Vivir con el corazón. Javier Santiso

Vivir con el corazón - Javier  Santiso


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      JAVIER SANTISO nació en la casa que fue del escritor francés Michel Tournier, en Saint-Germain-en-Laye, Francia, en 1969. Es economista de formación, educado en París, Oxford y Boston. Como economista ha publicado varios libros, algunos en las editoriales de MIT, Oxford y Cambridge.

      La poesía y la literatura estuvieron presentes en su vida desde los años de estudios en el barrio latino parisino, donde conoció a autores como Milán Kundera y Vaclav Havel, así como a los poetas Octavio Paz, Salah Stétié, y Christian Bobin.

      En 2017, con el afán de traducir la obra de Christian Bobin al español, fundó la editorial La Cama Sol, dedicada al arte y a la poesía, donde ha presentado obras conjuntas de Joan Margarit y Paula Rego, Christian Bobin y José María Sicilia, Eugenio de Andrade y Soledad Sevilla, Pere Gimferrer y Antoni Tàpies, así como de Anselm Kiefer, Jaume Plensa, Miquel Barceló, Etel Adnan, y Rachid Koraïchi.

      Ha traducido a poetas como el malayo Latiff Mohidin, la libanesa Etel Adnan, la luxemburguesa Anise Koltz, o la siria Maram al Masri. Y a los autores franceses Christian Bobin, Lucien Becker, Michel Butor, Henri Pichette.

      Ha publicado varios libros de poesía, El octavo día (2017), Antes de que venga la noche (2018), éste en colaboración con la pintora Lita Cabellut, Donde ella estaba, estaba el paraíso (2019). En 2020 publicó un cuento corto, Un sol de pulpa oscura, con obras de la artista iraní Shirin Salehi. Vivir con el corazón es su primera novela publicada.

      Uno de sus sueños es llevar al francés La Cama Sol para traducir y dar a conocer en su otro país a poetas como Joan Margarit, Pere Gimferrer, Jaime Gil de Biedma, Ángel González o José Agustín Goytisolo.

      AHORA SABEMOS QUE EL COLOR DEL AMOR NO ES SóLO EL VERDE sino que también es el amarillo, el sol limón aún verde. Esta novela está volcada en las vidas minúsculas que giraron en torno a Vincent van Gogh. Nace de encuentros y de amores, de cientos de páginas leídas y olvidadas, de viajes a Ámsterdam y a París, donde ahora Vincent está colgado en museos o es visible en las pantallas del Atelier Lumières.

      Las mujeres cambian las vidas de los hombres, les dan la luz, nos dan el amor, dice el autor, hacen que las almas brillen como vidrieras, que se nos llenen el cuerpo y el corazón de colores, y en particular de verdes y de amarillos. Por eso Javier Santiso imagina que Vincent también ha vivido y ha muerto: «si no te conozco, no he vivido; si muero sin conocerte, no muero, porque no he vivido», Cernuda lo escribió mejor que nadie, en español, en poesía. Uno puede pasarse una vida entera sin haber vivido. Uno no muere porque el corazón deja de latir o porque el cuerpo un día se nos va. Uno muere porque no te he conocido, porque no he dado con la llave, con ese cuerpo que se abre como una flor y mira con ojos de girasol, ese corazón que hace que amar sea almar e inventa verbos que nunca se volverán a repetir.

      Uno muere de no haber vivido con el corazón.

      Vivir con el corazón

      COLECCIÓN

      Las Hespérides

      JAVIER SANTISO

       Vivir con el corazón

      © De los textos: Javier Santiso

      Madrid, 2021

      Edita: La Huerta Grande Editorial

      Serrano, 6 28001 Madrid

       www.lahuertagrande.com

      Reservados todos los derechos de esta edición

      ISBN: 978-84-17118-80-8

      Diseño de cubierta: La Huerta Grande

      Producción del ePub: booqlab

      «Tú justificas mi existencia: si no te conozco, no he vivido;

      si muero sin conocerte, no muero, porque no he vivido»

      Si el hombre pudiera decir lo que ama, Luis Cernuda

      Índice

       I. El otro Vincent

       II. Las luciérnagas sólo se ven con los ojos del corazón

       III. La vida en una casa amarilla

       IV. El cartero que se llamaba amar

       V. La noche estrellada después de los bosques

       VI. La vida bajo los soles amarillos

       VII. Todas las mañanas del mundo son sin retorno

       VIII. El color rubio del porvenir

      I

      El otro Vincent

      … desde el primer instante, llegamos al mundo con labios de tempestad, llegamos ebrios de soles, con caras de repollo y ojos de cebolla, atravesamos el aire con un grito, de una rajada, llegamos así, como lo haría un arpón, salimos de un cuerpo retorcido de dolor, de ahí nos desarraigan, tirando, expulsando, forzando, nos arrancan como le arrancan el cuello a los girasoles, así salimos del cuerpo de las mujeres, a empujones, entre hierros y piernas, como un tren que descarrila, las reventamos, les abrimos las carnes, perforamos sus entrañas, desde dentro, salimos de ese nido negro, lugar al que querremos volver durante lo que nos quede de vida, así también nace el primer Vincent, a gritos, como un becerro que llevan al matadero, así sale el que llegaría muerto a la vida, así también nace el otro Vincent, con el sol león que le patea la cara por primera vez, nace el que llegaría apenas un año después, el pelirrojo que en apenas nueve años de vértigo, en un abrir y cerrar de ojos, pintaría más de ochocientos cuadros, más de un millar de obras, ese hermano que nace y muere al mismo tiempo con un año de distancia, lleva también el mismo nombre que él, a un año de distancia, no dejará de pensar en ese otro hermano, el ausente, toda su vida, por eso un día lo va a visitar, temprano, de madrugada, como lo haría un asesino en serie que vuelve sobre el lugar del crimen, llega, más de un cuarto de siglo después, al cementerio de Zundert, allí está Vincent mirando la tumba del otro Vincent, la contempla, lee el nombre escrito sobre el granito, su nombre y su apellido, el día de su cumpleaños, tomaría el último tren de Dordrecht a Oudenbash, y desde allí iría, hasta llegar a Zundert, a pie, haciendo el mismo recorrido que cuando era crío, el aire vibra, las nubes se retuercen como víboras, es una mañana clara de primavera, un día joven del mes de marzo, no queda nadie sobre el camino de piedra que le lleva hasta el cementerio, apenas un puñado de árboles, probablemente robles o sauces, le aprietan el corazón, en su mente registra su trazo en el aire, esa huella llena de tildes que no dejará de buscar cualquier instante de su vida en cada pincelada, por ahora él sólo ve el amarillo que despunta en las extremidades de las ramas y, detrás, el cielo en ruinas, levantándose poco a poco con la luz del día que se derrumba, la hierba corre por los lados, como una gallina enloquecida a la que le han cortado la mollera, la pendiente retadora parece encaramarse hasta lo más alto del cielo, Vincent apura el paso, nadie sabe lo que lleva en el corazón, no, estas líneas tampoco, nadie sabe lo que baila en su sangre, pero algo muy rojo debe ser, duro como la piedra, no es la falta de aire lo que le sofoca, en sus ojos todavía no hay destellos de estrellas, sólo están esas llanuras


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