Sociedad, cultura y esfera civil. Liliana Martínez Pérez

Sociedad, cultura y esfera civil - Liliana Martínez Pérez


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      Sociedad, cultura y esfera civil

      Una agenda de sociología cultural

      Nelson Arteaga Botello, Carlo Tognato

      (Editores)

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      Índice

        Introducción Sociología cultural: pasos hacia una agenda latinoamericana Carlo Tognato, Nelson Arteaga Botello

       I. Esfera estatal

      1  Batallas simbólicas del Estado en México: la disputa por el Zócalo y la ceremonia del Grito de Independencia Javier Arzuaga Magnoni, Nelson Arteaga Botello

      2  Límites del conflicto en el discurso nacionalista mexicano: los primeros libros de texto gratuitos (1960-1962) Alejandro Vázquez Arana II. Esfera de la comunicación

      3  El pasado revolucionario como dilema ético para la joven generación política cubana Liliana Martínez Pérez

      4  La risa como arma política: Don Simplicio y la gráfica satírica en México en el siglo XIX Santiago Carassale III. Esfera educativa

      5  Conversaciones de paz en la universidad: performances de la transición en Colombia Carlo Tognato

      6  “Suspendidas por falta de calidad”: Estado, performance y cierre de universidades en el Ecuador contemporáneo Matías Federico Milia IV. Esfera de la vida cotidiana

      7  La lengua de Dios: atribución de validez en torno a la conversión, rezo y lectura del Corán en idiomas distintos al árabe Michelle Vyoleta Romero Gallardo

      8  El despliegue de los pibes de la esquina y sus efectos performativos Gimena Bertoni

      9  “Entendible, pero no justificable”: representaciones sobre la legimitidad de la “justicia por mano propia” en México Andrés Rincón Morera

      10  La narrativa de la violencia paramilitar en Cucúta: dificultades en la construcción del trauma cultural Nohora Niño Vega Las autoras, los autores

       Notas

       Créditos

      Introducción

      Sociología cultural: pasos hacia una agenda latinoamericana

       Carlo Tognato, Nelson Arteaga

      Durante las últimas tres décadas, el programa fuerte en sociología cultural se ha delineado progresivamente como un paradigma con presencia en todos los continentes y ha sido capaz de posicionar el estudio de la cultura y de su influencia sobre la vida social en el centro de la investigación sociológica. Desde su inicio a mediados de los años ochenta, sus fundadores miraron más allá de la sociología para articular este nuevo campo de investigación, de tal modo que sus interlocutores, fuentes e inspiración provinieron en gran parte de la antropología cultural e histórica, la crítica literaria, la lingüística estructural, la semiótica, la filosofía hermenéutica, la historia cultural, para más tarde tomar elementos de análisis de los estudios del performance1 y recientemente establecer puentes con los estudios visuales. Actualmente la comunidad de sociólogos culturales ha crecido y, a treinta años de su creación, este campo ha perdido en parte aquel eclecticismo fervoroso y entusiasta que lo caracterizó en sus inicios.

      Hoy la sociología cultural enfrenta importantes desafíos teóricos, epistemológicos, metodológicos y políticos que dan forma a su actual frontera. En esta introducción se argumenta que la articulación de una agenda latinoamericana de investigación en sociología cultural puede ayudar en responder a esos desafíos, incidiendo así de manera relevante en la trayectoria global de la sociología cultural. Nuestro argumento es que una agenda latinoamericana en sociología cultural permitirá recuperar el fervor interdisciplinario que caracterizó a la sociología cultural en su comienzo. Para sustentarlo, es necesario delinear brevemente la trayectoria del programa fuerte en sociología cultural durante estas últimas tres décadas.

      El programa fuerte en sociología cultural

      En 1993, Jeffrey Alexander, Philip Smith y Steven Sherwood publicaron el manifiesto de lo que más tarde se denominaría programa fuerte en sociología cultural (Alexander, Smith y Sherwood, 1993). Tomando como referencia los trabajos de Durkheim, reclamaron la centralidad del sentido y de los sentimientos culturalmente mediados en el estudio de la vida social. Insistieron en que cada acción se encuentra enmarcada en un horizonte de afecto y de sentido y que incluso las instituciones poseen una fundamentación ideal que moldea su organización y objetivos. Hasta entonces la sociología había explicado la cultura reduciéndola a diferentes estructuras sociales subyacentes. Estos autores advirtieron que era momento de reconocer que la cultura puede autónomamente influir sobre la vida social. Por eso la sociología de la cultura precedente, en la que la cultura era el explicandum, tenía que complementarse con una nueva sociología cultural que practicaría sistemáticamente la descripción densa de códigos, narrativas y símbolos (Geertz, 1973) y que daría cuenta puntualmente de los procesos causales mediante los cuales la cultura impacta en la vida social y las instituciones.

      Dicho desacoplamiento de la cultura respecto de la estructura social fue la razón por la que el nuevo programa de investigación fue denominado programa fuerte en sociología cultural; una denominación que replicaba la operación analítica que el programa fuerte en sociología de la ciencia había llevado a cabo en los años setenta, cuando desarticuló los contenidos cognitivos de las determinaciones naturales y mostró que las ideas científicas no son un espejo directo de la naturaleza, sino que responden a convenciones culturales y lingüísticas.

      Ahora bien, aunque el programa fuerte en sociología cultural dio sus primeros pasos en la primera mitad de los años ochenta, sus raíces pueden encontrarse en la década de los setenta, cuando Jeffrey Alexander había emprendido una revisión sistemática de la teoría social clásica en búsqueda de una comprensión multidimensional de la sociedad. Dicha búsqueda se extendió en los ochenta hacia la teoría sociológica contemporánea y Alexander concluyó que solo Parsons se acercaba a dibujar una teoría multidimensional de la sociedad, aunque había fallado en dos frentes: en primer lugar, le había faltado reconocer que la cultura no tenía que ver simplemente con normas y valores; y, en segundo, su poco sofisticada comprensión de la cultura le había impedido dar cuenta de la variedad de formas en las que ella influye sobre la acción. En consecuencia,


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