Gesta de lobos. Thomas Harris
De un filme noir de Tinto Brass, nunca filmado. Para la redención de un cuello, Un vaso de corazón de cristal, rojo, y los témpanos de hielo Deshaciéndose en el vodka estepario con el que embriagarás A la víctima, en un original de Francis Bacon, Donde los cuerpos terminarán como charcos De carne y sangre indistintos, Terciopelo orgánico en lugar de piel, Una pústula de terciopelo pálido, Que será el capullo de tu loba asesinada Por los Cazadores del Deseo, Que volverá redivivo y en celo Tras el estupro sagrado. Entonces, Lobo, desgarras, tragas, te apaciguas Y aguardas. Esas con las condiciones para la redención Del cuello de la víctima necesaria, Pero, también, Lobo, el peligro para tus fauces.
*** Baudelaire.
Receta para devorar a una muchacha en el bosque
Arrullarla con gemidos de agua tibia en los oídos,
Hasta que se duerma pálida,
Para así, indefensa, preparar tu mejor receta, Lobo,
Que ella no debe conocer
Hasta que su sabor y aroma la impregne.
Ya dormida por los vapores de tus fauces,
Quitarle el pelambre gris, para que reluzca
Como una luciérnaga en carne viva, alba,
Y espolvorearle los pezones con oro
Bien cernido entre tus garras desgarradoras.
Y untarla de aceite de oliva grueso,
Más amarillo que la orina y la miel y la abeja,
Y fumar junto a su cuerpo indefenso
Una pipa de kief aromática a oriente para darle
El fasto del romanticismo más decadente:
Y no olvidar el clavo de olor,
La nuez moscada,
La canela,
Y la negra pimienta
Molida con esmero de orfebre.
Píntale los labios con rouge color sangre, Para que después cuando pruebes los sabores Indicados parezca, aún dormida, ruborizada Por las especies de la receta, que quemarás Antes de acercar la llama roja a la sábana azul, Donde reposa como en una fruta marina. Después despiértala con gruñidos asesinos Y ofrécele tu sexo desnudo y erecto, Y que sea tu columna dórica que aún no prueba, De rodillas, ante la mesa, La primera visión que tenga Antes de caminar descalza por el comedor Hacia tus fauces húmedas a profundidades abisales. Y esa gotita de semen que cayó sobre su ombligo Puede que sea un descuido en la receta, Pero así también unirás tu sabor a su sabor desnudo.
Lobo y Tiresias, Auguste Dupin de la tragedia
Yo soy el viejo Tiresias, Lobo, y no miento:
Si quieres traer al bosque umbrío de tus dominios a la loba muerta,
No bastan sacrificios ni letanías, menos himnos y canciones.
Te lo digo yo, el viejo o la vieja Tiresias
Al que un genial poeta, pero muy sobrado de sí mismo,
Como lo son estos llamados bardos
(El muy hijo de puta envió a su mujer al manicomio),
Dijo que mis tetas arrugadas caían como las de una vieja bruja.
Pero, ya se sabe, a los oráculos
Como yo, los poetas modernos, incrédulos
Sólo les queda calumniar o insultar.
Cierto, ahora en estos burgos post-medievales me quemarían
Como a vil hechicero estos burócratas del Santo Oficio,
Del Santo Ofidio diría yo,
O para darle más exactitud a la expresión,
Del puto oficio del poder.
Pero no perdamos el tiempo en disquisiciones teológicas
Y vamos al meollo del asunto.
Por algo fui el Augusto Dupin de la Tragedia o, si prefieres,
Marlowe de Tebas.
Cierto es que pagaron Tiranos justos por el Destino,
Pero con el Destino, en la Tragedia, no se juega, mi Lobo,
Mi perro luminoso y salvaje.
Traer a una loba en tránsito a la disolución,
Una loba que ya es una sombra más entre las sombras
Del Hades Lupus, o por decirlo con etimológica justicia,
Del Hades Bar de la Negra,
Los cuellos de la víctima propiciatoria y los mantras
Que te acerquen al estado de la gracia salvaje,
Son más bien efectos virtuales o espectáculos simbólicos
En una tierra donde nada es real y el espectáculo,
La rutina de las nuevas hordas contraculturales.
Debes ser más sensato, menos salvaje, es decir, más perverso,
Lobo cruel, y extraer de tu crueldad sabiduría y abyección.
No te dejes tentar por lo grotesco.
No te dejes tentar por el humeur noire ni el amour fou. Primero pondera el poder de tus enemigos, Un sacerdote negro y la enigmática esfinge: Los dos polos que corrompen aún nuestra agonía Cultural: el cristianismo y la Nada. Lee bien a Baudrillard y olvídate de Niezsche: Ahora el Mal es transparente y ese que llaman Cristo No tendrá una segunda oportunidad en estas tierras. Te lo digo yo, el viejo Tiresias, que vi a Palas en cueros Y heme aquí con dos cuencas por ojos. Pero estas cuencas están pletóricas de visión, Son como esos ojos, esos agujeros negros Que ocultaba Ray Milland con unas gafas de infernal insecto En El hombre de la visión de rayos X. Pero un oráculo no cae presa de las garras infamantes de la angustia. Yo, Tiresias, y tú, Lobo, un oráculo y una bestia, Imagínate hermano lupino, qué pareja podemos hacer, Para darles por el culo a nuestros múltiples enemigos. Te lo digo yo, el oráculo que ofició de cabrona En un lenocinio sagrado y decadente, Como los de los cuadros de Dix, Otto Dix, ¿Las has visto, no? Lástima, lo que te pierdes, Pero ya me ocuparé de tus vacíos culturales, Lobo, mi prójimo bestial. Pero vamos ya a las infaltables y míticas pruebas del héroe, Lobo, que comienza a amanecer y aunque ciego, estos amaneceres Me matan el alma, porque palpo con mi visión Ese índigo sublime y aterrador del día que nace.
Tiresias, Auguste Dupin de la tragedia, instruye a Lobo sobre la resurrección
La expresión “la muerte de los relatos” es una santa huevada,
Lobo, para mantener a los nuevos sabios de la tribu Bien pagados de sus confortables catedrales y lujosos papiros. Pero no te confundas, bestia salvaje, que no son catedrales Ni papiros arcanos esos, sino idolas post medievales, Y alquimistas masturbatorios en decadencia cantada. Te lo doy firmado por mis aciertos tebanos. Ahora afina tu eólico sentido, lupus canis, que esta es la firme. Un sacrificio sin un viaje iniciático es como eyacular En el vacío y tu semen de bestia salvaje, fluido sagrado, Es una potencia de tu cuerpo que no puedes desperdiciar. Y antes de hacerte a la mar océana, debes saber las causas Y las formas de tu búsqueda: qué esperan las sombras de los lobos Masacrados por los Cazadores del Deseo, para liberar a tu Loba Eurídice de aquellas confusas oscuridades. Los lobos masacrados por los Cazadores del Deseo que aúllan Por toda la eternidad en el Lupus Hades, ya son vampiros Ávidos, pero no todo vampiro o licántropo tiene sed de sangre. Estos licántropos de sombra a los que habrás de enfrentarte en El Hades Lupus no ansían sangre para seguir aullando En las confusas oscuridades, sino oro, oro líquido, Que deberás llevar a las profundidades