Mar Cambrollé, una mujer de verdad. Francisco Artacho Gómez

Mar Cambrollé, una mujer de verdad - Francisco Artacho Gómez


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soportar por la ablación de clítoris a la que se la había sometido siendo una niña. Durante un tiempo se vio de pie en medio de una tormenta insoportable, llevando un infierno dentro de sí misma, pero cuando todo parecía ser insoportable, descubrió un cielo abierto, como dice ella misma, y un arcoíris en el horizonte. En medio de la agonía empezó a ver síntomas de revitalización y de renacimiento. Una nueva forma de ver la vida empezaba a anidar en su corazón. Es más, en un artículo suyo famoso, añade que desde entonces había visto esta experiencia de desplazamiento desde el dolor hacia el empoderamiento personal vivida y descrita por otros activistas intersexuales y transexuales. Y, en esto, la protagonista de este libro es un auténtico modelo. Es una de las activistas en la que se puede ver de una forma privilegiada este empoderamiento.

      Su vida es un auténtico ejemplo de superación. A un largo periodo de negación y de sufrimiento, viviendo en una especie de cárcel, encerrada tras los barrotes invisibles de la exclusión y el estigma, le siguió una etapa de esplendor. Nadie le ha regalado nada. No pudo estudiar, la situación no se lo permitía, pero terminó convirtiéndose en una activista con una gran fuerza y carisma, así como un talento especial para el conocimiento de la teoría.

      Es una mujer de acción. No cabe duda. Su sistema nervioso y su vitalidad responden a los automatismos de ese tipo de persona que es capaz de plantarse, pelear y conseguir lo que se propone. Pero lo que a mí me llama la atención es que, siendo fundamentalmente una activista, tiene una capacidad y una fortaleza mental suficientes para mantener una gran coherencia teórica, combatir el discurso biomédico con las armas de una teoría bien fundada y recurrir a los conceptos y argumentos con el máximo rigor posible. Y son precisamente sus vivencias personales, su capacidad teórica y su coherencia las que la mantienen con éxito en la lucha contra el binarismo, contra la medicalización y la patologización de la transexualidad.

      Durante los últimos años, la hemos visto a través de la prensa en una actividad frenética, luchando para corregir algunas prácticas médicas que considera inaceptables, amenazando con una huelga de hambre para que los partidos de izquierda asumieran un proyecto de ley que es absolutamente necesario, exprimiendo sus recursos para luchar contra la homofobia y la transfobia, programando y planificando actividades para formar a las personas trans, preocupándose por los niños y por los jóvenes transexuales, e incluso ahora en las páginas de este libro la vemos sintiéndose orgullosa cuando ve que por fin estos jóvenes pueden estudiar.

      El discurso biomédico no ha dejado de repetir el modelo de la sociedad heteropatriarcal contra el que lucha de manera frontal Mar Cambrollé. No se pueden resignar los transexuales a aceptar el tópico de tener una identidad mental y una identidad genital contrapuestas, de ser mujeres atrapadas en cuerpos de hombre o ser hombres atrapados en cuerpos de mujer. No tiene sentido seguir manteniendo el dualismo de dos sexos y dos géneros, porque no hay una correspondencia entre el sexo y el género, y porque a cada uno de los dos sexos no le tiene por qué corresponder un género.

      En la transexualidad no hay un error de la naturaleza. “Mi cuerpo no está equivocado”, dice Mar Cambrollé. Y dando prueba de su claridad teórica afirma, que el binarismo de género hombre/mujer o femenino/masculino responde a una construcción cultural basada en un sistema normativo asimétrico, jerárquico y excluyente, heteropatriarcal, machista y de generización genital.

      No son los genitales los que determinan el género. El discurso biomédico es castrador en la medida en que ha tratado sistemáticamente a la transexualidad como una patología. No se puede seguir planteando la disforia o el trastorno como algo intrínseco a la vida del transexual. El cuerpo no tiene por qué ir en contra de la mente o el género. El testimonio de esta mujer de verdad es contundente y un modelo para todas las mujeres y hombres transexuales. “¡Soy una mujer con pene y soy feliz!”, dice sin dejar ni la más mínima sombra de duda. Y lleva toda la razón, porque hay una diversidad sexogenérica manifiesta en la naturaleza humana, que solo es negada por el molde del binarismo cultural conservador. Hay hombres con pene y mujeres con vagina, pero también hay mujeres con pene y hombres con vagina; hay personas que se reconocen hombre y mujer y hay otras personas que no se consideran ni hombre sin mujer.

