Renunciar a todo. Christopher M. Hays
de los lazos materiales y familiares para que no vacilaran respecto a morir por fidelidad a su Señor. Después de su muerte, la gente podría reanudar la ética de la riqueza más tradicional descrita en el Antiguo Testamento: la atención a la justicia para los vulnerables, el cuidado generoso de los pobres, la pervivencia de la propiedad privada, etc. Si esto fuera así, uno podría olvidarse tranquilamente del despojarse radicalmente de las posesiones, ya que era parte de la situación única que rodeaba la inminente muerte de Jesús.
A su favor, esta lectura reconoce que la ética de Lucas es parte integral de la tarea más fundamental de seguir a Jesús, una tarea que conlleva imitar el sacrificio que Jesús hizo de sí mismo en representación de su pueblo. Esta interpretación también parece atractiva porque libera al lector de la obligación de las exigencias invasoras y al parecer ilógicas de la renuncia completa; puesto que el lector no está en la misma situación histórica de los primeros seguidores de Jesús, no necesita seguir las enseñanzas que Jesús dio a esos primeros discípulos.
Hay, sin embargo, una serie de problemas con esta explicación. En primer lugar, es erróneo ver a Lucas 14.27 como un mero mandamiento para que los primeros discípulos murieran con Jesús en Jerusalén. La primera vez que Jesús invocó este tema en particular fue cuando dijo: «Si alguien quiere ser mi discípulo, que se niegue a sí mismo, lleve su cruz cada día y me siga» (Lc 9.23). Aunque el acto de tomar la cruz diariamente no excluye la posibilidad de una muerte literal como resultado de seguir a Jesús, es evidente que uno no puede morir físicamente cada día; como tal, el versículo probablemente se enfoca en la necesidad del sufrimiento y del sacrificio para los seguidores de Jesús, muchos de los cuales, a pesar de llevar su cruz diariamente, no morirían antes de que vieran el reino de Dios (9.27). Así que no debemos pensar que el mandamiento de llevar la cruz fue anulado después de la muerte de Jesús. Por lo tanto, es problemático afirmar que el mandamiento asociado, de renunciar a las posesiones de uno, también expiró el día en que Jesús fue crucificado.
Del mismo modo, los comentarios de Lucas sobre la pobreza y la renuncia no se limitan al período en que los discípulos acompañaron a Jesús a Jerusalén. En primer lugar, la enseñanza en Lucas 6.20 («Dichosos ustedes los pobres, porque el reino de Dios les pertenece») no ocurre durante la narrativa de viaje (Lc 9.51–19.28). En segundo lugar, la renuncia a las posesiones por parte de los discípulos comenzó mucho antes del viaje a Jerusalén; Pedro, Jacobo, Juan y Leví dejaron todo para seguir a Jesús al comienzo de su ministerio en Galilea (cf. 5.11, 28). De la misma manera, los discípulos continuaron practicando el despojarse de sus posesiones y propiedades después de la muerte y resurrección de Jesús (Hch 4.34-37). Si la ética de la riqueza de Jesús solo se pretendía para un período interino antes de su muerte, los cristianos de Jerusalén aparentemente no recibieron el mensaje.
Por último, la enorme cantidad de espacio que Lucas dedica a la ética en su narrativa de viaje debe alejarnos de la explicación provisional. Lucas pasa mucho más tiempo hablando de ética que Marcos y Juan juntos, y mientras que la cantidad de material moral en su evangelio es similar a la de Mateo, Lucas ubica la mayor parte de ello en esta narrativa de viaje de diez capítulos. Parece inverosímil que Lucas pasara tanto tiempo elaborando sus argumentos morales10 si no consideraba que la moral prescrita allí era obligatoria para sus lectores. Por estas razones, pocos eruditos consideran que la explicación provisional sea una interpretación convincente de las enseñanzas de Lucas sobre el dinero.
