DATUS Dispositivo Analítico para el tratamiento de Urgencias Subjetivas. Ines Sotelo
lo saben, de ahí buena parte de la inquietud contemporánea, de su infelicidad, de su talante angustiado. Y ahora cabe esperar que el otro de los dos poderes celestiales, el Eros eterno, haga el esfuerzo para afianzarse en la lucha contra su enemigo igualmente inmortal. ¿Pero quién puede prever el desenlace?” (Freud, 1979d). Y en la carta a Einstein propone: “acaso no sea una esperanza utópica que el influjo de esos dos factores, el de la actitud cultural y el de la justificada angustia ante los efectos de una guerra futura, haya de poner fin a las guerras en una época no lejana (…). Entretanto tenemos derecho a decirnos: todo lo que promueva el desarrollo de la cultura trabaja también contra la guerra” (Freud, 1979i).
Así, la cultura se edifica sobre la base de la renuncia a la satisfacción directa de la pulsión de muerte; pero, simultáneamente, y por las características mismas de la pulsión, se desplaza luego sobre la cultura misma, que deja de constituir un límite a la violencia para transformarse en un motor renovado de la misma.
“Recuerda que hay detrás de aquel espejo…”
–Ahora que si me prestas atención, en lugar de hablar tanto, gatito, te contaré todas mis ideas sobre la casa del espejo. Primero, ahí está el cuarto que se ve al otro lado del espejo y que es completamente igual a nuestro salón, sólo que con todas las cosas dispuestas a la inversa... todas menos la parte que está justo del otro lado de la chimenea. ¡Ay, cómo me gustaría ver ese rincón! Tengo tantas ganas de saber si también ahí encienden el fuego en el invierno... en realidad, nosotros, desde aquí, nunca podremos saberlo, salvo cuando nuestro fuego empieza a humear, porque entonces también sale humo del otro lado, en ese cuarto... pero eso puede ser sólo un engaño para hacernos creer que también ellos tienen un fuego encendido ahí. Bueno, en todo caso, sus libros se parecen a los nuestros, pero tienen las palabras escritas al revés: y eso lo sé porque una vez levanté uno de los nuestros al espejo y entonces los del otro cuarto me mostraron uno de los suyos…
Un libro yacía sobre la mesa, cerca de donde estaba Alicia, y mientras ésta seguía observando de cerca al Rey (pues aún estaba un poco preocupada por él y tenía la tinta bien a mano para echársela encima caso de que volviera a darle otro soponcio) comenzó a hojearlo para ver si encontraba algún párrafo que pudiera leer, ––...pues en realidad parece estar escrito en un idioma que no conozco– se dijo a sí misma.
Y en efecto, decía así:
Durante algún tiempo estuvo intentando descifrar este pasaje, hasta que al final se le ocurrió una idea luminosa:
–¡Claro! ¡Como que es un libro del espejo! Por tanto, si lo coloco delante del espejo las palabras se pondrán del derecho.
Y este fue el poema que Alicia leyó entonces:
GALIMATAZO
Brillaba, brumeando negro, el sol;
agiliscosos giroscaban los limazones
banerrando por las váparas lejanas;
mimosos se fruncían los borogobios
mientras el momio rantas murgiflaba.
(Carrol, L., Alicia detrás del espejo, capítulo 1)
Jacques Lacan aborda el problema de la agresividad desde los inicios de su obra, en textos como “La agresividad en psicoanálisis”, “Introducción teórica a las funciones del psicoanálisis en criminología” y su trabajo crucial “El estadio del espejo como formador del yo (je) tal como se nos revela en la experiencia analítica”. Allí sitúa la agresividad en la constitución misma del yo a través de su presentación del estadio del espejo en tanto “drama” que conduce a la precipitación de una imagen anticipada del yo, a partir de la identificación con la imagen del semejante, imagen a la que el yo queda alienado y que se encuentra en la base de esa tensión agresiva constitutiva y, por lo tanto, ineliminable. En este primer momento, es el registro simbólico, el Otro con mayúscula, el que tiene para Lacan la función de pacificación respecto de la tensión agresiva imaginaria; más adelante localizará esta función alrededor del concepto de Nombre del Padre.
