Traslados y abandonos de ciudades y villas. Yirla Marisol Acosta Franco
se tuviera presente la dirección de los vientos, las defensas, las calles principales y los edificios públicos y religiosos. Estos dos pensamientos se unieron y tomaron fuerza en el Renacimiento para construir unas ciudades que tuvieran un orden desde la fundación y construcción de las mismas.
La comunidad que sostenía la lógica de ciudad, sus intereses y reivindicaciones se hizo notar a través de los oficiales del cabildo y sus solicitudes a la Corona, con las cuales se vincularon a la monarquía y justificaron también las decisiones de traslados o abandonos, puesto que “los oficiales constituían esos ‘sólidos lazos humanos’ mediante los cuales el rey prudente mantenía sus territorios”.4 Ello era respaldado por el contenido simbólico y jurídico que poseían las ciudades, ya que estas formaban parte de una estructura jerárquica y de poder mucho más amplia.
Los asentamientos tenían jerarquías y eran incorporados a un orden provincial e incluso monárquico, el estatus de los vecinos estaba ligado a la existencia de la ciudad y en ellas se daban relaciones de poder y prestigio. Es en ese espacio en el que cada centro urbano procuró demostrar su importancia para los intereses reales, lo cual se logró a partir de las labores desempeñadas por los cabildos y gobernadores, especialmente. Al respecto, la idea cultural y política que se tenía de la ciudad ayudó a su perdurabilidad y también a su movilidad.
Como la ciudad existía gracias a la comunidad política que le daba vida es necesario conocer cuál era esa comunidad, cuáles eran sus intereses, qué las unía y cómo se presentaban ante la Corona. La fundación de ciudades creaba unas condiciones jurídicas que asentaba la conquista y garantizaba el acceso a los recursos, “un nuevo núcleo urbano significaba la posesión de tierras y la sujeción de los pueblos que las habitaban. Desde las ciudades se organizaba la explotación de las regiones conquistadas y se administraban las unidades económicas”5.
Es por eso que para los soldados la fundación era parte de un objetivo, ya que obtenían nuevas posiciones económicas y sociales mediante el acceso a encomiendas y a oficios del cabildo como retribución por los servicios prestados al rey. Es así que los primeros pobladores de las ciudades y villas fueron los soldados que participaban en las jornadas de conquista y se convirtieron en vecinos, encomenderos y oficiales que, a su vez, ganaban nuevas obligaciones que estaban enmarcadas en los deberes de protección a las ciudades y a los indígenas para mantener su condición de fieles vasallos que servían a su rey y eran dignos de sus mercedes reales.
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La etapa de conquista antillana generó una experiencia en el poblamiento del territorio, la cual condujo a la creación de directrices que pretendían guiar la instalación de la sociedad castellana en América. La existencia de una serie de ordenanzas reales evidencia el esfuerzo de la Corona por guiar el poblamiento, estas fueron consignadas en cédulas reales y provisiones desde el año 1513, con el nombramiento de Pedrarias Dávila como gobernador de Castilla del Oro. En 1573 fueron promulgadas las Ordenanzas de poblamiento por Felipe II, en las que se instituían los mandatos para establecer el orden físico que debían tener las ciudades y villas. Por un lado, fue dispuesto que debían asentarse en lugares saludables, con buen temple, buen aire, buenos mantenimientos, tierras para siembra y cría de ganados, así como disponibilidad de aguas. Por otro lado, la regulación de la estructura de la ciudad pasó por la reglamentación de que debían contar con buenos caminos, entradas y salidas para facilitar el comercio y la defensa de los lugares, debían delimitarse también los solares para el pueblo, ejidos, dehesa, iglesia y cabildo. La planta, plaza, calles y solares de la ciudad debían trazarse a regla y cordel, asegurando que en la medida en que creciera la ciudad no se perdería el orden.6
La Corona se esforzó por dirigir el establecimiento de la sociedad española en los centros urbanos, pero la realidad geográfica, ambiental y demográfica de América y del Nuevo Reino de Granada, en especial, condicionaron las posibilidades de cumplimiento de estos parámetros en un sentido urbanístico de manera estricta. No obstante, el acto de toma de posesión y de fundación siempre se llevó a cabo por los capitanes con la solemnidad debida ya que este representaba la incorporación de las tierras descubiertas bajo el dominio imperial y la obediencia de los soldados y futuros vecinos de los centros urbanos7. La ceremonia consistía en que el capitán cabalgaba alrededor del lugar, daba gritos y cuchilladas en los árboles, bebía agua, inquiría a quien tuviera alguna contradicción y ponía el rollo de la justicia8.
