Vivir con el corazón. Javier Santiso
todos los peldaños del cielo, te diré cuánto amé este mundo en el que no estuviste, te diré cuánto te eché de menos, sentir tu sangre, arder como la punta de una cuchilla, morir de tanto mirar, nacer de tanto amar, correr con todos los ríos, todo eso hice, y más aún, entré en la noche, sofocada de estrellas, entré en ella, y allí te busqué, hermano mío, pero no te encontré, nunca regresaste, pinté estribillos, puse morada la luz, abrí los cuerpos como frutos, pero no te encontré, entré en la noche, cuando los blancos irrumpen en los ojos, cuando las estrellas se quedan, allá arriba, clavadas, y esperan, pero no te encontré, pinto para que vuelvas a nacer, para que el trigo se haga más alto, en la noche busco un pájaro para amanecer, busco un sol de pulpa oscura, camino con mis candelas en el sombrero para descubrir tu boca, pero sólo encuentro el silencio, mira, eso te quería decir, eso quería hacer, inclinar el viento, calentar entre mis dientes los colores, florecer erguido sobre un cuerpo de mujer, y luego ofrecerle un anillo de paja, color mostaza, un anillo que se fuese desgastando con el tiempo, como tú y yo, un anillo de mimbre que también desaparecerá, como tu y yo, un anillo amarillo que brillará como ningún otro, en la luz del día cuando revienta el sol, un anillo que hará que todas las joyas de oro macizo sientan la envidia del destronado, celosas de su brillo, de la vida que tuvo, y que nada ni nadie detuvo, todo eso quería dártelo, que lo vieras con mis ojos, mientras crece el verano, violento, desnudo, bello como una ciruela, mientras la vida muere sobre otros labios, mientras crece ella también en la vertical, todo fiebre, furia y fuego, mientras mis manos arden como candelas, imagino tus ojos cuando anochecen, perdóname no haberte conocido, te fuiste antes de llegar, por eso pinto, para encontrar los colores que juntos nunca soñamos, colores llenos de colmenas, rubios como limones, rápidos como los estorninos, me iré hacia el sur, a buscar esa luz que aquí no encuentro, dejaré los dibujos de lápiz, el negro oscuro, el blanco tibio, lo dejaré todo, y no volveré a las minas, si caigo que sea de cara al sol, si caigo que sea de cuerpo entero, un día bello como el fondo del mar u oscuro y negro como un jabalí, iré hacia el sur, a buscar lo que siempre tuve que ser, aquí los días se quedan en falso, atrapados en esta farsa, el silencio es invisible, como lo es la ausencia, pintaré entonces ese silencio ruidoso, esa ausencia multitudinaria llena de remolinos y de canículas, haré florecer los colores, los cuadros no son libros que se ojean, nudos que se desanudan, no puedes pasar página, tampoco los puedes olvidar en las estanterías, los cuadros son campos que te entran de golpe en la retina, frescos como el frío del río que te muerde el vientre, manos que se oxidan lentas como una caricia, nudos de corbatas que te aprietan el cuello, novedades asombrosas que un niño ve pasar por primera vez delante de sus ojos atónitos, la madera negra de un ataúd que resbala hacia el fondo del hoyo, eso quiero hacer, pintar con los puños, meterme en la garganta del lobo, alzar los brazos hasta el cielo, pintar hasta reventar el silencio de tu muerte, estirar los brazos cuanto pueda, hasta casi tocar las estrellas con el puño de la camisa o la punta del pincel, y así, casi infinito, casi rozándolas, aprender a no morir nunca más.
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