Siempre nos quedará Beirut. Laila Hotait Salas
es que ya se veían los mismos elementos que entraron después en disputa en la guerra civil de 1975. Chamoun, temeroso de que se extendiese la ola nacionalista árabe tras la revolución en Iraq y haciendo uso de la doctrina Eisenhower que había ratificado, recurrió a las tropas estadounidenses para que intervinieran en el país; llegaron éstas en 1958 para combatir la expansión del naserismo y el baazismo en el Líbano. El desembarco de los marines estadounidenses en Beirut integró definitivamente a la superpotencia como un actor sustancial en los acontecimientos posteriores del país.
Entre 1964 y 1970 gobernó el país el presidente Charles El-Helu, “un hombre relativamente débil pero extraordinariamente cultivado”,[20] y se podría marcar el final de su mandato como el momento de la inflexión en las calles del Líbano, cuando, tanto los musulmanes como los progresistas en general, empezó a cuestionarse de forma más organizada y abierta el confesionalismo del país que beneficiaba a unos y marginaba a otros. A su vez, la derecha cristiana se organizaba en torno a dos grupos principales: las Falanges Libanesas, dirigidas por Gemayel, y el Hizb al-wataniyin al-ahrar (Partido de los Patriotas Libres), dirigido por Camille Chamoun, se armaban,[21] a la vez que Siria y Egipto enviaban armas a sus opositores. Además, los palestinos recién llegados al Líbano se perfilaban como aliados de los nacionalistas panarabistas y terminaron por convertirse en un elemento fundamental de la guerra del Líbano.
El impacto de la cuestión palestina en el Líbano
El impacto de la cuestión palestina con la presencia de refugiados y de la olp en suelo libanés es otro factor fundamental que nos permite entender lo que ocurría y se perfilaba ya en el país. Nur Masalha establece cuatro fases en la evolución de la relación entre el Estado libanés y la comunidad palestina: “desposeimiento y adaptación (1948- 1967), la supremacía de la olp en el país (1967-1982), la repentina decadencia de la olp (1982-1991) y la etapa que se inició al final de la guerra civil (1991)”.[22]
El primer grupo importante de refugiados hizo su aparición en 1948 tras la Nakba. Más de 100.000 palestinos llegaron al sur del Líbano[23] y se refugiaron primeramente en los campamentos habilitados de Tiro, Burj Al-Shamali y Al-Rashidiye, que estaban concebidos como lugares de tránsito.[24] La segunda oleada se produjo en 1956, en el contexto del ataque al Canal de Suez y la invasión de Gaza —en aquel momento bajo tutela egipcia— por parte del Ejército israelí ocupando momentáneamente este último territorio y la península del Sinaí, lo que provocó la huida de los palestinos hacia Siria y Egipto y, a través del mar, hacia el Líbano.
