El sexo nuestro de cada día. Daniel Jorge Martínez
Al acercarse al final de la infancia los niños y las niñas deben estar preparados para los cambios grandes y vitales que darán madurez a sus cuerpos. La aparición de la primera menstruación y las poluciones nocturnas marcan el acceso a la sexualidad genital, acompañadas de las diversas transformaciones fisiológicas que se producen en esta época. Sacudidas que oscilan entre la renuncia ante el dejar de ser niño y el despertar del ser adulto.
Los cambios puberales aparecen súbitamente imponiendo una clara frontera entre la infancia y la adolescencia, y restan a los púberes confianza y seguridad en sí mismos. Con ello se cierra también el período de latencia de las pulsiones sexuales, y tanto el niño como la niña acceden al estadio genital, que marca el paso definitivo a la sexualidad adulta. Entonces el deseo sexual se incrementa.
La adolescencia
A menudo, durante la adolescencia, aparecen conjunta o separadamente prácticas sexuales que serán luego abandonadas. Nada en este período está aún consolidado, y la aparición de conductas homosexuales, por ejemplo, no implica una definitiva orientación hacia ello.
En medio de esta conmoción, los adolescentes deberán buscar la rica gama de emociones que brindarán significado y darán expresión a las sensaciones nuevas y adultas de sus cuerpos. Aparecen, entonces, modalidades de satisfacción: como la masturbación, prácticas homosexuales y las heterosexuales. Hay que tener en cuenta que hablamos de prácticas y no tendencias. En la conducta sexual adolescente nada está aún consolidado ni puede considerarse definitivo, y sobre todo excluyente.
La masturbación es, con frecuencia, la única forma de satisfacción sexual a la que puede recurrir el adolescente, afectado por la virulencia de los deseos y las emociones. Los varones recurren, a veces, a la masturbación mutua, colectiva. Se trata de pruebas de fuerza y audacia ante la trasgresión que se comete, amparadas en el apoyo del grupo. Al mismo tiempo, son circunstancias que obran a modo de iniciación simbólica del joven a un placer que va más allá de sí mismo.
Las mujeres sucumben en ocasiones a la seducción producida por una amistad intensa y apasionada, donde el contacto físico aparece como una prueba final de afecto mutuo cuya conquista se torna indispensable. También entre las chicas la práctica más frecuente es la masturbación mutua, las caricias y los frotamientos que obran como iniciación al placer sexual. Lo importante es que se trata de sucesos irrelevantes para la orientación de sus protagonistas, que discurre por caminos distintos y que no será modificada por una experiencia homosexual aislada.
Los jóvenes que mediante esas experiencias descubran en sí mismos tendencias latentes hacia las personas de su mismo sexo, no por ello hubieran dejado de percibirlo más tarde, en su vida sexual ulterior.
1 Sigmund Freud fue un médico neurólogo austriaco de origen judío, padre del psicoanálisis y una de las mayores figuras intelectuales del siglo XX. (Wikipedia)
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