Predestinadas. Verónica Gálvez Lorente
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PREDESTINADAS
PREDESTINADAS
© Verónica Gálvez Lorente
© De la imagen de portada, QuinnDombrowski via Compfight Diseño de cubierta: Dpto. de Diseño Gráfico Editorial La Calle
Iª edición
© Editorial La Calle, 2014.
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ISBN: 978-84-16164-10-3
Nota de la editorial: Editorial La Calle pertenece a Innovación y cualificación S. L.
VERÓNICA GÁLVEZ LORENTE
PREDESTINADAS
Editorial La Calle
ANTEQUERA 2014
Índice
UN GIRO DE CIENTO OCHENTA GRADOS
INTRODUCCIÓN
La felicidad es íntima, no exterior; y por lo tanto no depende de lo que tenemos, sino de lo que somos.
Henry Van Dyke
Me dijo Rosa una vez, cuando ella era mi psicóloga, que expresara en papel lo ocurrido con mi ex marido. Yo al principio rechacé esa idea, porque nunca he escrito nada por miedo al qué dirán. Di mil y un motivos para no hacerlo. Pero al final, con el paso del tiempo, aquí me encuentro; acorralada por los pósit que escribí en su tiempo y que ahora ordeno para contar la siguiente historia.
¿Y por qué, a los tres años, me decido a narrarlo hoy? Pues, sinceramente, no lo sé. Después de tomarme el café con mis hijos en la cocina, como todas las mañanas, y de haber hablado sobre las cosas que pasan en la vida, mi corazón ha decidido que es el momento.
Antes de subir a la habitación para comenzar este pequeño viaje al pasado, comenté a Samuel y José, mis hijos, la necesidad de redactar lo que pasó. Y, sin mediar palabra, me dieron un gran abrazo, de esos que dices “no me soltéis nunca”. Los tres nos pusimos a llorar.
Ellos y mis padres han vivido muy de cerca todo. Lo han pasado verdaderamente mal. Sería egoísta decir que solo sufría yo. No fue así. Cuando ves a tu madre con la cara partida y los ojos morados, llorando, sin poder gritar del dolor porque intenta no alarmar a los vecinos cuando tu padre le propicia una paliza; duele… y mucho.
Si no fuera por mi familia, no existirían estas líneas. Me han ayudado tanto a salir de ese bache que no tengo suficiente vida para agradecer lo que han hecho por mí. Y Rosa, ¡qué decir de Rosa!, gracias a ella, con su terapia, sé realmente lo que significa la palabra amor y no lo que Fran me hacía creer. Es un gran error amar a una persona cuando ni si quiera te quieres a ti misma, por eso aprendí con Rosa a quererme y a valorarme, cosa que nunca hacía.
Y aquí estoy, viviendo la vida que siempre he deseado, siendo la mujer más contenta y orgullosa del mundo por conseguir salir de aquel infierno. Con mucha más fuerza que nunca y, sobre todo, con unas ganas tremendas de contar la razón de toda esta gran felicidad.
14 DE FEBRERO DE 1992
El amor es una bellísima flor, pero hay que tener el coraje de ir a recogerla al borde de un precipicio.
Stendhal
Echo la vista atrás y parece que fue ayer cuando conocí a Fran, mi ex marido. Alto, guapo, con el pelo muy corto, a lo militar. Estaba delgado, pero era muy fuerte. De él, me enamoraron sus ojos marrones y oscuros. En ellos, podía perderme fácilmente mientras me contaba cualquier tontería, y recuerdo que decía “Chiquilla, ¿me estás escuchando o pasas de mí?”. Yo le sonreía cada vez que me pillaba en Babia, ¡no podía evitarlo! Enamorada estaba hasta las trancas.
Y fue en la época de instituto cuando comencé a explorar esas mariposas revoloteando en el estómago o esos nervios que, sin ningún motivo, surgían nada más verle pasar por la puerta de clase. Sí, yo también he estado enamorada del compañero