Cuerpos en movimiento. Silvia Citro

Cuerpos en movimiento - Silvia Citro


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otros con ellos; para llevarlos a un espacio general que, disipando su aparente familiaridad, permita elaborar su teoría.

      Michael Foucault, Arqueología del saber

      Introducción

      En este capítulo introductorio presento una genealogía acerca de las principales perspectivas antropológicas sobre la danza que se han elaborado especialmente a partir del siglo xx, incluyendo la reflexión sobre mis propios trabajos. Mi interés en recuperar esta mirada genealógica sobre los campos disciplinares comenzó hace ya algunos años, en relación con los estudios antropológicos sobre el cuerpo. Como señalé en un trabajo anterior (Citro, 2011), no se trata tanto de efectuar una recopilación exhaustiva de datos cronológicos sobre un campo de estudio, sino más bien de exponer una nueva manera de reflexionar sobre algunos episodios de una historia disciplinar que concibo y siento como inevitablemente encarnada: escrita con los cuerpos, aunque a veces éstos hayan intentado ser borrados. Por ello, intento mostrar aquí cómo algunas de las diferentes propuestas teórico-metodológicas de estudio de la danza se han visto influenciadas no sólo por la situación histórica y geopolítica de quienes las crearon, sino también por una dimensión más micro y cotidiana, la de sus experiencias corporales y también dancísticas, en tanto seres encarnados-en-el-mundo. No obstante, y como podrá apreciarse a lo a largo del capítulo, no es ésta la única intención que anima esta genealogía, pues estará atravesada también por lo que, reelaborando algunas ideas de la dialéctica de Paul Ricœur, denominaré como una doble voluntad:[1] por un lado, la de la escucha fenomenológica, inspirada en la percepción del ser-en-el mundo de Merleau-Ponty, y que en este caso nos conduce a insistir en la importancia de describir la dimensión carnal que involucra todo conocimiento; pero por otro lado, también nos anima la voluntad de sospecha, inspirada en la mirada arqueológica y genealógica de Foucault, y que en este caso insistirá en examinar y desenlazar los conjuntos que la historia de la antropología de la danza nos propone, especialmente en sus actos fundacionales y primeros episodios, haciendo “entrar en juego” ciertos saberes que han sido “descalificados”, “no legitimados” por esas mismas historias (Foucault, 1994: 130).

      A partir de esta mirada genealógica y corporizada sobre nosotros y sobre los otros, en la última parte efectuaré una síntesis comparativa, retomando las diferentes facetas de las danzas que cada autora y autor contribuyeron a explicar, evaluando la coherencia y la productividad de los métodos que aportaron. Es decir, no se trata aquí de abrazar o rechazar teorías en su totalidad, como muchas veces sucede en este campo (por ejemplo, desestimando teorías por no resolver ciertos problemas para los cuales, justamente, no han sido creadas, o descartándolas por ocuparse de cuestiones que no son hoy las hegemónicas en la academia), sino más bien de recuperar sus aportes metodológicos específicos e indagar en su posible complementariedad.[2] Por eso, he buscado elaborar aquí una propuesta metodológica más amplia que abarque esta diversidad, aunque no a la manera de una simple sumatoria ecléctica de perspectivas sino, más bien, a través de articulaciones dialécticas que conscientemente exploren tanto sus posibles complementariedades como sus tensiones y contradicciones.

      Es preciso destacar que existen al menos tres artículos que reflexionan sobre los rumbos que ha tomado la antropología de la danza, ofreciendo reseñas detalladas de los estudios existentes en cada época, y que serán retomados aquí críticamente. El primero de ellos se tituló “Panorama of dance ethnology”, y fue publicado en 1960 en la revista Current Anthropology por Gertrude Prokosch Kurath, a quien muchos consideran la “madre” de la antropología o etnología de la danza; posteriormente, el artículo “Dance in Anthropological Perspective”, de Adrienne Kaepler, publicado en 1978 en el Annual Review of Anthropology y, finalmente, en la misma revista pero en 1998, el trabajo de Susan Reed “The Politics and Poetics of Dance”, cuya traducción ofrecemos en este libro. En estas autoras se evidencian ya algunas coincidencias que se repetirán a lo largo de la historia de esta subdisciplina: se trata de mujeres que escribieron en inglés y que además de dedicarse a escribir sobre danzas, también las bailaron, lo cual nos llevará a preguntarnos sobre los límites expresivos de la palabra-escritura, como nos recordaba la bailarina expresionista alemana Mary Wigman, en su sencilla y a la vez contundente frase del epígrafe. En este sentido, debo agregar que parte de estas coincidencias también se encarnan en mi propia experiencia: soy una antropóloga que escribe y baila, y si bien la mayoría de mis textos se escribieron en español, en los últimos años me sentí impulsada a publicar en inglés. Dentro de los diálogos que antecedieron a este trabajo, quisiera mencionar especialmente a otras antropólogas, también mujeres y bailarinas, que han desarrollado sus investigaciones sobre danzas en la Argentina, y cuyos trabajos son incluidos en este libro: Patricia Aschieri, Lucrecia Greco, Gabriela Iuso y Cynthia Pinski de la Universidad de Buenos Aires, Sabrina Mora de la Universidad Nacional de La Plata y Manuela Rodríguez de la Universidad Nacional de Rosario. En los últimos años, y desde diferentes posiciones, he compartido con ellas sus trayectorias de investigación en sus tesis de grado o postgrado, y se convirtieron en las interlocutoras claves para las reflexiones que hoy aquí expongo.

