Mucho más que dos. Alberto Rodrigo
una casita. Una niña dibuja una casa verde con puntos rojos y chimenea naranja. El profesor, burlándose, le dice: ¿Pero a ti qué te pasa? ¿Dónde has visto una casa verde con lunares rojos? La niña palidece y deja de dibujar. Un año después, nueva clase de dibujo, otro profesor. Les pide a los alumnos que dibujen una casa. Al acabar la clase, la niña le da una hoja en blanco. El profesor la coge y exclama: ¡Pero qué casa más bonita debajo de la nieve!
Es interesante coger la opinión de los demás con pinzas, recoger lo que nos aporta y dar las gracias y pasar de largo ante lo que no nos hace bien.
La educación recibida en torno al sexo, a pesar de toda la información que existe, es muy escasa. Tenemos mucho desconocimiento en cuanto a nuestra respuesta sexual, y estamos llenos de creencias de lo que se puede y no se puede ser, hacer o sentir. De tal manera que ese código tan severo y tan lleno de prohibiciones, pecados, en la mayoría de las ocasiones nos deja fuera de la línea de lo “correcto”, lo que se suele relacionar con consecuencias emocionales como la vergüenza, la culpa y el miedo, todas ellas “emociones puente” que nos acercan normalmente a la insatisfacción.
La verdadera insatisfacción no tiene que ver con centímetros, orgasmos o acrobacias eróticas, sino con sentirnos suficientes y valiosos con lo que somos, sentimos y hacemos. Desde ese punto, ya todo lo que hagamos por mejorar será maravilloso, pero sin perder de vista el respeto por nosotros mismos.
Somos diferentes, pero en ocasiones nos pasan cosas muy parecidas: todos tenemos miedos y somos seres vulnerables, con nuestras dificultades para aceptarnos, para mostrar nuestros “puntos flacos”. En ocasiones, no nos sentimos suficientes, y no sabemos pedir lo que necesitamos. Lo que realmente nos debilita no es ser vulnerables, sino la vergüenza, la comparación y la desconexión de nosotros mismos y los demás. Brené Brown, en su libro Frágiles, define la vulnerabilidad como incertidumbre, riesgo y exposición emocional. Es una desnudez emocional, es algo así como estar desnudo cuando todo el mundo está vestido.
Ante situaciones de gran vulnerabilidad, nos puede servir cambiar la perspectiva, buscar apoyo es buena idea: no tenemos por qué hacer las cosas que nos cuestan solos, se puede pedir ayuda. Brené Brown, en el mismo libro, dice que la vergüenza se va cuando hablamos de ella. Cuando nos permitimos sacar lo que sentimos, hay algo que se descarga, que se alivia. “La vergüenza no soporta verse envuelta en palabras”.
La vergüenza aparece cuando caemos en la trampa de la comparación con lo que se espera que seamos, es lo que nos lleva a sentirnos en un estado de cierta sensación de no ser suficientes y de estar haciendo algo mal.
Así que vamos a hablar de ello, a sacar secretos y pesos, para que la vergüenza se vaya y podamos ser. ¿Qué es lo que se espera de un “hombre en el sexo”? Y siendo hombre, y en concreto a ti, ¿cómo te afectan esas expectativas en tus relaciones con otras personas? ¿Esas expectativas te potencian o te limitan o incapacitan, incluso en ocasiones te “impotencian”?
En torno a los hombres se dan por entendido ciertas expectativas o presunciones que lógicamente no se cumplen en todos los casos y que suelen generar malestar si no se llega a ellas. Existe una presunción de heterosexualidad: a los hombres les gustan las mujeres. Si a un hombre le gusta un hombre, tiene que tener claro su rol: activo, pasivo o versátil. Además, los hombres solo piensan en el sexo y siempre están preparados para la acción. Las erecciones de los hombres son constantes y mantenidas en el tiempo. Al hombre solo le gusta penetrar. A todos los hombres les gusta penetrar. Los hombres no necesitan afecto, van a lo que van. Los hombres son infieles por naturaleza. Y un largo etcétera.
¿Qué pasa cuando no es así? La respuesta automática es creer “que algo falla”. No solemos cuestionarnos estas creencias y el precio a pagar es el sufrimiento o la inseguridad. Me parece más sencillo, no sé qué piensas, cuestionarnos estas creencias, que en realidad se cumplen en pocos casos, y empezar a matizar, a contar lo que realmente pasa y dejar de tener que adaptarnos a un ideal a veces inalcanzable.
