DATUS Dispositivo Analítico para el tratamiento de Urgencias Subjetivas. Ines Sotelo
COMITÉ EDITORIAL
Dr. Fabián Allegro, Dr. Pablo Fridman, Dr. Daniel Millas,
Dr. Fabián Naparstek.
Digitalización: Proyecto451
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Inscripción ley 11.723 en trámite
ISBN edición digital (ePub): 978-987-8372-22-8
Para Nilo y Ara
que nos anuncian que
mañana es mejor
Agradecimientos
A la Universidad de Buenos Aires y a la Facultad de Psicología, por haberme abierto y posibilitado un campo ilimitado de formación. Al Hospital Público, especialmente al Hospital Interzonal General de Agudos “Evita” (Ex Aráoz Alfaro) y al Hospital General de Agudos “P. Piñero”, donde abracé la pasión por la clínica psicoanalítica en el Hospital Público.
A la Escuela de la Orientación Lacaniana, a través de la cual alcancé a dimensionar lo crucial de la posición del analista en la articulación entre táctica, estrategia y política. A los colegas y AE por sus enseñanzas, por el trabajo de escuela, crucial en mi formación.
A Graciela Brodsky.
A mi familia, por las buenas marcas.
A Roberto, Mario, Mariana, Luz, Ara y Nilo quienes me acompañan y sostienen día a día.
A cada uno de los docentes de las cátedras “Clínica de la Urgencia” y “Psicoanálisis Orientación Lacaniana. Clínica y escritura”, con quienes comparto espacios de investigación, formación y transmisión. A los Investigadores del Equipo UBACyt, en particular al codirector Guillermo Belaga.
A mis amigos y colegas, permanentes interlocutores: Alejandra Rojas por su sostenida lectura e inclaudicable amistad, a Larisa Santimaria, a Tomasa San Miguel, a Daniela Fernández, a Lucas Leserre, a Paula Rodríguez Acquarone, a Gustavo Sobel, a Valeria Mazzia, con quienes la episteme se enlaza con el cariño, la confianza y la amistad.
Al Director de mi Doctorado Pablo Fridman, a Ester Cohen y a Adriana Rubistein quienes me orientaron sostenidamente.
A los estudiantes que con su presencia comprometida ponen en causa el deseo por la transmisión del psicoanálisis.
Y ya en esta etapa de transformar el recorrido de tesis en un libro se agrega Luciano Lutereau, que con su estilo respetuoso y riguroso ha corregido la escritura y los detalles literarios, cruciales para provocar al lector hasta el final.
A Silvia Cortese por su rigurosa transmisión acerca de la problemática del consumo.
A Alejandra Glaze por su apuesta editorial.
A Gustavo Lichinchi (*) por su obra “Tres heridos diferentes” con la que se presenta el libro, más allá de las palabras.
Mi especial agradecimiento a Miquel Bassols quien me ha honrado con su lectura y el bellísimo prólogo que enmarca, sitúa y profundiza este trabajo.
*- Gustavo Lichinchi es un artista plástico argentino. “Tres heridos diferentes” (detalle), acrílico sobre tela, año 2012.
Prólogo
Vivimos cada vez más en una civilización de lo instantáneo, donde lo fugaz y lo perecedero imponen el valor de lo fast, del consumo rápido, del acceso y de la satisfacción inmediatos, hasta el punto de que el sujeto mismo acaba consumido en ese tiempo sin saberlo. Que se haya añadido a este fenómeno el calificativo de “líquido” para indicar el sentimiento de fragilidad que lo acompaña no impide que esta liquidez tome cuerpo, se solidifique de manera igualmente rápida en la angustia. La angustia es una verdadera epidemia del mundo contemporáneo y, cada vez más, motivo acuciante de consulta en los servicios de urgencia. El sujeto que llega a estos servicios a punto de verse liquidado por el tiempo de lo instantáneo –ya sea bajo el efecto de un trauma, de un pasaje al acto o de otra emergencia súbita de lo real– suele presentarse como en aquella historia paradójica: “Dios mío, dame un poco de paciencia… ¡pero que sea rápido!”
