Fabricato 100 años - La tela de los hilos perfectos. Jairo Campuzano Hoyos

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      Introducción

      El 26 de febrero de 1920 tuvo lugar en la Notaría Tercera de la ciudad de Medellín la fundación de la empresa textil Fábrica de Hilados y Tejidos del Hato, Fabricato, cuya planta de producción fue construida en el municipio de Bello, en el norte del valle de Aburrá. La establecieron los comerciantes y empresarios Carlos Mejía Restrepo, Antonio Navarro Misas y Alberto Echavarría Echavarría, representantes de las casas comerciales L. Mejía S. & Cía., Miguel Navarro & Cía. y R. Echavarría & Cía., en su orden. Su ímpetu innovador y su capacidad visionaria para los negocios les permitió consignar en la escritura de constitución de la compañía: “El término de duración de esta sociedad será el de 100 años, contados de esta fecha en adelante”.1 Entonces no imaginaron los retos, dificultades y logros que alcanzaría su empeño un siglo después, y que han forjado el carácter perseverante que hoy da vida a una de las empresas más emblemáticas de Antioquia y Colombia. En este capítulo se expone la constitución de Fabricato en 1920 y su inauguración en 1923. Luego, la etapa comprendida entre los años 1923 y 1931, que marcó los inicios de la empresa, se tratan aspectos como los trabajadores, las telas y la organización de las ventas. Por último, el período que va de 1931 a 1939, que da cuenta de la ampliación y la consolidación de la compañía.

      De comerciantes de telas a industriales textileros

      La fundación de Fabricato, como la de otras empresas de Antioquia, fue resultado de fuerzas históricas que dieron sustento a la voluntad de sus creadores, entre ellas la disposición de capitales y su experiencia en diversos negocios nacionales y en el exterior, desde el siglo XIX. La casa comercial L. Mejía S. & Cía. fue creada en 1895 con el objeto de comerciar mercancías extranjeras y nacionales, metales preciosos y letras de cambio. Negociaba con documentos de crédito público o privado y hacía especulaciones en minas, salinas y empresas agrícolas.2 En su almacén de la plaza de Berrío vendía “mercancía seca”, que incluía telas, ropa para damas y caballeros, y bisutería.

      De igual forma, desde 1895, los Navarro exportaban frutos del país e invertían en haciendas.3 Por lo general, estas sociedades de negocios se establecieron entre allegados y familiares de la burguesía antioqueña para garantizar el control de las inversiones por medio de matrimonios y alianzas entre sus integrantes. Por ello, Antonio Navarro fue quien primero apoyó a su amigo y concuñado, Carlos Mejía, quien tuvo la idea de crear la empresa desde 1919.4 Los Navarro también tuvieron almacén en la plaza de Berrío y hacia 1923 todavía importaban “telas de lana y algodón con especialidad en géneros blancos, zarazas inglesas y americanas”.5

      Desde el siglo XIX, el ámbito familiar fue la base para crear las redes de poder local y regional, las identidades partidistas y las sociedades de negocios. Muestra de ello es el linaje de Alberto Echavarría Echavarría, cuyo padre y abuelo le heredaron su interés en el mundo empresarial. El abuelo, Rudesindo Echavarría Muñoz, había fundado una casa comercial en 1872, cuya actividad principal era la venta al por mayor de “mercancía seca” y telas importadas. Alberto fue hijo de María Josefa Echavarría y Rudesindo Echavarría Isaza, un reconocido importador de mercancía, exportador de café y fundador del Banco del Comercio. A la muerte de este, en 1897, su esposa y sus hijos recibieron apoyo y educación de Alejandro Echavarría Isaza, fundador de Coltejer (1907), y como las empresas también sirvieron para la cohesión y la solidaridad entre las familias de la élite regional, aquel mismo año los jóvenes Echavarría Echavarría conformaron con su tío Alejandro una sociedad de la que se independizaron hacia 1904. Entonces, Ramón, Pablo, Alberto, Jaime, Enrique y Jorge constituyeron la casa R. Echavarría & Cía., sucesora, con otras, de la de su padre. Sin embargo, los negocios con su tío continuaron, pues participaron de la fundación y la propiedad de Coltejer.6 Algunos de ellos incursionaron por cuenta propia y con los Mejía en la trilla y la exportación de café.

