DATUS Dispositivo Analítico para el tratamiento de Urgencias Subjetivas. Ines Sotelo

DATUS Dispositivo Analítico para el tratamiento de Urgencias Subjetivas - Ines Sotelo


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trabajan en guardias de hospitales públicos de la Ciudad Autónoma de Bs. As. y Gran Bs. As. con el objetivo de identificar los aspectos que favorecen u obstaculizan la resolución de la urgencia. En las entrevistas se puso el acento en situar: el diseño del dispositivo, su uso, el tiempo de resolución de la urgencia, la relación con otros servicios del Hospital así como el objetivo institucional y el objetivo individual del profesional de guardia.

      De esta manera, cada investigación se ha transformado en el esfuerzo por formalizar las preguntas que surgieron de los proyectos anteriores que dan cuenta de la complejidad de la atención de la urgencia en salud mental en el hospital público. Frente a los fracasos y obstáculos de los dispositivos tradicionales, el psicoanálisis encuentra allí un lugar privilegiado para dar una nueva respuesta, al proponer otra lectura y tratamiento de las urgencias.

      Hallazgos

      El hallazgo de estas investigaciones se produjo en las entrevistas a los informantes claves. Allí encontré una notable diferencia entre lo que establecen como el objetivo institucional de la guardia en tanto dispositivo hospitalario y el objetivo de cada profesional, es decir, aquello que se propone cada uno con su intervención.

      El objetivo de la guardia desde la perspectiva de los profesionales es atender la urgencia, la emergencia clínica y psiquiátrica. Describen la guardia como un lugar de tránsito donde el propósito institucional es diagnosticar, evaluar el riesgo e intervenir en pos de que el paciente se compense, se estabilice y se retire, esperando que la permanencia en la guardia transcurra en el menor tiempo posible.

      El objetivo de cada profesional, en cambio, en su intervención en la guardia, parece estar más ligado a generar un espacio diferente en cada caso, lograr el alivio subjetivo, resolver la consulta sin considerar el tiempo que requiera. Otros profesionales refirieron que su propósito era orientar al paciente sobre la causa de la consulta, la estabilización de la crisis, según la consideración de cada paciente en singular. En términos generales, se destacó que los tiempos de la institución, el número de consultas, los espacios de atención de poca privacidad, dificultaban un buen desempeño de la tarea.

      Los servicios de guardia, en la mayoría de los hospitales, trabajan en forma independiente del Servicio de Salud Mental, sin espacios de intercambio o trabajo conjunto. Los profesionales señalan como un problema esta falta de comunicación de la guardia con consultorios externos, así como sus largas listas de espera que dificultan una aceitada articulación entre la intervención de guardia y el tratamiento inmediatamente posterior, crucial para garantizar la continuidad de aquello que ha sido apenas un punto de partida. Si bien reconocen la eficacia para la emergencia médica, también prevalece la vivencia subjetiva de vacuidad o frustración que deja la tarea en tanto desarticulada con una intervención que debería continuarse a mediano y largo plazo. Este fenómeno institucional intentan revertirlo desde su objetivo y empeño personal.

      Numerosas investigaciones en diversos países, que han sido consultadas (Pitts, Pines, Handrigan, & Kellermann, 2012; Polevoi, Jewel Shim, McCulloch, Grimes, & Govindarajan, 2013; Sun, et al., 2013; Zeller, Calma, & Stone, 2014), se manifistan en consonancia con nuestros resultados, concluyendo que las guardias suelen funcionar como “puertas giratorias”, en las que el paciente reingresa a corto plazo. La eficacia, generalmente farmacológica, tiene un efecto inmediato sobre el síntoma, pero al no abordar la causa provoca que, a corto o mediano plazo, el paciente regrese a la sala de emergencias, en muchos casos con los síntomas de la consulta anterior.

      Las coordenadas actuales de la urgencia, desde la perspectiva de algunos pensadores contemporáneos, permiten aproximarse al modo en que esta problemática se entrama en la época. Los profesionales entrevistados coinciden en la complejidad de las consultas que reciben en las guardias: sujetos atravesados por la época cuyo padecimiento, que muchas veces excede lo psíquico, parece estar determinado por múltiples variables, como lo social, lo económico, lo institucional, lo orgánico, lo legal. En este capítulo precisaré el modo en que la problemática de la urgencia se manifiesta en la época actual, para ubicar luego su correlato en la clínica en Salud Mental.

