El sexo nuestro de cada día. Daniel Jorge Martínez

El sexo nuestro de cada día - Daniel Jorge Martínez


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y los ideales interiorizados de otros seres significativos.

      Se sostiene que las personas intentan reelaborar los conflictos irresueltos con otros seres significativos simbólicamente mediante una selección también significativa de cuento de hadas, folklóricos, versos infantiles, novelas, películas, series televisivas, etc. Estos se entrelazan con los temas de la propia mitología personal. Son retenidos como importantes, porque se considera que sugieren soluciones. A menudo, se recuerdan partes ficcionales de una trama en vez de acontecimientos verdaderos de la infancia. Cuando esto ocurre, el cuento de hadas o el relato se convierte en una pantalla donde se proyectan recuerdos de acontecimientos significativos de la niñez. En este caso, la ficción puede compararse al contenido manifiesto de un sueño que puede ser tratado como un deseo o un intento simbólicamente disfrazado de resolver un conflicto interrelacional importante, que pugna por expresarse o encontrar feliz resolución.

      Cuando uno piensa en los padres, los hermanos, los abuelos, y las relaciones personales con ellos, lo que en realidad se recuerda es una reconstrucción de los acontecimientos y experiencias con versiones idealizadas de esas personas. La verdad o exactitud poco tienen que ver con ellas. Esas relaciones reconstruidas se convierten en modelos de las expectativas que uno tiene de los roles conyugales y familiares y los temas de las relaciones.

      Como resultado de las experiencias con miembros significativos del género opuesto, y la repetida exposición a los modelos familiares y otras relaciones entre el varón y la mujer, o marido y esposa, se desarrolla la idea de la pareja ideal, que tiene componentes concientes e inconscientes y se convierte en la norma con que se juzgan y evalúan todas las parejas en perspectiva.

      La pareja ideal posee, en muchas ocasiones, ciertas características de los propios padres y otras personas significativas, como también aspectos del Yo. Como se postuló anteriormente, los individuos buscan personas parecidas a cierto ideal interno. Cuanto mayor es la coincidencia entre lo que uno espera de la pareja y el modo cómo en la realidad se conduce, mayor resultará la satisfacción de la persona con la pareja.

      Las experiencias ambientales y otras personas sirven, a menudol:, como estímulo que activa un tema personal particular. En estos casos, un individuo puede buscar situaciones o sujetos que inconcientemente colaboran representando roles complementarios y dramas propios del tema personal.

      Este proceso permite que la persona establezca relaciones (aparentemente) nuevas y diferentes que, no obstante, tienen pautas familiares y resultados que se pueden pronosticar, y que, con frecuencia, comprende una constelación de identificaciones en un intento de reelaborar y corregir conflictos pasados irresueltos.

      La pareja ideal, como también la relación que tiene con el Yo, se convierten en temas centrales cuando se busca activamente una relación formal. Se la elige porque se percibe que existe posibilidad de “encajar” bien dentro de la mitología personal del individuo.

      El descubrimiento de reacciones sexuales en el recién nacido o en el niño pequeño asombra a muchos que consideran a la sexualidad como una adquisición de la vida adulta.

      La influencia de la tradición cultural judeocristiana ha motivado un rechazo hacia estas ideas, que aún hoy algunos pretenden discutir basándose en prejuicios morales y doctrinas religiosas, pero sin la mínima base científica. Hasta los más firmes opositores del psicoanálisis se vieron obligados a admitir la existencia de comportamientos decididamente sexuales desde el nacimiento: el viejo mito de “la inocencia infantil” se revela tan absurdo como frágil.

      Se trata de una sexualidad rica, viva y altamente estimulante para el desarrollo del pequeño. Todo niño accede, desde los primeros instantes de su vida, a un complejo mundo de placeres sensuales que son explorados y vividos directa y libremente, sin otros impedimentos ni fronteras que las que le imponga, necesariamente, la educación recibida.

