Del ¿por qué? a la adoración. Jonathan Lamb
recorre toda la tierra
para apoderarse de territorios ajenos.
Son un pueblo temible y espantoso,
que impone su propia justicia y grandeza…
Ridiculizan a los reyes,
se burlan de los gobernantes;
se ríen de toda ciudad amurallada, …
su pecado es hacer de su fuerza un dios.
(1.6, 7, 10, 11)
Esta es una descripción de la devastación que los babilonios estaban por causarle al pueblo de Dios. No estaría fuera de lugar en nuestro mundo del siglo XXI. Los babilonios eran culpables de promulgar el terrorismo internacional, la limpieza étnica y el ejercicio de un poder despiadado. Era una implacable fuerza militar que aplastaba todo lo que podía.
A veces tenemos expectativas particulares acerca de cómo Dios debería trabajar en nuestras vidas y en nuestro mundo. Pensamos que sabemos cómo Dios debería responder a nuestras oraciones. Por tanto, es importante notar que Dios dice: miren cuidadosamente. Habacuc estaba mirando (1.3) pero ahora necesitaba hacerlo desde una perspectiva muy diferente. Una vez vi una caricatura de Charlie Brown leyendo un libro muy de cerca. Lucy le pregunta qué está haciendo. «Estoy leyendo entre líneas» —él responde. Eso es lo que tenemos que hacer. Tenemos que comenzar a ver otra historia, a darnos cuenta de que por debajo de la superficie de las historias de nuestras vidas y las del mundo hay otra realidad: Dios está obrando.
¿Recuerdan el testimonio de Pablo en Filipenses 1? Estaba en prisión, y para un activista como Pablo esto debió de ser muy frustrante. Pero él escribió: «Hermanos, quiero que sepan que, en realidad, lo que me ha pasado ha contribuido al avance del evangelio» (Fil 1.12). Pablo describía la manera en que el evangelio crecía. ¿Pero cómo era posible? La prisión no era una plataforma ideal. Pero Pablo estaba enfatizando que, aunque él estaba en prisión, Dios no estaba frustrado. Dios estaba obrando. Pablo pudo leer entre líneas; vio otra historia. Por un lado, todos los días estaba encadenado a uno de los soldados del César; cuatro equipos de cuatro soldados, una audiencia cautiva. Sabemos que desde muy temprano hubo miembros de la familia imperial que se convirtieron en cristianos. El evangelio estaba llegando a círculos sociales inalcanzables, extendiéndose hasta el mismo Nerón. Pablo también mencionó que otros cristianos se animaron a hablar la palabra de Dios sin temor (Fil 1.14). Pablo tenía ojos para ver eso, no importaba cuán poco prometedora se veía la situación, había otra historia: Dios estaba obrando.
Habacuc se había quejado de la indiferencia de Dios. Ahora Dios responde diciendo que hará cosas tan sorprendentes que las naciones «no las creerán, aunque alguien se las explique» (1.5). A menudo necesitamos un cambio de perspectiva cuando miramos las situaciones que nos rodean. Tal vez perteneces a una iglesia muy pequeña o estás trabajando en una situación muy exigente. O tal vez vives en un país donde la iglesia está bajo mucha presión, o tu situación personal y familiar no es la que soñaste. En todas estas circunstancias, no debemos perder de vista la verdadera realidad, en la cual Dios está obrando.
¿Podrías pensar en otros ejemplos, en la Biblia o en tu propia vida, donde, a pesar de las apariencias, Dios estaba en acción?Hemos sugerido que debemos aprender a ver «otra historia», a «leer entre líneas». ¿De qué maneras podemos cultivar esta manera alternativa de mirar la vida? |
b. Dios está en control (1.6)
La segunda realidad implícita en la respuesta de Dios es que él está en control: «Estoy incitando a los caldeos» (1.6). Dios no solo está obrando, sino que también actuará de acuerdo a sus propios planes y propósitos. Muchos años atrás, Martyn Lloyd-Jones escribió un excelente comentario bíblico acerca del libro de Habacuc, en el cual describió la decisión de Dios de usar a los babilonios como la «providencia inesperada y los instrumentos inusuales» de Dios.3 Eso es exactamente lo que Habacuc debió de haber pensado. ¿Incitando a los caldeos? De hecho, eso sería parte de la confusión de Habacuc, porque Dios estaba diciendo, en otras palabras, que todo empeoraría antes de mejorar.
