.
Iba recobrando la lucidez poco a poco.
―¿Quiénes sois y por qué me habéis raptado?
―¿Raptado?
Salió a relucir mi sarcasmo.
―Si vamos a estar todo el rato haciéndonos preguntas y ninguno contesta no iremos a parar a ningún lado. Debéis saber que, aunque sea escritor, la verdad es que no tengo ni un chavo, lo cual quiere decir que por mucho rescate que pidáis no os van a dar nada, porque nada hay.
―¿Pedir rescate?
―Joder con las preguntitas.
Volvieron a sus asientos y aposentaron sus posaderas. Habló el de los ojos saltones.
―Mi nombre es Paciencia.
―Te estás quedando conmigo.
Sonrió forzadamente.
―Es mi nombre en clave, pertenecemos al grupo operativo del K5. Y este que está conmigo es mi compañero Vehemencia.
Puse una sonrisa idiota sin entender nada, cosa que ellos sabían.
―¿Esto qué es, el juego del poli bueno y poli malo?
―Vamos a ver escritor, no somos polis.
―Eso ya lo sé, sois…
Me cortó la frase.
―Tampoco somos secuestradores ni vamos a pedir ningún rescate.
Ahí fue donde comencé a preocuparme. Pensé en psicópatas, pero me abstuve de decirlo, por si acaso. El otro me sacó de dudas como si me hubiera leído el pensamiento.
―Tampoco somos psicópatas. Aunque tengamos estas pintas somos de Inteligencia Nacional.
Mi interés se incrementó por momentos.
―¿Sois del CNI?
Se miraron entre ellos.
―Estamos esperando a alguien que te va a contar una historia.
―Vaya, me gustan las historias.
―Solo que quizás no te acuerdes luego.
―No tengo tan mala memoria.
―¿Eso es lo que crees?
―Ya empezamos con las preguntitas.
Siguió un largo silencio. Nadie hablaba. Yo me dedicaba a frotar mis brazos para quitarme el desagradable hormigueo que sentía. Vehemencia miró un enorme reloj que llevaba puesto en la muñeca.
―Creo que ya es hora.
No sé por qué, pero fue en ese momento en que vi las correas sujetas a la cama a la altura de los brazos y los pies. Paciencia se dejó oír.
―Mira escritor, esto lo podemos hacer de dos maneras, o voluntariamente o con inyección.
Me alarmé.
―No me jodas que me vais a atar a la cama.
Me levanté y lancé un puñetazo, pero con lo débil que estaba solo conseguí girar en redondo y caer al suelo. Me levantaron con relativa facilidad y me tumbaron de nuevo; aseguraron los correajes alrededor de mis muñecas y mis tobillos y luego otra alrededor de la cabeza por la parte de la frente y otra más alrededor del torso.
―Tíos, sea lo que sea que tengáis pensado, no lo hagáis… joder, menuda mierda… soltadme cabrones.
―Tranquilo escritor, no te vamos a hacer nada. Ahora Vehemencia y yo nos vamos a sentar y vamos a esperar los tres.
Horas más tarde no sabía qué hacía atado por todos sitios, miré de reojo a los dos góticos que había conmigo en la habitación y vi como me observaban alucinados. Comencé a hacer fuerza para soltarme logrando que saltara la cama, por lo que los dos tipos echaron mano de sus armas, temiendo que lo lograra, pero no fue así. Mi mirada se había vuelto diabólica, y un atisbo de temor asomó en los ojos de ellos. De pronto se abrió la puerta y entró un hombre con cara de pocos amigos, acercándose a mí y yendo directo al grano.
―Salomón Dark, queremos que trabajes para nosotros, pagaremos generosamente. Soltadlo.
Los dos góticos fliparon.
―Señor, ¿cree que es conveniente? Mírelo.
El hombre no admitió réplica cuando los miró fijamente.
―He dicho que lo soltéis.
Mientras uno me desataba, el otro me apuntaba con su arma. Cuando me encontré libre miré al que era el jefe.
―¿Qué me impide acabar con vosotros ahora mismo?
No se amilanó.
―Que un arma con balas de carga hueca te está apuntando, y luego lo mejor, que no sacarías ni un euro con nuestra muerte.
Lo miré con cierto desprecio.
―¿De cuánto hablamos?
Sacó un papel y me enseñó una cifra, la cual me convenció al momento.
―¿A quién tengo que matar por ese dinero?
―La pregunta es ¿a quién tienes que amar por ese dinero?
Una mueca de sarcasmo asomó en mi rostro.
―¿Qué es lo que debo hacer?
El hombre sonrió.
―Mi nombre es señor Gran K, y vas a ingresar en nuestro equipo de Romeos como miembro de honor. Tu maldición será tu mejor arma, la que te haga rico y lo más importante… la que salve al país.
Конец ознакомительного фрагмента.
Текст предоставлен ООО «ЛитРес».
Прочитайте эту книгу целиком, купив полную легальную версию на ЛитРес.
Безопасно оплатить книгу можно банковской картой Visa, MasterCard, Maestro, со счета мобильного телефона, с платежного терминала, в салоне МТС или Связной, через PayPal, WebMoney, Яндекс.Деньги, QIWI Кошелек, бонусными картами или другим удобным Вам способом.