El sexo nuestro de cada día. Daniel Jorge Martínez
en Buenos Aires, Argentina, enero 2021
El autor/a de este libro no pretende ofrecer soluciones científicamente comprobadas ni recomienda el uso de tales tratamientos como la solución a todos sus problemas. Este libro solamente ofrece información general sobre el uso de determinadas técnicas o métodos que podrán servir para ayudar a que el lector, junto con su médico autorizado, prueben las diversas formas alternativas con objeto de corregir un determinado problema de salud.
Si usted decide por cuenta propia emplear los métodos contenidos en este libro, sin antes consultar a un especialista autorizado, está en todo su derecho. No obstante, ni el autor/a ni el editor asumen responsabilidad alguna sobre los resultados.
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Introducción
Hace tiempo que —cada uno de nosotros, en su actividad— no dejamos de notar que las cuestiones sexuales subyacen y resuenan detrás de muchos conflictos que se presentan alternativamente, y muestran síntomas de toda especie.
La sexualidad fue, desde siempre, transitada de múltiples maneras, aún por personas de una misma cultura, pueblo o religión. Mucho se ha dicho y se dice sobre este tema… mucho se ha manejado a las personas por su sexualidad. De hecho, la mayoría de las religiones ponen sobre este tema un oscuro manto de sospecha, culpa y hasta suciedad.
Llegamos a este mundo mediante un acto sexual, venimos dotados de órganos y sensaciones que conducen desde edades muy tempranas a la búsqueda de la identidad por medio del sexo. Nacemos libres al respecto, pero la educación, la cultura, las religiones, con sus prejuicios, costumbres y deformaciones, convierten al esencialmente libre individuo —la mayoría de las veces— en un ser culposo y hasta avergonzado de su sexualidad.
Se ha manejado a pueblos enteros mediante la culpa por el sexo. Se corrompió y se postergó la libertad sexual de los individuos, y así se deformó el sentido y provocó, muchas veces, el advenimiento de seres que matan a otros por las obsesiones y perversiones provocadas por tanta represión.
En esta obra nos hemos propuesto volcar la experiencia obtenida en tratamientos, talleres, charlas en medios de comunicación y en diferentes ámbitos donde el tema surgió de forma solapada o espontánea, pero que al fin y al cabo, siempre demuestra que tiene una conexión estrecha con el comportamiento de las personas, la confianza en sí mismos, la relación con sus padres. En fin, la sexualidad es uno de los pilares constitucionales de cada uno de nosotros y como tal merece ser tratada con amplitud, respeto y la mayor de las consideraciones, pero por sobre todas las cosas con absoluta libertad.
El lector encontrará aquí información histórica, científica, psicológica y práctica, hasta, con seguridad, el tema que a cada persona le pueda interesar, sea porque se trata de su problema o por mera curiosidad. Con un lenguaje cotidiano y coloquial, porque el sexo no debe ser una preocupación, un conflicto o, muchas veces, un trauma; sino un aspecto más de la vida, como comer, beber, caminar, leer; es decir, un sentido más, “el sentido sexual”, el cual hará del ello algo común, cotidiano, sano, transitable, pudiendo desmitificarlo y entendiendo que forma parte de nuestro cuerpo de la misma manera que todas las otras capacidades de las que fuimos provistos.
No hay nada que aprender sobre el acto sexual, porque el sexo no se aprende, se siente. Por lo tanto, lo que buscamos aquí no es poner conocimiento sino solo informar, para poder lograr, paradójicamente, quitar toda la “información” que ha deformado en las personas la capacidad natural de sentir libremente el deseo sexual y la posibilidad de transitar ese deseo sin ningún tipo de obstáculos, culpas o contradicciones.
Los mitos sexuales
El presente capítulo ha tomado conceptos del libro “El alma del sexo”, de Thomas Moore, Plaza & Janés Editores, Barcelona, España, Barcelona, 1999.
