Las mentiras del sexo. Antonio Galindo Galindo
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Análisis de la situación
Para ti ¿esta profesora es una vieja verde8? ¿Por qué ha de abandonar la posible vivencia de que se siente atraída por alguien más joven que ella? La propia mujer tiene en la cabeza un esquema de normalidad que le hace sentirse culpable de lo que desea cuando es cierto que lo desea. ¿Están reñidos el sexo con la edad cuando ambas personas son adultas? Lo peor que podría pasar es que ella le exprese a él que lo desea y que él le diga que no es mutua la atracción. Pero el problema es que nuevamente aparece el tema de la supuesta normalidad ante la vivencia del deseo sexual.
Moraleja: en cuestiones de sexo lo normal no explica nada. |
Siguiendo los casos anteriores, con la idea de querer ser normales los padres pueden entrar en contradicción con el proceso natural y evolutivo de la propia sexualidad de sus hijos. Y puede parecer que las personas mayores entonces no pueden sentir deseos sexuales libremente, salvo con gente de su edad o, si no, deben prescindir del sexo.
Por lo tanto, otro aspecto asociado a que la sexualidad es un tema comprometido es el de la edad. Igual que no dudamos que los niños respiren cuando son niños o que tengan hambre porque están vivos, ni dudamos que los ancianos –aunque sean personas mayores– siguen usando sus pulmones para inspirar el aire y tienen hambre como cuando eran niños, ¿por qué dudamos –o incluso negamos– que los niños o las personas mayores tengan sexo? Socialmente, la sexualidad parece haberse relegado a una edad determinada: ¿entre los 18 y los 50 años quizás? A quien tiene sexo más allá de los 60 los libros y manuales de psicología le dedican poco espacio. Incluso –como he indicado antes– tenemos expresiones con connotaciones negativas sobre los viejos verdes, aquellos señores (porque hablar de viejas verdes es más extraño, ¿no?)9 que van con chicas más jóvenes que ellos, o aquella expresión que dice «Se te ha pasado el arroz», como si hubiese un determinado momento para usar el sexo. Y ello no quita que la sexualidad en personas mayores pueda expresarse sin recurso a la genitalidad, sino de forma más global o sensitiva.
Una explicación de por qué se dan estas situaciones es el hecho de asociar exclusivamente sexo a tener hijos (a la reproducción), por lo que, como ni los niños ni los ancianos pueden reproducirse, el sexo tiene que ser algo extraño en ellos. Pero esto es sólo una cuestión de creencias, cosas que las personas dan como bueno o malo en un momento histórico, pero que no tienen por qué ser así.
O dicho de otra manera, creo que la base de estas situaciones que hacen que la sexualidad sea un tema aparte se halla en estereotipos y prejuicios que se explican desde factores culturales, económicos y sociales.
Propondré unas ideas que espero que sirvan para el debate y la confrontación personal. No tenemos por qué estar de acuerdo con lo que sigue, pero lo planteo para que cada persona elabore su propia teoría al respecto.
LO QUE ES SEXO Y LO QUE NO LO ES
En cuestiones de sexo, la percepción subjetiva es el criterio preponderante de discriminación. ¿Has pensado que la palabra sexo invita a introducirnos sin darnos cuenta en un ámbito prácticamente inconsciente que, ahora que lo digo, es casi imposible de definir? Sencillamente sucede que la percepción se dispara… como si entrase en un espacio indefinido o innombrado, pero no porque sea innombrado deja de estar ahí.
Propongo que sexo es un ámbito, un espacio, una dimensión mental, de sensaciones físicas y/o emocionales en el que se entra –o no se entra– a través de las palabras, la visión, el tacto, el oído, el gusto o el olfato… Los cinco sentidos nos pueden disparar la entrada en esa dimensión sentida –pero casi desconocida– a veces más allá de nuestro control, pero tremendamente vívida y reconocida a nivel inconsciente. Cualquier estímulo de la vida puede hacernos entrar en la vivencia de aquello que para nosotros es sexo o no lo es. Y a lo mejor la vivencia de muchas personas es la ausencia de sensaciones al respecto.
