Sexo y dinero. Cordelia Callás
aceptan sino a aquel que ha pagado el precio a la diosa, y no aceptan desviaciones del acto sencillo y directo. Están reputadas como religiosas y se les acuerda un tratamiento honorable cuando salen al exterior de su templo”.
Agrega la historiadora caraqueña que cada adolescente estaba obligada a dedicar su primer acto sexual a Ishtar. Y debía hacerlo del mismo modo en que lo hacían las sacerdotisas: dentro del templo y con características rituales.
En verdad, en la antigua Babilonia, existían dos tipos de sacerdotisas dedicadas al sexo religioso. Unas eran las amtu, que significa “sierva”. Ellas estaban dedicadas en forma exclusiva al servicio de la diosa, y residían en el templo. Otras eran las naditu, 'sin cultivar”, que no vivían en el templo, y que podían casarse, pero no tener hijos. Para evitar el embarazo, los maridos solían recurrir al método anticonceptivo tradicional de la época: el sexo anal.
Propios y extraños; bellos y feos
Más allá del sexo ceremonial llevado a cabo en el templo de manera cotidiana, los babilonios practicaban la hierogamia, vale decir, la consumación de un matrimonio sagrado. Hierogamia deriva de la conjunción de dos términos griegos: hierós, “sagrado, y gamos, “unión”.
Como celebración del Año Nuevo, los babilonios realizaban una ceremonia en la que el rey, representando al dios Dumuzi, se unía sexualmente y en matrimonio a una sacerdotisa “naditu” que representaba a la diosa Ishtar.
La escenificación se llevaba a cabo en la parte más sagrada del templo, y tenía como propósito celebrar la resurrección anual de la vida y de la primavera.
Además de este tipo de relación sexual de carácter religioso, en Babilonia existía una ley que involucraba a todas las mujeres y que se relacionaba con un gesto de hospitalidad.
Al menos una vez en la vida, toda mujer nacida en Babilonia debía asistir al templo de Militta, una suerte de Afrodita babilónica, y tener sexo con algún extranjero, no pudiendo regresar a su casa hasta que dicho rito no se hubiese llevado a cabo.
El gran historiador griego Herodoto de Halicarnaso, con una mirada de repudio a las tradiciones “bárbaras”, dio cuenta de aquella ceremonia en el capítulo 199 de su Libro I:
"La costumbre más infame que hay entre los babilonios, es la de que toda mujer natural del país se prostituya una vez en la vida con algún forastero, estando sentada en el templo de Venus. Es verdad que muchas mujeres principales, orgullosas de su opulencia, desdeñan mezclarse en la turba, con las demás, y lo que hacen es ir en un carruaje cubierto y quedarse cerca del templo, siguiéndolas una gran comitiva de criados. Pero las otras, conformándose con el uso, se sientan en el templo, adornada la cabeza de cintas y cordoncillos, y al paso que las unas vienen, las otras se van. Entre la fila de las mujeres quedan abiertas de una parte a otra unas como calles, tiradas a cordel, por las cuales van pasando los forasteros y escogen las que les agradan. Después que una mujer se ha sentado allí, no vuelve a su casa hasta tanto que alguno le eche dinero en el regazo, y sacándola del templo satisfaga el objeto de su venida. Al echar el dinero debe decir: 'Invoco a favor tuyo a la diosa Milita, que es el nombre que dan a Venus los asirios. No es lícito rehusar el dinero, sea mucho o poco, porque se lo considera como una ofensa sagrada”.
Más adelante, Herodoto da cuenta de una de las circunstancias más duras por las que debían atravesar las mujeres poco agraciadas para poder cumplir con la ley.
Dice el historiador griego:
"Ninguna mujer puede desechar al que la escoge, siendo indispensable que le siga, y después de cumplir con lo que debe a la diosa, se retira a su casa. Desde entonces no es posible conquistarlas otra vez a fuerza de dones. Las que sobresalen por su hermosura bien presto quedan desobligadas; pero las que no son bien parecidas, suelen tardar mucho tiempo en satisfacer a la ley, y no pocas permanecen allí por el espacio de tres y cuatro años. Una ley semejante está en uso en cierta parte de Chipre”.