Lo preocupante para Habacuc era que, aunque los babilonios conducían esta gran maquinaria de guerra, Dios era el comandante. ¿Por qué Dios estaba haciendo esto? Primero, porque era parte de la disciplina que él aplicaría sobre su pueblo. Habían ignorado su justicia, así que recibirían justicia babilónica. Si el pueblo de Dios era culpable de perpetuar la violencia y la destrucción, violencia es lo que recibirían. Esa fue la respuesta de Dios.
Los babilonios no estaban simplemente bajo la autoridad soberana de Dios; eran un instrumento para los propósitos de Dios. Estos versículos subrayan una verdad muy profunda: Dios es el soberano de la historia. Aunque sea difícil de entender, Dios es incluso amo y Señor de aquellos poderes despiadados en el mundo. Él está en control incluso del desarrollo que sucede en las naciones paganas. Calvino, escribiendo acerca estos versículos, dice: «No es por su propio instinto sino por el impulso oculto de Dios… Dios puede utilizar los vicios del hombre para ejecutar su juicio. Los malvados son guiados de aquí para allá bajo el poder oculto de Dios».4 Pudo haber parecido que era la destreza del ejército babilónico la que eventualmente les daría éxito, pero fue Dios quien los levantó para cumplir sus propósitos. Dios estaba en control.
Es vital que esta verdad se asiente en nuestras mentes y corazones. Exactamente este mismo principio aparece en el Nuevo Testamento. Los primeros cristianos estaban aturdidos por la crucifixión de Jesús. En su reunión de oración, dijeron que Herodes, Poncio Pilato, los gentiles y el pueblo de Israel habían conspirado en contra de Jesús. Pero añadieron «para hacer lo que de antemano tu poder y tu voluntad habían determinado que sucediera» (Hch 4.28). La iglesia primitiva se dio cuenta que los eventos en Jerusalén no estaban fuera de control. Había otra historia. Tenía que ver con el poder de Dios, su voluntad y decisión.
El libro de Job enfatiza el mismo punto. Dios permitió que Satanás probara a Job, pero Dios puso límites. Como ha dicho David Atkinson, aunque haya maldad en la historia de Job, no hay dualismo.5 Algunos cristianos parecen vivir sus vidas como si fuera una aventura de Star Wars, rodeados de fuerzas iguales y opuestas del bien y del mal. Ni el bien ni el mal son lo suficientemente fuertes, así que este evento debe ser de Dios y este otro del diablo, como si hubiera dos mundos, uno del bien y otro del mal, y nuestras vidas se balancearan entre ambos. Pero esta no es la realidad que nos da la Biblia. Dios siempre está en control; él siempre, en última instancia, es Soberano. Incluso Satanás está bajo el control de Dios, como lo cuenta el libro de Job. El primer capítulo de Habacuc enfatiza esa realidad. Dios está diciendo: «Yo estoy detrás de la historia humana». Los babilonios pueden creer que están en control; los británicos o los estadounidenses o al-Qaeda pueden creer tener el control. Pero el auge y la caída de las naciones y de los imperios, de los dictadores y de los terroristas, están en las manos de Dios.
A veces podemos ver esto en eventos mundiales específicos, como en la toma del poder por parte de los comunistas de China en 1950. Miles de misioneros fueron obligados a salir del país, pero, en los buenos propósitos de Dios, la aparente tragedia de la evacuación misionera resultó directamente en el extraordinario crecimiento de la iglesia de una manera que nadie hubiera predicho.
Esto es cierto también en medio de tragedias personales. Recientemente estaba con un amigo indio quien me hablaba del crecimiento de la iglesia en la India en estos últimos años. Existen muchas razones que explican este crecimiento, me dijo, pero hay que mencionar a una mujer, una misionera australiana llamada Gladys Staines, que hasta hace poco estuvo sirviendo al Señor en la India. Su esposo, Graham Staines, trabajaba con leprosos y grupos tribales en Orissa, en el norte de la India. En junio de 1999, sus dos hijos y él fueron asesinados cuando una multitud prendió fuego a su vehículo. Al día siguiente, su viuda Gladys, que estaba de duelo, le dijo a un periodista: «Estoy tremendamente dolida. Pero no estoy enojada. Porque Jesús nos ha enseñado a amar a nuestros enemigos». Sus palabras se propagaron por todos los