Ave Fénix rumbo a Wall Street. Yolanda Veguilla Dávalos
lo largo de sus líneas, pues de eso se trata, y ese es el mensaje que se nos quiere trasladar.
Conoceremos a una niña con evidentes carencias; a la adolescente ingenua y soñadora; y, por último, a la madre que más tarde hubo de asumir el enorme precio de algunos de esos sueños y, por qué no decirlo, de esas carencias.
Por fortuna, hoy estamos ante una mujer que no solo se ha sobrepuesto a circunstancias muy difíciles, sino que nos las ha contado con una sonrisa, casi con un guiño, para recordarnos que lo que cuenta siempre es el propósito de seguir adelante.
Gracias también por esas pinceladas sobre los mercados financieros; no hace falta decir que será una gran formadora. Mi enhorabuena a los que tengan la oportunidad de aprender con ella.
Miguel Dorado
In memoriam
Durante el año 2019, hasta el 11 de marzo, doce mujeres han sido asesinadas por sus parejas o exparejas, 987 desde que empezaron a contarse en 2003.
De estas doce mujeres tan solo una había denunciado a su agresor y se habían llegado a tomar medidas de protección, aunque ya no estaban en vigor. Diez de las mujeres mantenían una relación sentimental con su agresor, mientras que en dos casos era su expareja o estaban en fase de ruptura.
Nueve menores se han quedado huérfanos a causa de la violencia machista desde el 1 de enero hasta el 11 de marzo de 2019.
El año pasado (2018) se cerró con 47 mujeres asesinadas, cuatro menos que en el año anterior y la cifra más baja desde que hay registro oficial. En memoria de todas ellas va dedicado este libro.
Ya es sabido que tanto el poder como el dinero mueven el mundo y el amor, las montañas. De poder no dispongo, amor y solidaridad me sobran a raudales y es por lo que todos los beneficios netos obtenidos por la venta de este libro serán donados a diversas asociaciones y ONG unidas contra el maltrato infantil y la violencia de género.
El 016 es el número de atención a las víctimas de violencia de género. No deja huella en la factura, pero hay que borrarlo del registro de llamadas.
El presente libro narra hechos reales. Todo lo que aquí se cuenta ha ocurrido realmente. Incluso algunas de las historias que aparecen están avaladas por sentencia judicial. Algunos de los nombres han sido cambiados para preservar la intimidad de las personas que en él aparecen.
Prefacio
Comenzando desde el final: mi cometido con lo aquí escrito es que sintáis mi alma en mis palabras, mis miedos por dentro, esas heridas que no cierran y tantas lágrimas derramadas y recogidas en este intento de plasmar en estas páginas todos mis sentimientos. Aunque duela a algunos, aviso de que no cesaré en mi empeño y pierden su tiempo los que intentan frenarme porque, aunque consigan debilitarme una vez más, pretendiendo ahogar mi voz por la dureza de mis vivencias (además de sus propias vergüenzas), y vuelva a sentirme sola otra vez y me entren ganas hasta de morir para dejar de sentir dolor, seguiré adelante y luchando porque vale la pena pelear por nuestros sueños.
Febrero de 2016
Ocho y media de la mañana. Un frío helador y cortante se hace hueco por la puerta de mi oficina. Mis compañeras aún no han llegado y me dispongo a ojear las operaciones bancarias para ir disponiendo de los saldos.
Suena de fondo el tono de llamada de mi móvil con la música de Bruno Mars When I was your man. En la pantalla aparece llamada entrante con número oculto. Descuelgo.
—Sí, dígame.
Respuesta: «Te aviso una única vez. Si entro en prisión no seré yo el único que pierda algo. Tanto a tu hija como a ti os mato. Le quito la vida a tu hija y a ti te meto fuego después. Yo perderé mi libertad, pero tú y tu hija perderéis vuestras vidas. Entonces podré entrar a gusto en la cárcel. Ja, ja, ja, ja».
Tono de cuelgue: pi, pi, pi, pi.