La angustia, uno de los nombres de la urgencia subjetiva, es el mejor signo que podemos encontrar en el sujeto consumido por este tiempo. Es el mejor si tenemos en cuenta que la otra alternativa es con frecuencia la del pasaje al acto agresivo, en la violencia dirigida al otro o hacia uno mismo. Pero la angustia no es todavía un síntoma. Esta es una de las primeras enseñanzas de la experiencia psicoanalítica tal como Freud la inauguró. Su texto Inhibición, síntoma y angustia sigue siendo en este punto una brújula clínica fundamental.
Hace falta, para que la angustia se convierta en un síntoma tratable, un tiempo. Y ese tiempo no es fácil de producir porque no se reduce a ninguna pauta cronológica de un protocolo, evaluable a partir de unidades contables. Es un tiempo subjetivo, el tiempo que hace falta para que el propio sujeto se localice él mismo en lo que puede decir de la experiencia traumática que lo ha llevado a la urgencia. Es el tiempo para preguntarse: ¿qué soy y dónde estoy en lo que digo? Cuando este tiempo llega a producirse, entonces lo que angustiaba toma la forma de un síntoma tratable.
Esta es la apuesta que el sujeto de la urgencia puede realizar en su encuentro con un psicoanalista.
Y es también la apuesta decidida de la propuesta que el lector encontrará en este libro de nuestra colega Inés Sotelo. La apuesta tiene un nombre, DATUS, y una lógica interna que estas páginas despliegan de un modo que podemos leer según tres dimensiones conocidas en la orientación lacaniana después de que Jacques-Alain Miller las despejara en diversos momentos y lugares:
1. Dimensión epistémica. Hay que recorrer saberes diversos para resituar la noción de urgencia que proviene del campo médico. El lector encontrará en estas páginas un excelente trabajo de rastreo histórico, jurídico, institucional, de la noción y de la experiencia de la urgencia. A la vez, el saber del psicoanálisis despliega un abanico de significaciones de lo que hoy se suele llamar urgencia para mostrar lo que hay de singular en cada una. Una frase de Jacques Lacan al principio de su enseñanza abre para Inés Sotelo una fecunda vía de trabajo: “Nada creado que no aparezca en la urgencia, nada en la urgencia que no engendre su rebasamiento en la palabra”. Lo que es tanto como decir que no hay urgencia sin lenguaje, que la experiencia de la urgencia supone todo un mundo simbólico previo en el que el tiempo depende de la significación producida a partir de una cadena significante. Depende del momento en el que cortemos esta cadena que obtendremos una u otra significación, una u otra experiencia de urgencia subjetiva. La frase que hemos citado antes –“Dios mío, dame un poco de paciencia… ¡pero que sea rápido!”– es un buen ejemplo: los puntos suspensivos indican en el enunciado el tiempo de la urgencia en la enunciación, un tiempo que puede extenderse más o menos según la significación que obtenga para cada sujeto, nunca la misma.
2. Dimensión clínica. Es en esta singularidad de la experiencia de la urgencia que los casos relatados en estas páginas –y hay muchos– obtienen su verdadero valor de ejemplos. Pero son ejemplos para interrogar al saber clínico más que para verificarlo o demostrarlo. El ejemplo clínico tiene aquí la función de poner en suspenso el saber acumulado para abrirlo a una nueva investigación. Si algo debe saber el practicante que se sitúa en el lugar de recibir al sujeto de la urgencia es, siguiendo una enseñanza del psicoanálisis ya apuntada por Freud, poner en suspenso el saber previo que haya adquirido de otros casos, por semejantes que le parezcan. Cuando se trata de responder a la demanda urgente esta condición es todavía más cierta. Lo que valió para un caso no vale necesariamente para otro. En todo caso, sí es cierto que podemos sacar una primera enseñanza de cada uno de ellos: no es lo mejor responder a la urgencia subjetiva con la urgencia del Otro, ya sea la urgencia de curar o la de desangustiar; y lo peor es responder