      Dado que el psicoanálisis es la referencia epistémica fundamental de este libro, partiré de las insoslayables referencias freudianas: “Tótem y tabú”, “El malestar en la cultura”, “Más allá del principio del placer”, que nos acercan a lo social como Otro, como alteridad constituida por el universo simbólico, en el cual se enlazan los síntomas. El sujeto toma del Otro sus identificaciones, ideales, significantes, así como estilos de gozar que lo agrupan o marginan. La relación del psicoanálisis con lo social se sostiene en la ética con la que fundamenta su política.

      El siglo XX, con dos guerras mundiales y el avance tecnológico armamentista, ha sido el siglo con mayor cantidad de muertos por acciones bélicas, con las evidentes consecuencias sobre la vida de las personas –atravesadas por la vivencia subjetiva de inseguridad y miedo–.

      En su estudio sobre las grandes ciudades, Paul Virilio (2007) las denomina Ciudad pánico, y explica que la ciudad occidental dejó de ser un lugar de lo político, de la civitas; a partir de la desregulación y la desrealización que ha penetrado en la misma, se ha operado una inversión: la ciudad, que alguna vez fue el corazón de la civilización, se ha vuelto el corazón de la desestructuración de la humanidad.

      La inseguridad es una patología propia de las “megalópolis”, donde se mezclan catástrofe técnica, accidente individual o colectivo, violencia urbana, terrorismo, etc. El “peligro” conduce a los sujetos a la inseguridad indeterminable e incalculable.

      El siglo XX fue el escenario, también, del paso de la civilización agrícola a la civilización industrial. En ella los artificios se multiplicaron y el nuevo real de la ciencia devoró a la naturaleza. Este discurso dominante tiene un poder universalizante, y se expresa en la pluralización de los significantes identificatorios, es decir, con sujetos sin referencia y compelidos a construirse “autonómicamente”, vinculados a una proliferación de objetos técnicos que inducen a modos de gozar “autoeróticos”.

      El gran encierro, afirma Virilio, el regreso a las ciudades cerradas, conduce a los ciudadanos a la búsqueda de seguridad interior, para lo cual se protegen con cercos, cámaras, controles, concluyendo que de la “cosmópolis”, la ciudad abierta de ayer, se pasa a la “claustrópolis”, incrementándose así la desconfianza y segregación de todo lo extraño, extranjero, inmigrante.

      Esta condición que se impone al individuo solo, desarraigado, con su única referencia en el discurso de la ciencia como dador de sentido, tiene su correlato en un “malvivir” frenético y ansiógeno, del que habla Milner (2007), caracterizado por el vacío y el miedo.

      La antigua ciudad amurallada que protegía a sus habitantes de los peligros exteriores se ha transformado y globalizado por la tecnología, las redes, la velocidad, y la información. El hombre deja de pertenecer virtualmente a una ciudad para ubicarse bajo esa nueva modalidad en cualquier lugar del mundo, generalizándose un estado de urgencia y alerta.

      La visión de Virilio muestra una ciudad cuya constitución llama “la catástrofe más grande del siglo XX”, “museo del accidente” que se ha gestado como una burbuja financiera, inmobiliaria, “burbuja metageofísica de la supuesta globalización”, ofreciendo una cita profética de Pierre Mac Orlan, quien en 1924 afirmaba “La ciudad futura no será más que el agrandamiento solemne de una cámara de tortura” (Virilio, 2007).

      Asimismo, en su artículo “Lo que adviene” (2001), Virilio se preguntaba acerca del lugar del sanitarismo en la época de la guerra del todos contra todos, época de individualismo competitivo mercantil como tipo de intercambio social dominante en el mundo.

      Algunos autores afirman que los así llamados desastres y/o catástrofes son los modos en que la naturaleza, el propio cuerpo y la relación con el semejante se manifiestan en sus formas extremas desbordando las capacidades materiales y simbólicas para enfrentarlos. Fariña (2003) diferencia el Desastre (del latín astra) –que alude a un trastrocamiento disruptivo de los elementos que están por fuera de la órbita del sujeto– de la Catástrofe (del griego trophe,


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