Sexo y dinero. Cordelia Callás

Sexo y dinero - Cordelia Callás


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a Afrodita”

      P ara los antiguos egipcios, o sea, para los primeros pueblos que se asentaron en las riberas del cauce bajo y medio del río Nilo, el sexo fue un factor cultural determinante. Y también las diosas ligadas a su práctica.

      Aquellos primeros habitantes que, unos 3,000 años a. C., se asentaron en el valle, al noreste de África, creían que el origen de todo había sido obra de Atum, el dios del Sol. Luego de una masturbación, esta deidad permitió que su semen se expandiese por el aire del universo, que así fecundado dio lugar a otras dos divinidades. Una fue la diosa Tefnut, a quien los antiguos egipcios consideraban la patrona de la humedad, del rocío y de los procesos corporales que producen la humedad, y a la que representaban como una mujer con cabeza de leona y con un disco solar a modo de corona. La otra divinidad fue Shu, el dios de la luz y el aire. A éste, los egipcios lo consideraban el responsable de los fenómenos atmosféricos no violentos, de la sequedad del aire, del abrasador sol del mediodía y del agobiante calor del verano. Se lo representaba como una figura masculina, con una suerte de corona en la cabeza que era, en realidad, una amplia pluma de avestruz, o con cuatro plumas segmentadas.

      Shu y Tefnut se dedicaron casi exclusivamente durante sus primeros tiempos a mantener relaciones sexuales, engendrando así a otras divinidades masculinas y femeninas. Sus primeros hijos fueron Geb, divinidad femenina que representaba a la Tierra, y Nut, el dios que representaba al Cielo.

      Éstos, a su vez, se unieron sexualmente entre sí y procrearon otros dioses, que volvieron a engendrar los nuevos seres que poblaron la tierra, haciendo de ella el lugar que los egipcios conocían.

      Se sabe que la sociedad egipcia primitiva carecía, prácticamente, de tabúes sexuales. El sexo para ellos era una actividad cotidiana que no despertaba prejuicio alguno. Contraían matrimonio siendo muy jóvenes; a los 14 años las mujeres y a los 16 los hombres, y como convivían casi desnudos debido a las condiciones climáticas que regían en la zona que habitaban, el sexo era algo cotidiano y sin misterios.

      Además de su particular cosmogonía, también el lenguaje de los antiguos egipcios estaba atravesado por el sexo. Por ejemplo, el ideograma que significaba "pasar la noche” mostraba un hombre y una mujer en la cama, copulando.

      Josep Padró, egiptólogo sólido y prestigioso, doctorado en Historia, ha confirmado cada vez que fue consultado que el erotismo de las creencias religiosas de los egipcios hallaban su correlato en su vida cotidiana. Todas sus afirmaciones y las de otros especialistas se vieron ampliamente confirmadas con un hallazgo de la segunda década del siglo xix.

      En 1824, en el poblado de Deir el-Medina, en Tebas, durante una excavación arqueológica se encontró un papiro egipcio que databa, aproximadamente, del año 1150 a. C.

      Tenía un tamaño de 8.5 metros por 25 centímetros, y allí aparecían dibujadas diferentes parejas en distintas poses sexuales, tan explícitas y provocativas que sonrojarían al más pintado.

      El papiro erótico, al que se clasificó con el número 55,001 y está en poder del Museo de Turín, fue calificado por algunos de los arqueólogos que lo vieron como "la primera revista para hombres del mundo”.

      Las escenas de sexo, que ocupan los dos tercios del papiro, remarcan deliberadamente una gran diferencia entre hombres y mujeres. Los primeros aparecen desarrapados, panzones, calvos, de baja estatura y con unos penes enormes. Las mujeres, en cambio, son presentadas con figuras armoniosas, gráciles y bien proporcionadas.

      El documento, que se conoce vulgarmente como "El papiro erótico de Turín” no sólo reveló muchos aspectos de la relación que los antiguos egipcios tenían con el sexo, sino que "habló', por primera vez de la prostitución ¡tres milenios antes de Cristo!

