Traslados y abandonos de ciudades y villas. Yirla Marisol Acosta Franco
estar autorizadas por la Audiencia, lo que de alguna manera refleja que estas se vincularon a un propósito mayor en el poblamiento que al solo hecho de servir a los intereses particulares de capitanes y soldados.
Esta etapa está marcada por el afán de poblar para asegurar la conquista que hacían los soldados, así como por la elección de lugares inadecuados, contrarios a todas las ordenanzas para el establecimiento de la población, pues los diversos intereses de la conquista determinaron la ubicación de los centros urbanos, ya fuera para aprovechar la población nativa o los recursos mineros. Ese escenario contribuyó a una rápida movilidad de las ciudades y villas recién fundadas –como Ibagué, Cali y Antioquia– y al abandono de otras por la voluntad explícita de sus fundadores, casos como el de Neiva, Tudela y La Palma reflejan esa situación que refuerza la idea de la importancia de la comunidad política para la preservación de la ciudad y de esa misma comunidad que se tejía en la ciudad.
El segundo capítulo abarca el periodo que va desde 1573 hasta 1615 porque abre el análisis de los traslados y desapariciones de los centros urbanos en el contexto de la guerra con diferentes grupos indígenas. Además, en 1573 fueron emanadas las Ordenanzas de poblamiento de Felipe II y resulta significativo notar cómo las ciudades que se fundaron a partir de esa fecha cumplieron o no con estas disposiciones en un contexto de guerra. Si bien el término “pacificación” fue introducido mucho antes, el hecho de que se presentara en las reglamentaciones para el poblamiento, con el propósito de dar fin al proceso de conquista, es bastante revelador para entender que la pacificación y el poblamiento eran procesos complementarios. Se dieron comisiones para pacificar diversas provincias indígenas y fundar ciudades para garantizar la paz y doctrina de los indios. El caso de la ciudad de Toro es contundente para mostrar ese quiebre en el proceso. Nuestra Señora de la Consolación de Toro fue fundada en 1573 con el fin de pacificar y allanar los indios que salían a los caminos entre Cartago y Cali. En la comisión que otorgó el gobernador Gerónimo de Silva, Melchor Velásquez debía cumplir con “las provisiones cédulas e capítulos dados por su majestad para las nuevas poblaciones”.22
En este momento de guerras de pacificación se dio un proceso de reorganización jurídica del Nuevo Reino de Granada ya que la fundación y abandono de centros urbanos marcaba la ocupación del territorio; un territorio que ya había superado la dinámica del descubrimiento y la conquista y que tenía definidas sus fronteras externas. Es decir, la guerra se libró en sitios ya descubiertos en el Nuevo Reino y con una población española circunvecina importante, que en la medida en que se avanzaba en la pacificación se hacía lo propio en el establecimiento de ciudades o villas y en la creación de nuevas gobernaciones como la del Chocó, los Muzos y el Valle de la Plata. Entonces, los ataques indígenas no solo afectaron a las ciudades y villas que estaban establecidas para ese momento, sino que con motivo de la pacificación se fundaron otras que igualmente resultaron quemadas, destruidas, trasladadas o abandonadas.
Las ciudades que se fundaron con ocasión de la guerra procuraban servir de cuña para repeler los ataques, salvaguardar los demás centros urbanos y lanzar las incursiones de los españoles con el fin de castigar a estas provincias. En esta coyuntura se notará con mayor claridad la voluntad de los oficiales y vecinos por preservar los centros urbanos, ciudades como Medina de las Torres podían ser abandonadas fácilmente después de un ataque indígena, pero sus traslados demuestran la importancia y la necesidad de preservar ciertos espacios.
Como estos procesos no fueron sincrónicos ni semejantes en todas las regiones del Nuevo Reino de Granada, las guerras con las provincias indígenas se dieron en unas fronteras ya establecidas. En contraste, en la zona oriental, en el piedemonte llanero en ese mismo periodo se estaba realizando un proceso de ampliación de frontera, descubrimiento y fundación de centros urbanos, por lo que las condiciones de estos no estuvieron sujetas a los designios de la pacificación.
