Siete historias de vida. Anayanci Fregoso Centeno
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Donna J. Guy
Universidad Estatal de Ohio
Las historias de vida de mujeres jaliscienses notables que se nos presentan en este libro contribuyen a llenar un vacío en la historia local y en la historia de la mujer en el México posrevolucionario. Como en muchos otros países multiétnicos y revolucionarios, la presencia de la mujer en la formación de países modernos es muy difícil de captar, pero sumamente importante de relatar. No podemos identificarlas como un grupo social sino como representantes de sus familias, clases y etnias.
Son estas mujeres quienes educan al pueblo, mantienen las instituciones locales y religiosas de beneficencia, e insisten en pelear por mejoras políticas, sociales y económicas para todos. No se trata sencillamente de una historia feminista, al contrario, tanto las mujeres antifeministas como las que obraron directamente en favor de la mujer cuentan sus vidas de educadoras, profesionistas y políticas. Lo notable de esta colección es la historia de sacrificio personal que se vive para conseguir los anhelados fines sociales.
Muchas de estas mujeres nunca se casaron. A veces para la mujer de origen humilde es más fácil actuar en el mundo público como viuda o solterona que como mujer casada. De esta manera consiguen más oportunidades de poder mantener su independencia y el respeto del pueblo. Aunque, al mismo tiempo, con frecuencia comparten sus residencias con parientes o amigas. Es decir, no abandonan a sus familias, las extienden, agregando colegas, correligionarios o alumnos, para formar familias híbridas.
Los autores nos ofrecen distintas metodologías para analizar la subjetividad de estas promotoras de la vida moderna de Jalisco. Por ejemplo, María Teresa Fernández Aceves analiza la ideología de María Arcelia Díaz, una trabajadora y dirigente laboral izquierdista que fue muy criticada por las mujeres católicas conservadoras. Fernández Aceves nos muestra que Arcelia Díaz se interesó no solamente en la política laboral sino también en la formación educativa de niñas pobres, lo mismo que las mujeres conservadoras. Al mismo tiempo, Arcelia Díaz se vistió de una manera muy masculina y fundó el Círculo Feminista de Occidente. Lo que nos señala que es muy importante matizar estas historias para evitar caer en los estereotipos.
La metodología de Anayanci Fregoso Centeno, en su estudio sobre Dolores Palomar Arias, consiste en un análisis discursivo sobre la familia, la religión y la clase. En contraste con María Arcelia Díaz, una mujer de origen humilde, Palomar Arias vino de la clase acomodada —dueña de haciendas, con poder y responsabilidades sociales—. Entre estas responsabilidades se encuentra la beneficencia y la educación religiosa que, en muchos sentidos, llenaron el vacío después del fallecimiento de su marido. Fue una mujer que participó en el movimiento cristero de los años 20 y en obras de beneficencia como la Cruz Roja a lo largo de treinta y cinco años.
El paisaje que nos muestra la historia de vida de la médica pionera Jacinta de la Luz Curiel es otro. Una vida dedicada a la comunidad. Después de recibirse de médica en 1930, se casó, pero hasta 1943. De esta manera le fue posible seguir su formación profesional como canceróloga especialista en ginecología, al mismo tiempo que mantenía su fe religiosa y su matrimonio. Helia García Pérez nos ofrece cartas de la doctora y relatos de entrevistas para reconstruir la historia de su vida.
Agustín Vaca nos trae la historia de Margarita Gómez González, cuyo padre fue asesinado, dejando a la familia sin apoyo económico. En vez de educación secular, Margarita recibió una enseñanza fuertemente religiosa que la preparó para actuar en ese ámbito. Esta mujer no se casó, y lo atribuye al impacto que tuvo en los hombres la violencia revolucionaria; asimismo, ella también actuó dentro de las filas antirrevolucionarias religiosas durante la rebelión cristera. Su vida muestra el costo de violencia y pobreza, y cómo este sufrimiento puede forjar una fuerza femenina como Margarita.
Luciano Oropeza Sandoval toma el tema del currículo de la escuela de Trabajo Social de la Universidad de Guadalajara como punto de partida, para estudiar la vida de Irene Robledo García. Para Oropeza Sandoval, la educación que Irene Robledo recibió en la Universidad de Denver la ayudó a modernizar su concepto de trabajo social, originalmente fundado en conceptos curriculares de educación para señoritas y educación doméstica durante los años 30, con materias más fundadas en las ciencias de la década del 40. De esta manera, el autor muestra la trasformación ideológica de Robledo García.
Candelaria Ochoa Ávalos nos presenta una metodología distinta, para explicar la vida de dos especialistas en educación: Lola Estrada y Silvia Cobián. Utiliza las conversaciones de estas mujeres para construir sus historias de vida. El lector se siente invitado a platicar con estas extraordinarias mujeres que avanzaron sus carreras de maestras con poca educación formal, pero con mucha experiencia práctica y apoyo político. Ambas dedicaron sus vidas a la enseñanza de niños.
Esta colección de artículos marca el significado de la mujer en muchas fases de la historia de Jalisco. De esta manera, la historiografía de la Revolución mexicana se ve impactada por las experiencias de estas mujeres jaliscienses.
María Teresa Fernández Aceves
CIESAS-Occidente
la política laboral y de mujeres en Guadalajara, 1896-1939
A finales de 1922, los líderes del Sindicato Católico de La Experiencia acordaron en una asamblea asesinar a “la bolchevique” María Arcelia Díaz (1896-1939), una obrera textil que fungía como secretaria general de la Unión Obrera La Experiencia (uole), una organización laboral a favor del gobierno revolucionario. Este acuerdo “fue calurosamente aplaudido” por el cura y el comisario político “que se encontraban presentes y forma[ban] parte de la mesa directiva de ese sindicato”.1 En esa reunión, uno de los presentes indicó que ya había intentado asesinarla, pero no la había encontrado sola en su casa. Al darse a conocer esta resolución, un grupo de tranviarios y textileros, afiliados a la Federación de Agrupaciones Obreras de Jalisco (faoj), organizaron un mitin en las inmediaciones de la fábrica para defenderla y le pidieron al gobernador de Jalisco, Antonio Valadez Ramírez, que pusiera fin a las hostilidades y amenazas que recibían los miembros de la uole.2 Para los líderes del sindicato católico, el cura y el comisario político, esta manifestación les confirmaba que Díaz no cesaría de exigir el cumplimiento de los derechos laborales de los trabajadores porque era respaldada por un contingente significativo de obreros. Llama la atención que el grupo católico buscara terminar con su vida y que organizaciones obreras se movilizaran para evitar su asesinato, por tanto, surge la pregunta ¿quién fue María Arcelia Díaz?
Díaz no concordaba con la imagen de la trabajadora soltera no calificada, apolítica, sumisa, débil, dependiente e inexperta. Tampoco representaba a la mujer que por salir de su casa a trabajar a la fábrica había perdido sus valores morales al encontrar el camino de la prostitución. Ambas alusiones y temores fueron promovidos por el Estado (porfirista y revolucionario), la Iglesia, líderes obreros, periodistas, políticos, legisladores, educadores, industriales y por algunas feministas de clase media alta ante la mayor visibilidad y presencia de la mujer trabajadora en los centros urbanos.3 La polémica más fuerte se suscitó cuando las mujeres participaban activamente en la política.4 Díaz formó parte de una generación de mujeres que se integraron al proceso revolucionario, al conflicto Iglesia-Estado, al movimiento obrero organizado y al incipiente movimiento feminista para demandar y especificar cuáles eran sus percepciones de lo que debían ser las mujeres, su papel en la política y los derechos femeninos —civiles,