La explicación literaria
Otra manera de explicar las inconsistencias e impracticabilidades de la ética de Lucas respecto a la riqueza es la de atribuir algunos de los versículos problemáticos a otras fuentes literarias. Los eruditos del Nuevo Testamento practican a menudo lo que se llama «crítica de las fuentes» o «crítica literaria». Recurriendo a la premisa que los autores de los evangelios sinópticos utilizaron algunas fuentes escritas anteriores en la compilación de sus evangelios, los eruditos bíblicos intentan identificar cuáles elementos de los evangelios canónicos vinieron de estos textos anteriores. En algunos momentos más ambiciosos, los eruditos también tratan de imaginar qué clase de comunidad podría haber sido responsable de la fuente del texto en cuestión. Todo esto es pertinente al tema de la ética lucana de la riqueza porque algunos eruditos sugieren que las inconsistencias en las enseñanzas de Lucas derivan de textos de fuentes que él utilizó, fuentes cuyas enseñanzas son realmente incompatibles la una con la otra.
Si bien los detalles de estas explicaciones literarias difieren, sus características principales son las mismas. Sus defensores primero argumentan que algunos de los versículos particularmente «radicales» en Lucas (por ejemplo, el mandamiento de despojarse en 12.33, o las fuertes condenas contra los ricos en 6.24 y 16.19-26) no surgen necesariamente del propio Jesús, sino que por el contrario fueron parte de la enseñanza de un grupo del primer siglo que era distinto de los seguidores originales de Jesús y que más tarde llegó a ser la iglesia apostólica. (A veces el grupo reconstruido se identifica con «ebionitas»11 o «radicales carismáticos errantes»12 o la «comunidad itinerante Q»). En algún momento dado, las enseñanzas del grupo más radical se escribieron y pusieron en circulación, y Lucas utilizó esos escritos, junto con otros, en la composición de su propio Evangelio.
El argumento implica que el mismo Lucas tenía una ética de la riqueza más moderada, y que él enfatizaba la generosidad en cuanto a la hospitalidad y dar limosna. Sin embargo, Lucas utilizó los relatos radicales sobre el despojarse y las condenaciones terribles contra los ricos contenidas en los textos de sus fuentes con el fin de criticar a la gente adinerada y egoísta en su propia comunidad (tal vez sin darse cuenta de que al hacerlo así, introdujo importantes contradicciones en las enseñanzas que él atribuyó a Jesús). De manera que las inconsistencias en la ética de Lucas respecto a la riqueza no reflejan inconsistencias en las enseñanzas históricas propias de Jesús ni en el propio pensamiento de Lucas; sino que se supone más bien que son las consecuencias de incluir textos de fuentes radicales dentro de un marco moral más moderado. El beneficio implícito de esta lectura es que el lector del Evangelio de Lucas no tiene que sentirse obligado a creer en la condenación terrible contra los ricos o a despojarse completamente, a menos que haya una necesidad sentida de identificarse con una secta no apostólica que desapareció hace mucho tiempo.
A pesar de la plausibilidad inicial de tal reconstrucción, las explicaciones literarias no han ganado mucho terreno en el ámbito académico más amplio. Algo de esto se debe a la vulnerabilidad de las reconstrucciones de las comunidades históricas que supuestamente están «detrás» de los textos de las fuentes que Lucas tuvo a su disposición. El constructo de un texto fuente constituye, por sí solo, un gran esfuerzo especulativo (por decir lo menos); el uso de los detalles de ese texto fuente para imaginar las características de la comunidad de donde surgió dicho texto complica la especulación mucho más. Es cierto que en las décadas de 1970 y 1980 —cuando florecieron las explicaciones literarias— se consideraba más plausible la identificación del texto de una fuente con «ebionitas» o «carismáticos errantes» o una «comunidad itinerante como Q». Desde ese entonces, sin embargo, cada una de estas reconstrucciones ha perdido aceptación, tanto por razones de crítica de las fuentes como por razones históricas.
Otra vulnerabilidad de las explicaciones literarias es su tendencia a separar de Jesús mismo los elementos que hacen difícil la ética de Lucas respecto a la riqueza. La erudición sobre el Jesús histórico ahora reconoce que el propio Jesús fue muy crítico de la riqueza, y que la veía como un grave peligro para la fecundidad espiritual (Mt 13.22; Mr 4.19; Lc 8.14) y de hecho para la inclusión en el reino de Dios (Mt 19.23-26; Mr 10.23-27; Lc 18.24-27). También es indiscutible que Jesús ordenó despojarse por completo de las posesiones, por lo menos en una ocasión (Mt 19.21; Mr 10.21; Lc 18.22).13 Tal erudición hace que sea más difícil dejar de lado las enseñanzas de Lucas sobre la renuncia y relegarlas a un texto de alguna fuente idiosincrática.
Finalmente, estas explicaciones literarias