      En suma, considero que estas coincidencias en el género sexual y en la vocación por unir teoría y praxis no son casuales; por ello, esta genealogía también se propone reflexionar sobre ellas: por qué han sido especialmente mujeres las antropólogas que investigaron sobre danzas; por qué ellas, a contrapelo de la hegemonía académica de las ciencias sociales, han insistido en escribir y bailar, y qué consecuencias ha tenido que estas escrituras y danzas se hayan efectuado desde lenguajes y, a su vez, posiciones geopolíticas muy distintas. Parafraseando entonces las palabras del músico y escritor Juan Subirá,[3] diría que en estos casos parece evidenciarse con más fuerza que “por más esfuerzo que hiciéramos jamás podremos borrar con la cabeza lo que escribimos” (y tal vez alguna vez bailamos) “con el cuerpo”; un cuerpo que, para nosotras, no sólo ha sido fenomenológicamente “vivido” explorando sus múltiples posibilidades de movimiento, sino también social y geopolíticamente situado y teóricamente reflexionado a través de escrituras, como las que aquí expondremos.

      1. ¿Disputas geopolíticas por los orígenes?

       Entre reconocidas madres norteamericanas

       y olvidados padres germanos

      Habitualmente, al intentar situar los orígenes de una disciplina o corriente teórica, suelen establecerse linajes, metafóricos “padres” fundadores que inician los cambios. Tal vez la novedad que se introduce con esta subdisciplina que es la antropología de la danza es que en su caso tiene una metafórica “madre”, Gertrude Prokosh Kurath (1903-1992), reconocida como tal por otras antropólogas norteamericanas dedicadas al mismo campo, como son Joan Kealiinohomoku y Adrianne Kaeppler. No obstante, siguiendo el espíritu de aquella cita inicial de Foucault, considero que es saludable ejercer la sospecha sobre este conjunto que la historia disciplinar nos propone, examinando y desenlazando sus episodios.[4] Así, siguiendo la metáfora de las genealogías familiares, podríamos decir que, antes que estas reconocidas “madres”, también existieron unos “padres” germánicos algo desestimados en las genealogías norteamericanas, como Kurt Sachs (1881-1959) y Rudolf von Laban (1879-1958). Comencemos entonces por desentrañar este episodio inicial.

      En su reseña, Kaeppler (1978b) señala que uno de los primeros trabajos sobre danza que tuvo relevancia para una perspectiva antropológica fue el de Curt Sachs Historia universal de la danza, publicado originariamente en alemán en 1933 y traducido al inglés en 1937; no obstante, también aclara que ese libro ya no tenía lugar “en el estudio de la danza en perspectiva antropológica”, pues al estar basado en la escuela teórica alemana del “Kultürkreis de Schmidt y Graebner”, explicaba “la difusión mundial de las danzas como consecuencia de una modalidad de evolucionismo unilineal” (33). Si bien es innegable que la antropología ha superado ya estas teorías iniciales, vale la pena detenerse un poco más en la obra de Sachs y su impronta.

      Este autor, por su origen judío, se exilió de la Alemania nazi en 1933, se radicó primero en París, donde colaboró activamente con el Musée d’Ethnographie y el Institut d’Ethnologie, en los que se desempeñaban también Paul Rivet, Marcel Mauss, André Schaeffner y Claudie Marcel-Dubois, y luego en Estados Unidos, enseñando en la Universidad de Nueva York entre 1937 y 1953 (Gétreau,


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