Bajo estas condiciones hubo un cumplimiento en la legalización jurídica de la toma de posesión y del acto que fundaba las ciudades y villas, lo que garantizaba su existencia como parte de los dominios reales, luego de estos actos solemnes se efectuaba el poblamiento. Al respecto, John Elliott sintetizó que la dominación de América implicó “tres procesos relacionados: la toma de posesión simbólica, la ocupación material –que acarreaba o bien el sometimiento o bien la expulsión de los habitantes indígenas– y la población o repoblación de las tierras por parte de los colonizadores”.9 Los intereses personales y colectivos de los capitanes, soldados, diferentes oficiales y pobladores desempeñaron un papel fundamental para establecer las ciudades y villas en condiciones contrarias a las estipuladas por la Corona y al tiempo mantuvieron la idea de ciudad como comunidad; y usaron los elementos de sanidad, urbanismo y servicio de forma retórica permitiendo su continuidad.
Los puntos de semejanzas y diferencias entre diversas regiones del Nuevo Reino amplían la visión del fenómeno del poblamiento. Este no se dio por una simple yuxtaposición de centros urbanos en unas condiciones regionales existentes antes de la conquista pues, en muchos casos, las órdenes de poblamiento se adecuaron de acuerdo con las posibilidades del espacio y los intereses de vecinos en la explotación de recursos. Esta idea está unida al planteamiento de Germán Colmenares sobre las posibilidades del asentamiento español mediado por las condiciones regionales existentes antes de la llegada de españoles.10 Un planteamiento similar propone Marta Herrera Ángel para el caso de la provincia de Popayán, la cual sentó sus bases sobre estructuras prehispánicas de una larga duración11.
Los desplazamientos de los centros urbanos son un importante problema de análisis para comprender la configuración y construcción espacial y jurídica del Nuevo Reino de Granada y Popayán en los siglos xvi y xvii, ya que la movilidad geográfica que sufrieron los centros urbanos ayuda a explicar los intereses de la población por asentarse en determinados lugares. De igual manera, no solo se identifican estos intereses sino los de la Corona y el impacto que estos tuvieron en las formas de asentamiento, ya que poblaciones que estaban dedicadas a la minería obedecían a formas e intereses de poblamiento divergentes a las poblaciones agrícolas.
Una comparación entre patrones de poblamiento en las diferentes zonas del Nuevo Reino de Granada, entre ciudades y villas que tenían vocaciones diversas son un interesante aporte a la historiografía colombiana sobre los procesos tempranos de poblamiento, traslados y abandonos de centros urbanos, y a la historiografía sobre la Monarquía hispánica por la complejidad del poblamiento americano ligado a las particularidades del espacio y a los intereses de capitanes y soldados. Con todo esto, el ejercicio investigativo sobre esta problemática del poblamiento contribuye a la comprensión de las dinámicas locales bajo las que se construyó el orden político en las Indias.
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El desarrollo de una investigación de esta naturaleza, que busca seguir el rastro o cualquier pista sobre las ciudades y las villas desaparecidas o trasladadas, obliga a una labor de búsqueda detallada y persistente por los diversos fondos documentales del Archivo General de la Nación, del Archivo General de Indias y del Archivo Central del Cauca, así como a los numerosos documentos transcritos y compilados por investigadores y a las crónicas y memoriales. Las actas capitulares de todas las ciudades no existen, así como las actas de fundación y los registros de cada movimiento. Mucha de la información reposa en fondos distintos a los asuntos que debían tratarse en los centros urbanos, de ahí la dificultad para encontrar la información precisa, pues en ocasiones solo hay una corta mención a una ciudad abandonada o al traslado antes de asentar la ciudad definitivamente.
La ausencia de documentación también refleja parte del proceso que vivieron los centros urbanos estudiados: su fragilidad e inestabilidad, las pretensiones de sus vecinos y oficiales para lograr