Es como empezar a aprender a jugar a un nuevo juego de cartas. Al principio nos es de gran ayuda jugar una partida de prueba donde damos la vuelta a las cartas. El objetivo del juego está claro: aprender a conocernos, a aceptarnos, y aprender a expresar nuestra erótica de forma en que nos sintamos libres y satisfechos. Las reglas son sencillas: aprender a expresar lo que somos y no lo que “supuestamente debemos ser”, o “lo que se espera de nosotros”. Por medio del juego, he de convertirme en el ser del que yo estaría orgulloso. Para ello, es clave la aceptación de lo que me pasa, de lo que no funciona y de lo que me gustaría mejorar aunque funcione.
¿Jugamos? ¿Damos la vuelta a las cartas? Reparte tú
SECRETOS...
Hemos realizado unas encuestas y entrevistas con el objetivo de recopilar cuantos más secretos mejor, porque aquí, o jugamos todos o rompemos la baraja. La finalidad no es el morbo necesariamente, más bien lo que nos gustaría es que estos secretos te aporten información, te sean útiles. Te puedas o no identificar con ellos, esperamos que te despierten consciencia de lo que realmente te hace feliz, de cuáles son tus valores, tus creencias, tus incógnitas, tus frustraciones, tus dudas. Finalmente, que te ayuden a descubrir cómo quieres vivir tu vida, tus relaciones con los demás, con tu pareja y contigo mismo. Agradecemos a todas aquellas personas que se han prestado a este striptease. Para mantener su anonimato, hemos cambiado sus nombres por otros. ¡Empezamos!
¿Puedo contarte un secreto? Llevo casi diez años en pareja estable, y reconozco que a pesar de querer a mi chico con locura, no me siento satisfecho a nivel sexual. Empezamos con “mal pie” a ese nivel, ya que no encajábamos según los roles sexuales establecidos para una pareja gay de chicos, lo que ha supuesto un problema para ambos. No le hemos querido dar mucha importancia porque estamos muy enamorados, nos queremos mucho y tenemos muy buena química, convivencia y un proyecto de vida en el que coincidimos cien por cien. Es como si todo funcionara menos el sexo. Conocemos a otras parejas que, según ellos, “follan de diez” y sin embargo no se soportan en su vida cotidiana...
Empezamos a usar juguetes sexuales, probar a hacer tríos, y al final hemos terminado teniendo encuentros sexuales ocasionales de manera individual (tomando todas las precauciones y protección necesarias), que normalmente nos contamos, pero no siempre... Ahora apenas hablamos del tema porque no nos queremos hacer daño y tenemos claro que queremos estar juntos, pero a mí me da miedo el riesgo que esto implica, y que alguno de los dos se pudiera involucrar sentimentalmente con un tercero y al final se rompiera la relación. Tenemos claro que es sexo y nada más, aunque a veces pensamos que es como jugar con fuego. Hay muy poca ayuda al respecto para los gays, pocos referentes y demasiadas creencias, que terminan encorsetándonos y dejándonos insatisfechos o haciéndonos sentir culpables.
Alex (Cádiz)
Hace unos años trabajé de modelo para una revista de moda llamada Tendencias. Ahí tuve la oportunidad de conocer a otro modelo que por entonces ya era algo conocido, pero que en la actualidad es muy famoso y de referencia internacional. Nos gustamos, conectamos y tuvimos sexo sin más. Me sorprendió mucho su ego, era como si lo único que le importara fuera su propio disfrute. Curiosamente, no paraba de decirme lo que tenía y no tenía que hacer en la cama, me sentía su juguete. Eso me agobió un poco, aunque reconozco que me gustó, porque el tío estaba muy bueno y de todas formas soy alguien a quien le gusta dar placer a otros, eso sí, hasta un punto, porque para mí también es importante la reciprocidad. Una de las cosas que me sorprendió de él fue su nivel de auto-exigencia. De hecho, creo que ha llegado tan alto por una necesidad de demostrar que podría ser el mejor en su trabajo y hasta por una necesidad de justificar su homosexualidad y su profesión ante su padre especialmente. Lo deduzco por alguna conversación que tuvimos. La cosa quedó ahí... El encuentro ocurrió hace siete años ya. El año pasado me lo volví a encontrar, me saludó, me pidió tabaco y hasta se quedó con mi paquete (el de tabaco). No pasó más, pero pensé: “¿Con toda la pasta que debe tener, y se queda con mi tabaco?”. Me ha hecho pensar mucho en la sexualidad, los sentimientos y el ego... ¡Que me quiten lo bailao!
Nicolás