      Para evitar confusiones debe distinguirse a los integrantes de la familia de Rudesindo Echavarría Isaza, apodados los Echavarría “gordos” (fundadores de Fabricato), de los de su hermano, Alejandro Echavarría Isaza, conocidos como los Echavarría “flacos” (creadores de Coltejer).7 Este clan familiar dejó una importante huella en la vida económica nacional con las empresas que crearon o en las que participaron. Entre ellas: Compañía Colombiana de Navegación Aérea (1919), Refrigeradora Central (1928), Fatesa (1932), Calcetería Pirámide (1935), Calcetería Alfa (1936, más tarde parte de Pepalfa), Zigzag (1938) e Hilos Intertex (1940).8

      Como los Echavarría, los Mejía también dejaron una impronta trascendental en la historia de Fabricato. Esta familia venía acumulando capital y experiencia empresarial desde el siglo XIX. Los hermanos Luis María y Lázaro Mejía Santamaría tuvieron negocios en los campos del comercio y la banca. Así, antes de fundar en 1895 L. Mejía S. y Cía., habían participado en la casa comercial Lalinde & Mejía S., cuyo socio principal, don Pablo Lalinde, era considerado uno de los hombres más ricos de Antioquia. Además de importar mercancías, tuvieron acciones en los bancos Popular, de Medellín, de Yarumal, de los Mineros y Agrícola. En el año 1900, Carlos y Luis Bernardo Mejía Restrepo, hijos de Lázaro Mejía S., entraron en la sociedad familiar como socios administradores. Carlos fue quien más se destacó entre su parentela durante el período de constitución de Fabricato. Además de haber tenido la idea de crear la empresa textil, fue su primer gerente, consejero principal de la junta directiva entre 1921 y 1939, y asesor de ella hasta el 23 de enero de 1943, fecha en la que murió. Para la junta directiva, el buen criterio, la inteligencia, la consagración y la cultura comercial de Carlos Mejía fueron fundamentales para impulsar y consolidar la empresa.9

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      Panorámica de Medellín, 1921, Fotografía Rodríguez, BPP-F-008-0808, Archivo Fotográfico, Biblioteca Pública Piloto de Medellín para América Latina

      Las casas comerciales, con su sello de empresas familiares, jugaron un papel de suma importancia en el desarrollo económico de Antioquia desde el siglo XIX y fueron la base para su industrialización en el siglo XX. Así fue, no solo en el ramo textil, columna vertebral del proceso, sino en los de alimentos, tabaco, calzado, vidrio, loza, muebles y bienes de consumo masivo. Mejía, Navarro y Echavarría, Restrepo, Londoño, Escobar, Ángel, Ospina, Vélez, Mora y Posada son los apellidos más icónicos que integraron la burguesía industrial antioqueña. Ellos, con el apoyo del Estado y la participación de la clase obrera, condujeron el país hacia el desarrollo industrial, para lo cual adoptaron y adaptaron a la realidad nacional las conquistas tecnológicas de la Revolución Industrial (inglesa) acaecida desde finales del siglo XVIII.

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      [detalle] Acción de 10 pesos No. 0120 de la Fábrica de Hilados y Tejidos del Hato. Suiza, A Trüb & Cie. Aarau, 1930. Archivo Fabricato

      Como se ha sugerido, minería, ganadería, banca, especulaciones inmobiliarias y, sobre todo, el comercio fueron las actividades económicas que facultaron a capitalistas y empresarios como industriales; su origen comercial no fue una excepción de los antioqueños, sino una constante de los industrialistas latinoamericanos.10 En particular, estuvieron comprometidos en el comercio de importación y controlaron la trilla y la exportación de café, una actividad sumamente próspera, soportada en el crecimiento de los cultivos del occidente colombiano y de los precios internacionales del grano entre 1911 y 1932.11

      Pero la fundación de Fabricato no solo se explica por la disponibilidad de capitales, sino también por las expectativas que tenían sus fundadores de ganarlos, mediante la conquista de la demanda de bienes manufacturados que existía en la ciudad de Medellín y a lo largo del país hacia las décadas de 1920 y 1930. Este mercado lo constituía la creciente clase media y obrera que la urbanización y la industrialización hizo emerger en Bogotá, Medellín, Barranquilla y Cali. Además de estas capitales principales, se considera que unas doce capitales intermedias y los poblados


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