Construcción de paz, reflexiones y compromisos después del acuerdo. María Alejandra Gómez Vélez
Juan Manuel Serrano
Leidy Katherine Valencia
Carlos Andrés Gómez
Wílmer A. Zuleta
Sol Natalia Arango
Iván Adolfo Ríos
José Luis Zuluaga
Juan Manuel Álvarez
María Alejandra Gómez Vélez
Hernando Blandón Gómez
John Jaime Bustamante Arango
Profesores titulares Universidad Pontificia Bolivariana,
Sede Medellín, 2019
En noviembre del año 2016, la firma de un acuerdo de paz en Colombia generó un ambiente de esperanza para vivir en una sociedad más justa, equitativa y dispuesta al diálogo y convivencia. La firma del acuerdo para “...la terminación del conflicto y la construcción de una paz duradera” motivó a la Universidad Pontificia Bolivariana y a sus investigadores a fortalecer y profundizar la reflexión sobre la construcción de la actitud pacífica. Entendiendo la paz, como una construcción colectiva que se beneficia del acuerdo de dejación de armas, pero, compromete aún más, a la construcción de una narrativa simbólica que pretenda entender la paz, como un bien social y moral que se teje alrededor de tres factores: 1. Una educación para la reconciliación, 2. el desarrollo de los territorios y 3. la relación entre gobernanza y construcción política desde la ciudadanía. La academia y la investigación denominada posconflicto en Colombia, compromete la utilización de la convergencia, y de igual manera, las diferentes disciplinas y análisis para aportar a la construcción. La paz, no proviene del estado por generación instantánea, la actitud pacifica es eficaz en el orden social, si el territorio experimenta los bienes políticos de la seguridad humana, la convivencia social y la justicia.
En este marco de realidades, el artículo publicado en el periódico El Tiempo (24 de mayo de 2019), por Sergio Gómez Maseri, destaca en su texto una editorial del diario norteamericano “The New York Times”, en el cual se afirma que “la paz en Colombia se está desintegrando”. Para aquellos que han sido “incrédulos del proceso de paz”, el abanico de hechos violentos dentro del contexto del posacuerdo, es un motivo más para ratificar su incredulidad “duradera”. Advierten que las numerosas muertes de líderes sociales, especialmente por el reclamo justificado del derecho y restitución de tierras, sumado al recrudecimiento del microtráfico y los enfrentamientos de las autoridades con las bandas criminales y el ascenso sin tregua de la corrupción en el país hacen que la paz sea un ejercicio casi imposible.
Por su parte, el libro “Terminó la guerra, el postconflicto está en riesgo”, Clacso (2017) recalca que, precisamente el año 2017 “... será recordado en la historia como el año en que se puso fin a un conflicto armado que duró más de cinco décadas y produjo 8.530.000 víctimas, entre ellas cerca de 250.000 muertos, la inmensa mayoría de civiles indefensos” (p. 8). Y no era para menos, pues ante tales cifras, la esperanza se diluye trayendo a la memoria la violencia de más de 60 años gestada por los intereses políticos, económicos y sociales de unas minorías en Colombia. Asimismo, el texto (Clacso, 2017) enfatiza que, a pesar de terminar la guerra, lo que estaba en discusión no era precisamente aquello, sino “la calidad del postconflicto” y “el camino que elegiremos en la transición”, la transición hacia una paz duradera y crecida de confianza, con sentido de pertenencia y el reconocimiento entre los diferentes actores de nuestra sociedad, como una posibilidad que nos permite abrir caminos de esperanza y de futuros de paz.
De hecho, las preocupaciones en esta materia no han estado al margen del reconocimiento en el escenario internacional, Colombia ha contado con el apoyo de numerosas entidades reconocidas en este tipo de procesos y que, a pesar de las dificultades que hoy enfrenta el mismo, es considerado como un camino necesario por recorrer y cuyo proceso de consolidación es de vital importancia para instalar en el imaginario colectivo, el respeto por la vida del otro, su reconocimiento, el trato digno y con derechos, es decir, la posibilidad real y concreta de una renovada humanización de la vida en sociedad.