      Los tiempos están cambiando. No sé si el cambio será rápido o lento, si será más o menos sereno o dramático. Pero hay muchos indicios de que se está produciendo una transformación imparable en la esfera de la vida sexual, tanto íntima como pública. La desconexión entre el sexo y el género ya la habían propuesto las feministas desde hace tiempo. En la actualidad hay un desplazamiento fundamental de la familia nuclear patriarcal. Ya no sorprende tanto encontrar familias monoparentales, homoparentales y transexuales.

      Lejos del reductor y del homogeneizador parámetro binario del sistema de género clásico, se ha abierto el abanico de las identidades. En La transformación de la identidad, Anthony Giddens, uno de los sociólogos de mayor prestigio de la actualidad, escribía: “La ‘justificación biológica’ de la heterosexualidad como ‘normal’ ha estallado en pedazos. Lo que habitualmente se llamaban perversiones son meramente formas en las que se puede expresar legítimamente la sexualidad y definir la identidad del ego. El reconocimiento de diversas proclividades sexuales corresponde a la aceptación de una pluralidad de diferentes estilos de vida, hecho que constituye un gesto político”.

      Y en este contexto, no cabe duda de que la lucha de Mar está colaborando de una forma decisiva en la posibilidad de que los transexuales tomen la palabra y de que exijan el derecho a la autodeterminación que les corresponde.

       Juan Gavilán Macías.

      Catedrático de Filosofía Jubilado.

       Profesor de Antropología en la UNED de Málaga

       y Colaborador de Investigación en el Área de Lingüística de la UMA.

      INTRODUCCIÓN

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      El 24 de enero de 2014 publiqué en Andalucesdiario.es una información sobre Mar Cambrollé y su candidatura a las primarias de Izquierda Abierta para las Elecciones Europeas. El día anterior le realicé una breve entrevista. Le pregunté sobre sus aspiraciones, y se mostró convencida de poder conseguir los avales necesarios, a pesar de su nula vinculación con dicha formación política. Los consiguió y concurrió a las europeas en el número 24 de la lista de Izquierda Unida.

      “Quiero ser la primera transexual en llegar al Parlamento Europeo”, así titulé la información. La noticia tuvo varios comentarios. La mayoría recogían mensajes de ánimo y apoyo, pero en uno de ellos la tachaban de ser una farsante. Pude comprobar que ese mismo comentario se repetía en todas las informaciones relacionadas con Mar Cambrollé que se habían publicado sobre el tema en otros medios digitales.

      En el mensaje se le acusaba de ser una mentirosa, una plagiadora y una impostora. Lo primero que argumentaba el anónimo autor es que Cambrollé no sería la primera transexual en llegar a la Eurocámara, que ya lo había hecho antes Nikki Sinclaire. Efectivamente, pero un importante matiz hacía cierto el titular. Sinclaire era europarlamentaria pero no fue hasta 2011, ya como eurodiputada, cuando salió del armario de la transexualidad. Había concurrido en 1999 a las elecciones como lesbiana. Y es que todavía hay transexuales que, por un motivo u otro, siguen ocultando su verdadero yo. Cambrollé le pegó la patada a esa oscura puerta con 23 años. Y no lo hizo antes, como transexual, porque como homosexual sí lo había hecho, no por falta de valentía, que de eso le sobra, sino porque no tenía referentes. Entonces, últimos años de los 70, la transexualidad era tratada como travestismo en la prensa y la lucha por la liberación sexual se centraba exclusivamente en la homosexualidad, principalmente en la masculina. “Orgullo gay”, escuchamos todavía a día de hoy, como si lesbianas, trans, bisexuales, transgéneros e intersexuales no existieran.

      La siguiente acusación del comentario era sobre la falsedad de que Cambrollé hubiera participado en los inicios del movimiento homosexual en Andalucía, a finales de la década de los 70. El comentario afirmaba que, entre otros, esa primera lucha había sido organizada por el que, en la actualidad, presidía


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