Con la Naksa en 1967, los israelíes ocuparon Gaza y Cisjordania, por lo que el número de desplazados creció exponencialmente. Al Líbano llegaron unos 400.000 y, desde 1968, empezaron los ataques israelíes al sur del país donde se habían ido asentando bases guerrilleras palestinas que hacían operaciones contra Israel y que contaban con el apoyo popular, pues jóvenes libaneses se entrenaban en estos mismos campos y combatían cuerpo a cuerpo junto con los palestinos. En 1971, tras los acontecimientos del Septiembre Negro de 1970 en Jordania, también llegaron numerosos refugiados palestinos, además de la cúpula y los fedayín de la olp. La última oleada importante se dio tras la guerra del 73 o guerra de Ramadán/Yom Kipur, llevada a cabo por Egipto y Siria básicamente contra Israel. Al principio, los palestinos fueron bien acogidos; además, la población del sur del Líbano guardaba estrechas relaciones con las aldeas palestinas vecinas. Incluso, cuando nadie pensaba que iban a quedarse hasta hoy día, fueron bienvenidos por las autoridades libanesas en general y por el entonces presidente, Bichara Al-Khouri, quien pronunció su célebre frase: “Entráis en vuestro país”.[25]
La recepción de los palestinos se vio afectada por la política confesional del Líbano, que, a la hora de conceder la nacionalidad, discriminó de acuerdo a la posición económica y a la confesión religiosa. Mientras 28.000 palestinos cristianos recibieron la nacionalidad, ésta se les denegó a la mayoría de los 100.000 musulmanes que habían llegado. Finalmente, aquellos que no la consiguieron —la inmensa mayoría— permanecieron en los campamentos de refugiados.[26] No obstante, la presencia de los palestinos en la sociedad libanesa se fue haciendo notar a todos los niveles, tanto cultural como político y económico,[27] especialmente durante los primeros veinte años de su establecimiento.[28]
Pero la situación de la población palestina en los campamentos de refugiados[29] se estancó y se fue deteriorando hasta tornarse dura y discriminatoria a nivel social y legislativo[30] con respecto a otros países árabes que también acogieron refugiados. Un refugiado (según define al artículo 1A de la Convención de 28 de julio de 1951 relativa al estatuto de los refugiados de las Naciones Unidas) es una persona que, “debido a fundados temores de ser perseguida por motivos de raza, religión, nacionalidad, pertenencia a determinado grupo social u opiniones políticas, se encuentra fuera del país de su nacionalidad y no puede o, a causa de dichos temores, no quiere acogerse a la protección de tal país; o que, careciendo de nacionalidad y hallándose, a consecuencia de tales acontecimientos, fuera del país donde antes tuviera su residencia habitual, no pueda o, a causa de dichos temores, no quiera regresar a él”.[31] En la misma Convención firmada en aquel momento, el artículo 24 especificaba que los refugiados habrían de tener los mismos derechos que los nacionalizados en cuanto a asuntos tales como el acceso a la Seguridad Social, el trabajo, la equidad de salarios, etc. Pero casi ninguno de estos derechos se cumplió, ni se cumple, en el Líbano.
Contemplando el nuevo fenómeno, y con un espíritu aparentemente solidario, se firmaron bajo el auspicio de la Liga Árabe varios acuerdos en torno al trato que debían recibir los palestinos en los nuevos países de acogida. El 28 de mayo de 1964, se firmaron los Acuerdos de El Cairo, que contemplaban, entre otros derechos, el relativo a la asociación y pertenencia a una organización política. Más tarde, en septiembre de 1965, en la Convención de Casablanca se acordaba que los palestinos en países árabes debían ser considerados ciudadanos regulares. Pero, a pesar de estos acuerdos, su situación en el Líbano siguió empeorando; ni siquiera podían, ni pueden aún, construir casas o espacios si no es con tejados de aluminio, algo que da una idea de la precariedad de los entonces catorce campamentos —hoy, once—[32] que principalmente custodiaba la agencia de las Naciones Unidas para los refugiados de Palestina, unrwa,[33] un organismo ad hoc creado en 1950 con carácter temporal para gestionar la inmensa cantidad de refugiados del 48. Los desplazados tampoco pueden acceder más que a tipos muy restringidos de trabajo: obreros, artistas y profesiones liberales,[34] mas en las leyes libanesas les está vetado ejercer muchas de estas últimas, como la medicina, la farmacia, la ingeniería y la abogacía. Incluso se impuso desde 1959 a 1969 la ley marcial a los campamentos palestinos, lo que, entre otras consecuencias, produjo una de las primeras tensiones violentas con el Ejército libanés, con cruentos enfrentamientos entre este último y guerrilleros palestinos.
Por otro lado, desde el Líbano se realizaban operaciones militares contra Israel y, con base en esas acusaciones, el Ejército israelí encontró la excusa para atacar el aeropuerto de Beirut en 1968.[35] En esta época, a nivel social empezó a forjarse la imagen de leyenda del feday,