Un olor de perfume, el gusto de un alimento que te recuerda la boca de alguien a quien has besado, el tacto de una sábana que te hace sentir placer…
Cada cual le llama sexo a lo que se desencadena en él de una manera consciente o inconsciente, casi sin darse cuenta a veces. Hay personas que responden que “el sexo soy yo”, pero otros sienten que “el sexo está aparte” o es una parte de la vida. Hay seres humanos que lo conciben como algo integrado y otros como algo separado. En definitiva, sexo es lo que tú decides y sientes que es. Y tú puedes investigar cómo se expresa y surge dentro de ti.
¿Se puede decir que dentro de ti existe ese espacio que evoca sensaciones sexuales y que esas sensaciones empiezan en un punto determinado? ¿Empieza y acaba, o siempre está ahí? ¿Cómo te das cuenta de que eres sexual? ¿Lo eres o no lo eres? Hay personas para las cuales todo es sexo y otras para quienes nada lo es. ¿Cuál es tu situación?
Sugiero que existe una especie de umbral interior (para lo que iré dando datos para facilitar una investigación personal) que dirime, en un momento dado, en una situación dada, lo que para cada uno es sexo o no lo es.
¿En dónde vemos o sentimos el sexo?, ¿dónde está tu percepción del sexo? ¿En la excitación sexual?, ¿en el placer?, ¿en todo el cuerpo o en algunas partes concretas?, ¿en el punto en el que se acaba el daño o empieza el daño?, ¿en el momento en que te desinhibes y todo fluye dentro de ti?, ¿en una obligación a la que responder en función de quién tienes delante? ¿Es un espacio permanente o a veces lo que en un momento es sexo en otro diferente ya no lo es? ¿Dónde comienza para ti lo que percibes y empiezas a llamar sexo? ¿Qué situaciones o circunstancias –cosas que ves o sientes– se acoplan para ti a lo que en tu manera de ver se trata de sexo?
Unos pueden ver sexo estrictamente en la penetración o el sexo anal, o en hacer una orgía o hacer el amor con su pareja; otros, en el modo de caminar de un hombre o una mujer que les gusta físicamente, en el contoneo de un cuerpo, en la simple visión de las nalgas de una mujer mientras pasea por la calle o en los genitales de un hombre apretados en el pantalón. Otros pueden ver sexo en cada manifestación de la vida, en una boca con labios carnosos, o en la gota de agua que destila de esos labios después de beber. Otros pueden sentir que entran en su dimensión sexual cuando están cerca de una persona que les recuerda a un amante que hace tiempo que no ven. Para otros el sexo puede ser una manera de compadecerse de un ser humano o el único modo de relacionarse. Hay quienes sólo se vinculan a través del sexo y aquéllos que lo último que harían es ver sexo cuando de personas se trata. Y dicen de santa Teresa de Jesús que entraba en éxtasis con Cristo… ¿Era eso sexo?
El ámbito del sexo es libre, personal e intransferible. No guarda lógica objetiva alguna, si bien está sometido a las historias personales y los condicionamientos culturales. Pero aunque un grupo de personas que pertenecen al mismo grupo social y cultural hayan sido educadas en las mismas pautas de comportamiento, las vivencias y sensaciones con relación al sexo son tremendamente diferentes. Y eso no excluye que las mismas cosas puedan hacernos sentir o vivir lo mismo a muchas personas.
Pero si llegamos a ejercer la libre elección y emprendemos un camino de investigación personal sobre nuestra sexualidad, podremos comprobar que nuestras maneras de vivir y sentir el sexo a veces responden a patrones ajenos a nuestra voluntad, que somos presas de automatismos y dinámicas casi involuntarios… Que estamos prácticamente programados para responder de manera inconsciente a lo que se suele considerar un símbolo sexual en general, sin haber accedido a la oportunidad de vivir el sexo que realmente queremos para nosotros. Imagina que nunca te hubiesen contado nada acerca de prácticas sexuales ni hubieses visto películas o revistas eróticas o pornográficas, ni hubieses visto a nadie practicando sexo, ¿cómo expresarías tu sexualidad sin comparaciones ni clichés anteriores?
Existe además una perspectiva evolutiva en la percepción del sexo: para un adolescente el sexo suele tener connotaciones estrictamente asociadas a las prácticas sexuales relacionadas con los genitales (masturbación, felación y, sobre todo, penetración), mientras que en edades adultas –si se han vivido etapas