En el tercer capítulo, de 1615 a 1690, el índice de traslados y abandonos de los centros urbanos descendió de forma considerable y los registros que se tienen para los casos de la región Oriental demuestra que esta parte tuvo un poblamiento más tardío en comparación con las demás regiones, pues la razones que se atribuyeron a la movilidad de los centros urbanos estuvieron ligadas a la lógica de los primeros asentamientos. También es relevante advertir que fue consolidada una red urbana y comercial, en donde los problemas de las ciudades y de las villas estuvieron definidos por el marcado despoblamiento que, aunque no terminó por desaparecer los centros urbanos, da cuenta de otro fenómeno del poblamiento y sobre todo del sostenimiento de estos.
El fortalecimiento de ciertas economías generó que los habitantes de las ciudades permanecieran en sus términos, a las afueras del centro urbano, y no residieran en ellas. Esto, de algún modo, debilitaba la ciudad y su estructura administrativa, pero muestra otra tendencia en la forma de concebir la importancia de la ciudad, del servicio prestado a la Corona y de la vida urbana, civil y en policía, lo que se verá en detalle en ese apartado.
Frente a estas condiciones de las ciudades y el comportamiento de la comunidad con respecto a sus obligaciones y a los elementos unificadores, es posible ver que lograron ser una comunidad en medio de la dispersión a través de la necesidad de preservar el título de ciudad, de los intereses colectivos e individuales. Es así como a pesar de las numerosas quejas, reclamos y ordenanzas para poner fin al despoblamiento y al deservicio de los vecinos y oficiales, por un lado, se logró mostrar otros servicios económicos que favorecían los propósitos de la Corona, por el otro.
Hasta ahora, los capítulos mencionados no solo procuran analizar las causas de los movimientos y abandonos de los centros urbanos, presentadas en diversos argumentos de oficiales y vecinos, sino que vincula esta problemática a unos procesos macro del poblamiento del Nuevo Reino de Granada y Popayán en los siglos xvi y xvii. Esto posibilita la comprensión de los mismos a la luz de la problemática particular que se estudia y analiza en esta ocasión, y de las condiciones específicas de cada etapa. Es conveniente señalar que los marcos cronológicos utilizados para la estructura de la investigación no son estáticos, pero muestran tendencias en los procesos.
En el cuarto y último capítulo se trazan unas líneas de comprensión sobre el problema geográfico y ambiental, sobre todo, a partir de cómo los fundadores y vecinos de las ciudades entendieron el espacio, lo aprovecharon y lo utilizaron en un sentido retórico para reforzar los argumentos que justificaban la elección de un lugar para la fundación de una ciudad o una villa o la necesidad de un traslado con el propósito de hallar un mejor lugar. Este apartado expone la relación entre la práctica y el discurso retórico, la forma cómo se aludió a la economía, a la geografía de cada región y al discurso de lo sano y lo malsano como condicionante de la estabilidad y perpetuidad de los centros urbanos.
Los traslados de los centros urbanos, o sus abandonos, exhiben la complejidad del mundo colonial, la forma de apropiación del espacio por parte de los españoles, las diversas realidades e ideas que se cruzaron para determinar el poblamiento, las tensiones e intereses de las comunidades por existir a partir de las ciudades. Estas fueron el escenario de una lucha por la dominación –del entorno, de los recursos y de la población indígena– y un actor principal en la consecución de los objetivos imperiales.
1. Giovanni Botero, Delle cause della grandezza dell citta. (Roma: Giovanni Martinelli, 1588), Disponible en: https://archive.org/stream/bub_gb_mALEClu-aZwC#page/n7/mode/2up.
2. “De nombre latino civitas. De manera que ciudad es multitud de hombres ciudadanos, que se ha congregado a vivir en un mismo lugar, debajo de unas leyes y un gobierno. Ciudad se toma algunas veces por los edificios, y responde en latín urbs. Otras vale como el regimiento o, ayuntamiento y en cortes el procurador que representa la ciudad”. Sebastián de Covarrubias, Tesoro de la lengua castellana o española. (Madrid: Luis Sánchez, 1611), 427. Disponible en: http://fondosdigitales.us.es/fondos/libros/765/16/tesoro-de-la-lengua-castellana-o-espanola/.
3. Aristóteles,