      En una revista de divulgación madrileña, Muy Historia, la periodista Elena Sanz escribe:

      "En el Papiro Erótico de Turín, uno de los escasos documentos que hablan de la conducta sexual de los antiguos egipcios, se puede apreciar una escena en la que una prostituta deja caer una especie de lira para copular con un excitadísimo cliente. Otro rudimentario dibujo realizado en un trozo de madera, encontrado en una tumba en el Imperio Nuevo de Tebas, exhibe a una mujer en pleno acto sexual con un hombre. Lo sorprendente es que, mientras hace el amor, ella sigue aferrada a un laúd. Estas imágenes parecen demostrar que las prostitutas utilizaban sus habilidades musicales para excitar a los potenciales clientes”.

      La visión es machista a todas luces; claro, con los conceptos de hoy en día. Pero en esa época parecían tener claro qué era "lo importante”, y es, en todo caso, un documento invalorable para lo que estamos investigando, pues según continúa Sanz:

      "También se han hallado figuritas que reproducen a arpistas que apoyan el instrumento musical en grandes y erectos penes. Otras pinturas muestran fiestas de la realeza en las que grupos de bellas bailarinas prácticamente desnudas ejecutan enigmáticas danzas”.

      Los antiguos egipcios le dan el nombre de Kat Thaut a las prostitutas. Esos términos significan: "Vulva”, en el caso de Kat; y si bien sobre Thaut ha habido diferentes interpretaciones, se cree que significa: “prostituta”.

      Tal cual ilustran ciertas figuras dibujadas en trozos de madera, según recordó la periodista de Muy Historia, en efecto, las meretrices egipcias solían ser buenas bailarinas, y ejecutaban con maestría determinados instrumentos musicales. Se rapaban la cabeza y usaban pelucas, además de pintarse exageradamente los ojos.

      Las prostitutas que desarrollaban su actividad con clientela de las clases bajas solían ejercer su oficio en puertos, tabernas o en las calles mismas. Quienes, en cambio, contaban con una clientela acomodada, practicaban su actividad en banquetes y fiestas. Básicamente, nada nuevo bajo el sol.

      En tierras mesopotámicas

      La prostitución sagrada fue una práctica religiosa que celebraban algunos pueblos que habitaron la tierra unos 3,000 años antes de Cristo. Uno de aquellos pueblos fueron los sumerios, cuya civilización está considerada como la más antigua del mundo. El territorio en el que se habían asentado eran las planicies aluviales de los ríos Éufrates y Tigris, al sur de la antigua Mesopotamia.

      Inanna, la diosa del amor y la fertilidad, era la divinidad más importante que habitaba el panteón de los sumerios. Inanna contaba con su propio templo en el que reinaba un grupo de sacerdotisas que gozaban de prestigio y reconocimiento social, y estaban dedicadas a copular con los visitantes del templo que pagaban para ser purificados por medio del coito ceremonial. El dinero recaudado se destinaba a la manutención del templo.

      La diosa del amor, que además era la protectora de las prostitutas, era venerada por el pueblo de Sumeria porque fungía como cortesana de los dioses.

      Pero una diosa semejante no existió sólo en Sumeria.

      En Babilonia, Inanna era Ishtar, por cierto, con atributos diferentes de los que tenía la diosa sumeria, pero también con bastantes similitudes.

      Dice la historiadora venezolana María Isabel Brito Stelling:

      "En su forma de Ishtar, la diosa de la cultura sumeria se convierte en la diosa de la belleza y la sensualidad babilónica, a la que agradaban los actos de amor carnal y que para asegurar su veneración y culto se consagraban vírgenes al servicio del templo dedicándolas a la prostitución sagrada, es decir a la prostitución selectiva y puntual, cuyo provecho se dedicaba exclusivamente al servicio del templo”.

      Y cabe aquí hacer un alto. Cuando hablamos hoy de prostitución y sus delitos conexos (explotación humana, denigración de la mujer, secuestros, trabajo esclavo), no dudamos en expresar un veredicto social condenatorio. Pero al volver la vista a formas históricas de esta práctica y a su evolución, debemos evitar una mirada anacrónica. Esto es: ver el ayer con los ojos de hoy, pues iremos viendo en ciertas formas de prostitución una honda raíz religiosa o de sostenimiento del culto, que no tiene por qué coincidir, desde luego, con el nuestro, particular y contemporáneo.

      Pero volvamos a Brito Stelling:

      "En el gran templo de Ishtar en Babilonia [...] moraban las sacerdotisas que se dedicaban al servicio de la diosa, es decir


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