El terror se volvió a apoderar de mis pensamientos y mis pesadillas retornaron, disfrazadas de un dolor insoportable que me partía por la mitad y me hacía tambalear como a una funambulista andando por la cuerda floja sin protección.
Así comenzaron mis miedos infinitos y temores cuando creí que todo había acabado.
1967
Aquí y ahora voy a contar mi historia. Un poco de novela de cómo llegué a convertirme en la mujer que soy a día de hoy.
Nací en la década de los años 60. Aún gobernaba en España Francisco Franco Bahamonde, militar y dictador español, integrante del grupo de altos cargos de la cúpula militar que dio el golpe de Estado de 1936 contra el Gobierno democrático de la Segunda República.
Fue investido como jefe supremo del bando sublevado el 1 de octubre de 1936 y ejerció como caudillo de España —jefe de Estado— desde el término del conflicto hasta su fallecimiento en 1975 y como presidente del Gobierno —jefe de Gobierno— entre 1938 y 1973.
En España se vivía una dictadura. Desde que tengo uso de razón recuerdo dos fuertes movimientos gubernamentales en España: el primero (la guerra civil española) por haberlo estudiado y de la boca de mi abuelo que me lo contaba como si de un cuento se tratara; el segundo por haberlo vivido aun siendo muy niña. Ya desde pequeña recuerdo ver en los diarios cómo, después de la muerte de Franco, la clase obrera organizada resurgía con fuerza tras cuarenta años de represión y se enfrentaba por la consecución de sus derechos ante la patronal, aun en contra de las militarizaciones decretadas por Arias Navarro (presidente del Gobierno durante el final de la dictadura franquista y la transición). Las huelgas en España batían récords en toda Europa. Debido a la lucha de los padres y abuelos de los nacidos en mi generación se consiguieron fuertes subidas salariales en muchos sectores, legalización de sindicatos, el derecho a la huelga, la seguridad en el puesto de trabajo, la reducción de la jornada laboral de 48 a 44 horas, prohibición del despido libre, contratación indefinida, etc. Esta fue la segunda lucha obrera del siglo XX, ya que la primera fue peleada por los trabajadores de dos generaciones anteriores durante la II República.
Mi abuelo me contaba que su padre, Agustín V. A., era escritor, agente de seguros e impartía clases como catedrático en la Universidad de Sevilla. Nació en 1880 en Sevilla y murió el 26 de agosto de 1936 como víctima de la represión militar. Fue una de las personas asesinadas durante el plan de exterminio del Gobierno de Franco.
Pese a todo, algunos seguirán hablando de los dos bandos y de que fueron iguales, pero hay una cosa en la que coinciden todos los expertos historiadores neutrales y es la absoluta desproporción entre las víctimas de derechas y las republicanas habidas en lo que el franquismo llamó los «días rojos»: 517 víctimas de un lado (falangistas o azules) frente a 14.018 (republicanos o rojos).
A últimos de agosto o principios de septiembre de 1936, dos meses tras el inicio de la guerra civil española, un grupo de la organización juvenil de la Falange descubrió un cadáver en un paraje sevillano conocido con el nombre de Los Humeros, un pasadizo subterráneo que unía la calle Torneo con la banda occidental del río Guadalquivir, bajo las vías férreas del tren Sevilla-Madrid. Ese cadáver había sido en vida mi bisabuelo, el escritor Agustín V. A., autor del libro El niño que robó un libro, otros cuentos de una colección para niños y otros libros de índole política, democrática y social como La idea (apuntes para una tragicomedia político-social en dos actos, un prólogo y tres cuadros) o Al centro andalus (apuntes llenos de temor y entusiasmo), que fueron el origen del fin de sus días.
Un falangista con pésimos antecedentes, cuyo nombre era Pablo Fernández Gómez, había detenido a mi bisabuelo en el Altozano el 26 de agosto de 1936, poco más de un mes después del levantamiento. En compañía de otro falangista lo había conducido al citado pasaje de Los Humeros y allí lo ejecutó con un disparo en la nuca. Hubo una investigación