Antes de referirse a esta ley a la que Herodoto considera “infame”, el griego hace referencia a otra a la que califica de "sabia" y que deja entrever el modo en que los griegos seguían viendo a las mujeres:
"Entre sus leyes hay una a mi parecer muy sabia, de la que, según oigo decir, usan también los Enetos, pueblos de Iliria. Consiste en una función muy particular que se celebra una vez al año en todas las poblaciones. Luego que las doncellas tienen edad para casarse, las reúnen todas y las conducen a un sitio, en torno del cual hay una multitud de hombres en pie. Allí el pregonero las hace levantar de una en una, y las va vendiendo, empezando por la más hermosa de todas. Después que ha despachado a la primera por un precio muy subido, pregona a la que sigue en hermosura, y así las va vendiendo, no por esclavas, sino para que sean esposas de los compradores. De este modo sucedía que los babilonios más ricos y que se hallaban en estado de casarse, tratando a porfía de superarse unos a otros en la generosidad de las ofertas, adquirían a las mujeres más lindas y agraciadas. Pero los plebeyos que deseaban tomar mujer, no pretendiendo ninguna de aquellas bellezas, recibían con una buen dote alguna de las doncellas más feas”.
Culto, amor, fertilidad
La prostitución sagrada no fue practicada exclusivamente por sumerios y babilonios, varios pueblos de la antigüedad rendían culto a sus diferentes diosas del amor en templos habitados y administrados por sacerdotisas que se prostituían en nombre de la diosa.
La encontramos entre los armenios, en Asilisena, en Ponto, en Fenicia y, como señalaba Herodoto, también en Chipre. Pero éstos eran sólo algunos puntos en la vasta extensión geográfica de esta práctica, sobre todo teniendo en cuenta que el mundo antiguo no estaba exento de grandes navegaciones, travesías comerciales, colonias y factorías, trasiego de costumbres y ritos.
Punta de Nao es un arrecife medio sumergido ubicado en la Caleta, en Cádiz. Allí se alzaba el templo de Astarté, la diosa del amor y la fecundidad de los fenicios. Pero Astarté, a la que se la relacionaba con la estrella de la mañana, tenía la particular capacidad de poder interpretar a los astros, lo cual le daba facultades de adivinación. Por ello, muchos de los que visitaban su templo y se unían sexualmente con las sacerdotisas luego de pagar el tributo, solicitaban que la diosa les anticipase el porvenir, aunque fuese el más inmediato.
El catedrático de la Universidad de Sevilla, especialista en prehistoria, José Luis Escacena, en algunos párrafos de su libro Entre Dios y los hombres: el sacerdocio en la antigüedad, describe prolijamente al personal que, dentro del templo, estaba al servicio de la diosa.
Dice Escacena:
"La tradición literaria mesopotámica ilustra la presencia de mujeres en el ámbito templar dedicadas a tiempo completo al ejercicio del culto. P. Negri Scafa ofrece una división tripartita de este sector, basada en la función, al margen de su condición servil o libre: personal ligado al culto; personal ligado a la administración y, por último, personal dedicado al mantenimiento de las actividades internas. Dentro del personal femenino del primer grupo, habría que situar a las sacerdotisas, en tanto 'administradoras' del culto, pero, junto a éstas, encontramos un sector más heterogéneo que incluye mujeres de condición servil y libre, participantes en los diversos actos del culto en un lugar secundario, o que desarrollan prácticas culturales no reguladas en la liturgia tradicional, como la prostitución sagrada. En tercer lugar se situaría el personal de servicio del templo, en el que se incluyen mujeres, de condición servil en su mayoría, desempeñando actividades económicas básicas”.
Como bien detalla el profesor Escacena, el templo dedicado a la diosa Astarté, al igual que los otros templos que veneraban a las diosas del amor y la fertilidad, eran estructuras importantes y que exigían una gran cantidad de personal a su servicio, lo que supone, además, que la recaudación diaria que lograban las sacerdotisas no era exigua.
Más adelante, Escacena enriquece la descripción a partir de papiros encontrados en el templo de Kition, en Chipre:
"Aparecen como dependientes o personal al servicio del templo, constructores, pastores, panaderos, barberos, porteros y vigilantes, escribas y los conocidos hieródulos (Hombres y mujeres esclavos al servicio de los dioses) y prostitutas sacras, todos ellos oficios análogos a los documentados