      Parece no quedar duda, hay que reconocerlo, que la sexualidad en el pequeño existe desde su nacimiento. A partir de allí el bebé es agitado por sentimientos de origen físico, su cuerpo siente placer de abrigo, de ser mecido, alimentado o simplemente de acostarse. En cambio, si sus necesidades básicas no son satisfechas, sus músculos se ponen tensos, su cuerpo se estremece de angustia, y llora.

      De esta manera, el niño comienza a aprender sobre sexo. Mediante sus sensaciones comienza a conocerse y a apreciarse y por lo tanto conocer y apreciar a los demás. Naturalmente, lleva muchos años la transformación de estas primeras sensaciones corporales en las complejas emociones del ser maduro. Sin embargo, todos los pasos están relacionados, y ninguno es más importante que los que da en su primer año, aún antes de haber pronunciado su primera palabra.

      Apenas comienza a respirar, los esfuerzos del niño y sus sentimientos se dirigen a satisfacer su apetito. Mediante su primer e intenso acto reflejo, la succión, aprende a alimentarse del seno o del biberón. Este acto alivia sus dolores de hambre pero, al poco tiempo, se convierte en un placer. Gorgotea y suspira, se conmueve ante la deliciosa sensación de sentirse lleno después de lo desagradable que era estar vacío.

      Hacia el segundo y tercer año de vida el niño aprende a soportar las frustraciones cuando se enfrenta al control esfinteriano: siente placer en retener, expulsar, tocar su materia fecal, y tienden a emplear palabras groseras relacionadas con la función anal. Muchas actividades sociales han nacido de la manipulación simbólica de las heces. Es el origen de la limpieza, del regalo, del juego, de las armas y también del dinero; se opone generalmente a la avidez y la dependencia de la fase oral, el tesón, el gusto por la mesura y la economía de la fase anal.

      ¿Cuándo comienza la curiosidad sexual? En toda época, a partir del año y medio de edad. Así como el niño o la niña descubrió sus dedos, se dará cuenta de sus genitales y los querrá tocar e inspeccionar. Autoerotismo que bañará de placer diferentes zonas que se convertirán en erógenas.

      Es importante, para el desarrollo del pequeño, tener una clara visión de cada sexo como una guía para su propia conducta. Como el rol de la madre resulta ser el más activo durante los primeros dos años, hay una tendencia en determinadas familias a dejarle que sea el progenitor dominante en la vida del niño. Se debe saber que los varones necesitan un hombre con el cual identificarse y las niñas lo necesitan como contraste.

      Entre los 3 y los 5 años de edad, los niños experimentan todos los sentimientos del conocido Complejo de Edipo (ver Hacerse un hombre o una mujer). Desde los 5 ó 6 años hasta la pubertad parecería que el sexo queda olvidado al entrar en un período llamado “de latencia”. El pudor se vuelve importante, es la etapa del ingreso escolar, por ello se necesita que sus impulsos físicos encuentren satisfacción en la adquisición de conocimientos y en diferentes juegos y entretenimientos.

      Varias cosas parecen contribuir a disminuir los impulsos sexuales típicos de la edad. Por un lado, se produce un cambio en las glándulas sexuales y se hacen más activas las hormonas del crecimiento, mientras que las primeras mencionadas se calman. Otro factor es la vida más activa y variada que los niños llevan a esa edad. Están capacitados para entender más cosas y tienen menos necesidad de encontrar placer corporal en cada experiencia.

      Esto no quiere decir que el niño esté sexualmente en blanco. Algunos pueden dedicarse a juegos sexuales infantiles, como mirar o tocar los genitales de otros niños o contar cuentos sucios.

      Estos entretenimientos son frecuentes entre los 4 y los 10 años de edad: desaparecen dentro del baño con sus amigos e intercambian malas palabras, se pueden desvestir para mostrarse sus nalgas o sus genitales y tocarse el uno con el otro. A veces, es más velado y aparece en forma de juegos de “doctor” u “hospital”.

      Durante


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