Estas ideas motivaron que los trabajos de investigación de diferentes profesores se unieran en un esfuerzo editorial, el cual ofrece en este libro, como un ejercicio editorial y de coordinación de esfuerzos, para tratar de evidenciar un conjunto de acciones de paz, de reflexiones orientadoras que postulan pensar no solo en que el Acuerdo debe ser viable y posible, sino que apuntan hacia una serie de ejercicios ciudadanos fundados sobre diferentes estudios y discursos interdisciplinares, saberes heterogéneos con diversidad de enfoques que se oponen al reduccionismo del compartimento disciplinar y de los lugares comunes cuando se analiza el tema de la paz en el marco del posacuerdo.
Orlando Fals Borda, Eduardo Umaña y German Guzmán (2005), en su trabajo sobre la “Violencia en Colombia”, señalan que “el odio nos invadió”, que “el odio rompió los patrones elementales de la convivencia”, argumentan categóricamente que “fue el odio lo que, en su culminación de crimen atroz, sadismo, exilio, expoliación, se llamó violencia colombiana” (p. 443). Sin embargo, los autores no se quedaron en señalamientos, sino que realizaron una serie de propuestas o acciones a seguir para superarla. En efecto, bien vale la pena traer a colación esas acciones, bajo la figura indicada por ellos como “Sugerencias para una terapéutica” de la violencia en Colombia, de las cuales resaltamos que:
• La violencia tiene, pues, irremediablemente una dimensión humana. Hay que buscarla en el espíritu y en el corazón de los hombres.
• Es necesario crear de nuevo en los colombianos “un pensamiento, un interés y una voluntad de nación”.
• En el alma misma del pueblo están ocultos los óptimos recursos para surgir de nuevo, gobernantes, jerarcas, técnicos, científicos, investigadores, profesionales, pueblo y líderes deben orientarse por esta consigna; estos pueblos poseen un alma en vibración, es de allí de donde hay que partir (pp.498-499).
Cabe decir que los trabajos elaborados por los investigadores que participan en la presente publicación entienden, en ese mismo camino de acciones que la paz es posible, a pesar del marco de adversidades por las que ha transitado el posacuerdo. Pensamos que este objetivo de país no es fácil y exigirá de mayores esfuerzos de civilidad, respeto por los pactos y de mayores gestiones para que su implementación sea viable y duradera.
Toda utopía como la paz se reconoce compleja y difícil, pero compartimos una visión esperanzadora sobre la que habrán de profundizarse las acciones necesarias, unas ya formuladas en la firma del Acuerdo y otras complementarias, por instituciones nacionales e internacionales, y por lo que será necesario fortalecer y ratificar un proceso que se inició con la firma del Acuerdo en noviembre del 2016.
Los textos que se presentan en este libro recogen diferentes acciones y reflexiones en la dirección de aquella idea planteada antes y que ratifican la posibilidad de fortalecer el proceso de paz.
El primer texto, “Sociedad en transición: estrategias de acción para la construcción de paz en perspectiva sociojurídica desde la memoria y la reivindicación de las víctimas”, de las profesoras Cathalina Sánchez-Escobar y Natalia Andrea Salinas-Arango, de la Universidad Pontificia Bolivariana, formulan que “... debe construirse una concepción de paz estable y duradera, que no solo es responsabilidad de los actores del conflicto involucrados en los procesos de paz, sino también un compromiso ciudadano, a partir de su fortalecimiento y de una idea sólida del bien común, de la comprensión histórica, social y política del conflicto mismo y del posacuerdo. Es por ello por lo que las estrategias de acción para la paz, desde la mirada interdisciplinar de las ciencias sociales, pueden orientarse a una