En la cresta de la ola. Группа авторов

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Allier Montaño; Camilo Vicente Ovalle y César Iván Vilchis Ortega

       Bibliografía

       Sobre los coordinadores

      Agradecimientos

      Este libro es resultado del proyecto de investigación “Hacia una historia del presente mexicano: régimen político y movimientos sociales, 1960-2010” (PAPIIT IN401817), financiado por la Dirección General de Asuntos del Personal Académico (DGAPA) de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Queremos agradecer al Instituto de Investigaciones Sociales (IIS-UNAM), sobre todo a su personal académico y administrativo, por habernos apoyado con la logística y el préstamo de las instalaciones para la realización del taller “El Presente, tiempo histórico”, en particular a Miriam Aguilar, coordinadora del Departamento de Difusión. Extendemos el agradecimiento a Virginia Careaga, coordinadora del Departamento de Publicaciones, y a Adriana Olvera, asistente del Comité Editorial, así como a Mauro Chávez Rodríguez por la edición y a Óscar Quintana Ángeles por la formación del libro: gracias por su compromiso con el trabajo.

      Sin duda, estamos en deuda con Laura Andrea Ferro Higuera, Manuel Antonio García Durán y Tamy Imai Cenamo por su valiosa colaboración en una primera edición de los textos aquí reunidos. No puede faltar nuestro agradecimiento a las y los colegas que participaron en este libro, quienes siempre estuvieron al pendiente del largo proceso de la publicación. Finalmente, queremos agradecer a las y los dictaminadores anónimos de la Universidad Nacional Autónoma de México por los comentarios y sugerencias que realizaron a la versión preliminar de la obra.

      ¿Cómo estudiar el presente cuando aún lo estamos viviendo, cuando somos sus actores y partícipes? Ésta es una de las dudas que en las últimas cuatro décadas ha marcado la historia del tiempo presente, desde sus primeros esfuerzos de institucionalización en Alemania y Francia en la década de 1970 hasta los últimos años en que el campo se ha ido conformando en México y otros países de América Latina, principalmente en Argentina, Uruguay, Chile, Brasil y Colombia.

      El estudio del presente no es nuevo para la historia. Entre los griegos, Heródoto y Tucídides fueron no sólo precursores de la historia a secas, sino de este gusto por historiar lo que ocurría mientras se vivía. De acuerdo con Marc Bloch, es precisamente esta actitud frente a lo vivo, frente al presente, “la principal cualidad del historiador […], porque el estremecimiento de la vida humana, que requiere de un gran esfuerzo para ser restituido a los textos antiguos, es aquí directamente perceptible a nuestros sentidos” (Bloch, 2001: 71).

      Este libro busca continuar con los debates teórico-metodológicos de esta historiografía. En específico, discutir en torno a algunos temas y preguntas. En primer lugar, el concepto que debe utilizarse para referirse a este tipo de historiografía: ¿historia del tiempo presente, historia reciente, historia muy contemporánea?, y en este sentido ¿cómo debe ser comprendido el presente como historia? En segundo lugar, nos interesa discutir la cuestión de quién es el historiador en la historia del tiempo presente, así como sus implicaciones ético-políticas. En tercer lugar, es fundamental la discusión sobre las fuentes para una historia de este tipo, su especificidad y la novedad de algunas, así como los métodos para su tratamiento e interpretación.

      I

      En sus comienzos, la historia del tiempo presente estuvo asociada al análisis de procesos como los regímenes totalitarios, en particular el surgimiento y la consolidación del nazismo en Alemania y el fascismo en otros países de Europa, y con especial énfasis se asoció al estudio del holocausto y sus derivaciones. Sin embargo, tiene una genealogía compleja, que a finales de la década de los setenta la revela no sólo como un análisis de la catástrofe más reciente, sino como una crítica a los principios ordenadores del presente y un régimen de historicidad, el presentismo, ante el cual tanto el pasado como el futuro colapsan: el pasado se resquebraja ante la incapacidad de ser transformado críticamente en espacio de experiencia, siendo únicamente posible su consumo como una experiencia degradada en lo vintage, y el futuro pierde su cualidad de expectativa utópica, siendo anunciado exclusivamente como un riesgo continuo de catástrofe inminente (Hartog, 2007: 19-41 y 127-158; Traverso, 2016: 7-8). En el presentismo, la historia y la política son hechas fracasar, dejando sólo la técnica y la tecnología como únicos mediadores para hacer inteligible y gobernable lo social. La historia del tiempo presente emerge como crítica a ese régimen de historicidad, y quizá por esto en su praxis sea la historia política la que aparezca como preponderante, pero sin dejar de lado la historia de lo cultural y lo social.

      Esta configuración crítica podemos rastrearla también en sus comienzos en Alemania. En el contexto de las negociaciones para la devolución del archivo del Ministerio Alemán de Relaciones Exteriores, capturado por las tropas aliadas en 1945 y enviado a Estados Unidos, fue creado en 1947 el Instituto Alemán para la Historia del Periodo Nacionalsocialista, renombrado en 1952 como Instituto de Historia Contemporánea. Uno de sus primeros directores apuntó el objetivo central de este instituto: “Not the writing of history but its documentation is our prime concern” (Eckert, 2012: 336). Sin embargo, la disputa no estaba sólo en la devolución de los archivos del Ministerio de Relaciones Exteriores, como una fuente para construir la historia del régimen totalitario nazi; también implicó el reconocimiento de un nuevo campo de la disciplina y profesión históricas: el estudio de los procesos actuales y de los vivos. Con la recuperación de los archivos y su disposición para la investigación, tanto el instituto alemán como historiadores en Estados Unidos, involucrados en los trabajos de microfilmación de los documentos, consideraron que se refutaba la crítica que decía que “historians had neither the sources nor the distance necessary to treat the present as history” (Eckert, 2012: 349). Sin embargo, no es sino hasta finales de los años setenta que la crítica comenzó a institucionalizarse en Francia, con la creación de Institut d’Histoire du Temps Présent. Su fundador, François Bédarida, señaló que con la creación del instituto:

      Se trataba, a la vez, de incitar a la investigación histórica francesa a enfrentarse a lo muy contemporáneo y de afirmar la legitimidad científica de este fragmento o rama del pasado, demostrando a ciertos miembros de la profesión, más o menos escépticos, que el reto era hacer realmente historia y no periodismo (Bédarida, 1998: 20.)

      Es claro que la historia del tiempo presente no sólo emergió como una crítica política, ni como la mera necesidad por explicar la catástrofe más reciente; se configuró como campo disciplinario en un contexto de crisis epistémica, así como política y social, durante la década de los años setenta.

      Caracterizada como un periodo de convulsión global (Ferguson, Manela, Sargent y Maier, 2011), no sólo por la internacionalización e interdependencia de las crisis, sino también por su alcance en diversos ámbitos de la vida social, en la década de los setenta del siglo XX se decantaron descontentos acumulados de variada índole, y no siempre con las mismas fuentes, que afectaron la concepción de la historia y las formas de su escritura. Mientras en Europa se vivía la emergencia de procesos sociales que rompían con el dogmatismo marxista, los movimientos de liberación nacional o las protestas estudiantiles, dirigidas principalmente contra la comodidad y el conformismo político de la democracia liberal de posguerra, del otro lado del Atlántico, en Estados Unidos, el descontento fue generado por las largas décadas de silenciamiento y represión contra los sectores de izquierda, social o intelectual; la cacería de brujas de los años cincuenta, la lucha por los derechos civiles, la guerra de Vietnam,


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