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Si se busca en el diccionario de la Real Academia Española la definición de la palabra “mito”, se encuentran varias acepciones. La que nos interesa en este caso y que refiere al objetivo de este apartado es la que dice: “Persona, cosa o concepto al que se atribuye cualidades o excelencias que no tiene, o bien una realidad de la que carecen”.
En verdad, existen cientos de creencias sobre temas sexuales que carecen absolutamente de realidad. Fue la deformación a través del tiempo, la transmisión de conceptos que pasaron de mano en mano —mejor dicho, de mente en mente o de conciencia en conciencia— lo que provoca creencias limitativas que solo sirven para restringir posibilidades de contacto abierto, placentero y real entre las personas.
Es increíble, a manera de ejemplo, que aún en nuestros días se mantengan costumbres como las que sostienen quienes profesan de forma ortodoxa la religión judía, que impone tener relaciones sexuales con un lienzo —entre medio de la pareja— perforado para que el pene pueda atravesar ese orificio, y así penetrar a la vagina. Este ritual, que fue instaurado hace miles de años, no tiene base religiosa, a pesar de que esa gente crea que es un mandato de Dios. En realidad sí fue instaurado como un mandato de Dios, por los hombres que conducían y lideraban los grandes conglomerados de aquellas épocas, pero se debió a una manera de evitar el contagio de enfermedades de la piel, que abundaban en esos momentos. De esta forma, este concepto supuestamente religioso —pero práctico en aquella realidad— quedó instaurado definitivamente, y se lo utiliza aún en nuestros días.
La iglesia católica apoyó la sexualidad solo como un mecanismo reproductivo y, de esta forma, dejó de lado lo que sea placer, lo que está mal visto y con carácter pecaminoso ante los ojos de Dios.
De la misma manera, y por variados motivos, existen creencias que por determinadas circunstancias se instalan en la mente de las personas y deforman conceptos, ideas y prácticas que deberían ser naturales… mentes con simpleza y espontaneidad, pero que, por el contrario, se ven obstaculizadas o reprimidas por todo tipo de culpas o prejuicios basados en estos mitos. De hecho, uno muy difundido durante muchísimo tiempo es aquel que dice que cuando una mujer se baña durante los días en que está menstruando, corre serio peligro de que se corte su período, así como ocurriría lo mismo si tomara jugo de limón.
Ahora veremos en detalle algunos de los mitos más difundidos:
La ausencia de himen y la virginidad
El himen es un pliegue de tejido conjuntivo que, parcialmente, cierra el orificio externo de la vagina. Se encuentra a pocos centímetros del exterior. Si aún está entero, es roto o desgarrado completamente durante la primera o las primeras relaciones sexuales. Sin embargo, esta membrana se quiebra también por: andar en bicicleta, cabalgar, realizar gimnasia olímpica, entre otras acciones. Por lo tanto, un himen roto no resulta evidencia pura de que una mujer sea virgen.
Por otra parte, existen casos en los que el himen es tan flexible o plegable que puede realizarse el coito en forma repetida, sin ocasionar la ruptura de esta membrana. Uno intacto, en el momento del primer coito es extremadamente importante para algunas.
Cierta vez, a un amigo —omitiré el nombre, en este caso— que era médico de cabecera de una familia me comentó que aquí mismo, en la Argentina, se le presentó la hija de esta familia porque estaba preocupada: debía y ya no era virgen, se iba a casar con un chico cuyos padres eran amigos de los suyos.
Ambas familias eran italianas, y habían prácticamente arreglado el matrimonio entre los dos jóvenes. El doctor resolvió el tema: le dio un punto de sutura en la zona del himen con catgut (un hilo de sutura que se degrada dentro del organismo pasados unos días) y luego de cumplir el objetivo, la chica se casó “virgen” y nadie se enteró de la historia: salvo vos y yo, claro está.
En ciertas culturas, se espera la integridad del himen para poder entrar en la unión matrimonial, y los ginecólogos —en aquellos casos— colocan o reestablecen hímenes artificiales. Hay toda una serie de mitos y de fantasías en relación con el primer coito. Se supone