Sobre esta agresividad constitutiva del yo, J.-A. Miller –en su curso La experiencia de lo real en la cura psicoanalítica– la articula con el concepto de goce, al situar seis momentos en la enseñanza de Lacan a los que denomina “paradigmas”. Tomaremos el primero de ellos, que corresponde a la satisfacción imaginaria. Se trata de un goce que no procede del lenguaje, de la palabra, de la comunicación, ni siquiera del sujeto, sino que está unido al yo como instancia imaginaria: el yo a partir del narcisismo, y del narcisismo del estadio del espejo. Se trata del goce imaginario ubicado en el eje imaginario a–a’ del Esquema Lambda. En este eje se despliega el drama de la segregación, del odio, del racismo. Constituye un goce que no puede situarse como satisfacción simbólica y que no es dialectizable, sino inerte, estancado: “o yo, o el otro”. Este goce particular, imaginario, surge en la experiencia analítica cuando se manifiesta una ruptura de la cadena simbólica, de la cual da cuenta el acting out, según el conocido ejemplo de los “sesos frescos” (Kris, 1951). Barrera a la elaboración simbólica, aquella que a través del pacto desvía al sujeto de la agresividad, en la que queda atrapado en ese espejo que es el semejante y que, como el de la Alicia de Carroll, distorciona, engaña.
Se trate de “auto infringida”, “hacia terceros”, “colectiva”, “asociada a un trastorno mental”, en el marco de la neurosis o de la psicosis, la violencia implica la dimensión de la crisis, en el sentido de que le es inherente la carencia de la mediación simbólica que Lacan sitúa con el concepto de Nombre del Padre, teniendo prevalencia la dimensión del actuar.
La función Nombre del Padre pone un freno al goce, pero no sólo en el sentido de la interdicción, sino abriendo otra vía para el sujeto; por fuera del empuje al goce mortífero (Laurent, 2007), posibilita la inscripción en el orden social, al conjugar ley y prohibición, a la vez que da margen al deseo: regula y posibilita un marco para el goce.
Por su parte, Silvia Ons sostiene que asistimos a un proceso de desmaterialización creciente de lo real, en el que los discursos proliferan deshabitados, con palabras sin contenido, produciéndose un abismo entre lo que se dice y lo que se hace, en el que se escabulle lo real de la cosa: “El poder ha perdido legitimidad y la ética se limita a pregonar valores inmutables” (Ons, 2009). Civilización compatible con el caos en ausencia de límites y de significantes-amo en el reino del no-todo. Ons habla del paganismo contemporáneo, que busca la prueba de la existencia de Dios en la sobredosis de sustancias, de trabajo, de deportes peligrosos, del gusto compulsivo por el riesgo.
A la vez, Graciela Brodsky se refiere a “la violencia como síntoma para tratar lo real que subyace en todo relato, en toda ficción, en todo semblante… velo, fantasma llevado al acto para encubrir lo definitivamente imposible de soportar” (Brodsky, 2009).
En nuestras investigaciones hemos localizado que una de las presentaciones frecuentes en la consulta de guardia es el de mujeres golpeadas, una de las formas de la violencia doméstica. De los consultantes que han padecido episodios de violencia, el 40,3% son hombres y el 59,3% mujeres. Lo destacable es que, en el caso de la violencia, para las mujeres es mayoritariamente familiar (20,7%) mientras que para los hombres se distribuye entre social (10,6%) y familiar (15,5%). A su vez, para las mujeres que consultaron, la mayoría de los episodios de violencia fueron ejercidos por un familiar (10,7%); en cambio, para los hombres, la mayoría de las veces era el mismo paciente quien ejercía la violencia (18,6%). Aunque los episodios de violencia no sean el motivo de consulta, está muy presente en la percepción de su incidencia para los profesionales
Estos son tiempos de uso mortificante del cuerpo, sostiene Marisa Morao (2013), entre los cuales se presenta el fenómeno de violencia sobre el cuerpo de la mujer, golpeándolo, arruinándolo, devastándolo; fenómeno llamado feminicidio o violencia de género. El psicoanálisis de orientación lacaniana entiende que el “fenómeno de la violencia sobre el cuerpo hablante femenino muestra el uso devastador que tiene lugar en la pareja estrago” (Morao, 2013). La orientación lacaniana posibilita un movimiento del sujeto femenino, que va desde la pareja estrago a la pareja síntoma, con la posibilidad de soltarse por la vía del discurso analítico más allá