Hermanas. Natalia Rivera
en el trabajo o el servicio, sino en Jesús, el novio, que nos llama Su amada. A los 34 años de edad, me sentía completamente agotada por el ministerio. Pronto noté que trabajaba para expandir el ministerio de Jesús, pero que lo había soslayado a Él. En el quebrantamiento de mis oraciones comencé a aprender lo que significa ser la amada de Jesús.
EL PARADIGMA DE LA NOVIA
No sé en qué momento adopté la noción errónea de que Cantares era un «manual matrimonial» solo dirigido a personas casadas y que no aplicaba a mí, una mujer soltera en el ministerio. Esta alegoría, el canto más bello del rey Salomón de Israel, data de entre 971 y 931 a.C. El «Cantar de los cantares» fue la composición favorita y más excelente del rey, única entre las 1005 que escribió durante su vida (1 Rey. 4:32). Esta historia de amor es una alegoría cuyo propósito es que ahondemos en nuestra relación con Jesús. Los judíos conciben este canto como una representación del amor de Dios por Israel. La mayoría de cristianos creen que se trata de un símbolo del amor entre Cristo y la Iglesia, Su novia. Durante gran parte de la historia de la Iglesia, este texto estaba vedado a las mujeres porque lo creían demasiado erótico para ellas.
El Cantar de los cantares de Salomón no es un manual matrimonial, sino una guía para la Iglesia y el creyente sobre cómo adoptar la identidad y la intimidad de la novia de Cristo. Salomón, el rey, el novio, simboliza a Jesucristo y Su amor vigoroso, nuestro novio eterno. La mujer sulamita no representa una mujer en particular en la vida de Salomón; en realidad es una doncella cautivada por el amor de su rey. Este poema o canto no detalla la historia de la heroína, pero sí la describe con precisión, ya que nosotros debemos identificarnos y confrontar su nostalgia por su novio. Antes de profundizar más en este canto de amor sagrado, examinemos el paradigma de la novia.
Este importante marco operativo bíblico es un tema recurrente a lo largo de toda la Escritura. Se encuentra en Génesis 1, cuando Dios crea al hombre y a la mujer a la imagen de la Trinidad. Aquí Él presenta el modelo de esposo y esposa cuando afirma que Adán no debe estar solo en la Tierra, aunque tuviera perfecta comunión con el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Luego Dios creó a Eva y se la entregó a Adán como compañera y ayudante. Dios disfruta el amor, pues Él creó tanto el amor divino como el humano.
También vemos el paradigma de la novia en la historia de amor entre Dios e Israel. Él se llama a sí mismo el novio de Israel, Su novia que continuamente lo abandona. Durante siglos, Israel acudió y abandonó a Dios múltiples veces. En Isaías (capítulos 61 y 62) y Jeremías (capítulos 2 y 32) Dios afirma su conexión con Israel y declara que está casado con ella. Después, la alegoría se torna personal cuando Dios le pide al profeta Oseas que se despose con la prostituta llamada Gómer. Esto era una metáfora de la relación del Señor con Israel, que lo abandonaba por otros amantes y rechazaba Su amor, deslumbrada por lo que otros tenían. En el Antiguo Testamento, el paradigma de la novia se nos presenta en que Dios es continuamente rechazado por Israel, su novia.
En el Nuevo Testamento, percibimos este paradigma con mayor claridad en los cuatro Evangelios cuando Jesús se identifica como el novio.
Jesús les contestó:
—¿Acaso pueden ayunar los invitados del novio mientras él está con ellos? No pueden hacerlo mientras lo tienen con ellos.
Pero llegará el día en que se les quitará el novio, y ese día sí ayunarán. (Mar. 2:19-20)
Jesús se concibe como el novio: encarnado, el perfecto cortejador y pretendiente del mundo. Hay muchos pasajes bíblicos que describen el paradigma de la novia. Con el propósito de comprender más a profundidad este concepto, examinaremos el quinto libro sapiencial en el Antiguo Testamento. Dicho libro ilustra con detalle la verdad eficaz de concebir a Jesús como el novio y a nosotros como Su novia. A lo largo de este texto, tradicionalmente desconocido y enigmático, se describe el romance entre Salomón, que representa a Jesús, y la mujer sulamita, que nos representa a nosotros, la novia. Esta mujer es la protagonista del texto y nos muestra la pasión y la devoción que alberga por su amado, una fascinación por él y un anhelo ferviente por su amor. Estudiemos con detalle a esta líder poco convencional; aprendamos cómo este amor, esta intimidad, nos pueden orientar para convertirnos en líderes enamorados.
EL AMOR DE LA MUJER SULAMITA
Cantares es un libro que alberga increíbles riquezas y tesoros disponibles para el lector. En el texto conocemos a la mujer sulamita, que está obsesionada con su amado. Este viaje de amor abarca varias estaciones y lugares. Ello simboliza nuestra relación con el novio eterno; relación que puede parecer cíclica, pero está repleta de aventuras. Un momento ellos escalan una montaña, al siguiente exploran un jardín. Esta alegoría e historia de amor nos revela mucho sobre la identidad de novio de Jesús, quien ama con amor inagotable, y sobre nuestra identidad como Su novia, que recibe y responde con amor.
El libro inicia con el anhelo de la mujer sulamita de profundizar en esta relación, de experimentar más del amor de su novio, amor más grato que el vino.
Ah, si me besaras con los besos de tu boca…
¡grato en verdad es tu amor, más que el vino!
Grata es también, de tus perfumes, la fragancia;
tú mismo eres bálsamo fragante.
¡Con razón te aman las doncellas!
¡Hazme del todo tuya! ¡Date prisa!
¡Llévame, oh rey, a tu alcoba! (Cant. 1:2-4)
Ella está desesperada por Su amor y no se siente avergonzada. ¿Te identificas con esto? ¿Anhelas experimentar no solo el ministerio y las personas, sino a Jesús mismo?
A lo largo del texto, este amor es descriptivo, barroco y poético, tanto en el aspecto físico como en el emocional. En esencia, nos ilustra la intimidad entre dos amantes. En esa relación, ambos toman la iniciativa, responden y reciben al otro. Ellos van del banquete del amado a los árboles, se resguardan en las grutas entre rocas, pasean por viñedos, visitan el desierto y mucho más. En los capítulos 4 y 5 encontramos la imagen del jardín, que simboliza el corazón de la amada.
Jardín cerrado eres tú,
hermana y novia mía;
¡jardín cerrado, sellado manantial! (Cant. 4:12)
Unos versículos más adelante, ella describe con más detalle su corazón, el jardín de su amado.
¡Viento del norte, despierta!
¡Viento del sur, ven acá!
Soplen en mi jardín;
¡esparzan su fragancia!
Que venga mi amado a su jardín
y pruebe sus frutos exquisitos. (Cant. 4:16)
Salomón responde que disfruta mucho su jardín y ha quedado satisfecho.
He entrado ya en mi jardín,
hermana y novia mía,
y en él recojo mirra y bálsamo;
allí me sacio del panal y de su miel;
allí bebo mi vino y mi leche. (Cant. 5:1)
En el capítulo 5, la relación experimenta un cambio. Salomón, el novio, le pide a la mujer sulamita en el versículo 2 que salga de su aposento y que lo acompañe a subir una colina. Ella responde que permanecerá allí la noche y que está lista para dormir. Después se levanta y abre la puerta, pero él se ha ido. Ella lo rechaza y luego lo busca desesperadamente. Su corazón busca a su amado.
Le abrí a mi amado,
pero ya no estaba allí.
Se había marchado,
y tras su voz se fue mi alma.