto de los efectos de la voz del superyó.

      En mi recorrido, el hallazgo del rasgo áfono del objeto voz se articuló al shofar, instrumento ritual judío que Lacan introduce en su Seminario 10 y que en el “Seminario Inexistente” aparece ligado al pasaje desde el Nombre del Padre a su pluralización. Su sonar me acompaña desde la infancia dada mi educación judía. Del mismo modo, me resultaron familiares las referencias bíblicas que Lacan toma para ilustrar aquella dimensión de goce que evoca el bramido del shofar en su función de fonemización.

      Fue sorprendente, dada mi formación como médica psiquiatra, advenir a la operación de ruptura que implica la propuesta de Lacan sobre la alucinación como un hecho de lenguaje. Esta operación ha cuestionado las teorías psiquiátricas imperantes que atribuyen las voces audibles de la alucinación, a un error en la percepción o bien a una percepción sin objeto.

      Es por ello que me resultó interesante convalidar la vigencia del valor de la palabra hablada en un análisis, en presencia de un analista y en transferencia, justamente en una era en la que imperan las imágenes, era de lo virtual.

      Para concluir, me orienta la concepción del final del análisis de la “Proposición...” de Lacan de 1967, según la cual “el partenaire se desvanece por no ser ya más que saber vano...”. Así se alude al vaciamiento de la consistencia del Otro a la que apunta la experiencia analítica. En el caso de mi tema de interés, subrayo el valor de investigar los modos en que se evidencian los efectos de vaciamiento de la consistencia fantasmática ligada al objeto voz.

      De tal modo, me produjo resonancias la fórmula propuesta por Leonardo Gorostiza acerca de la solidez de un vacío, definición paradójica que, en el caso del objeto voz, podría comprenderse en tanto ese vacío que primeramente alojaba goce, una vez localizado y separado al cabo de un análisis, adquiere la solidez de una construcción a la cual es posible arribar, cuya potencia validan los testimonios del pase.

      Nuestra tesis se basa en el interés por investigar la dimensión de exterioridad del objeto voz respecto de la voz efectivamente emitida. Por ello en nuestro desarrollo, nos interesa abordar la cuestión de la voz tal cual Lacan la propone a partir del Seminario 10, La angustia (2008): como uno de los objetos de la pulsión, como voz áfona, es decir, más allá de su sustancia sonora.

      En tal sentido, el relato de Lacan acerca de alguien que va a verlo diciéndole “lo que me hacía falta, era su voz”, nos conduce a enfatizar que no es una cuestión de timbre, en tanto se trata


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