Aprender a preguntar. Carmen Valls Ballesteros

Aprender a preguntar - Carmen Valls Ballesteros


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y podríamos haber incluido a médicos, y otras “células” que cuidan de los niños.

      Nos emocionan los proyectos educativos donde todo un pueblo asume la misión de “llevar” a los niños al colegio: a la hora de entrar en el colegio, los niños pueden ir solos (dándoles poder y confianza) porque todo un pueblo a esa hora asume la misión de que el pueblo sea un lugar seguro donde los niños se sientan acompañados. Los tenderos salen a la puerta de sus tiendas y los saludan; los empleados de la limpieza del pueblo, por un momento, los cuidan y vigilan que crucen de forma segura; las personas de la tercera edad salen a la calle a acompañarlos. Es realmente inspirador. ¿Qué poso deja en estos niños esta experiencia?

      Imaginamos una reunión de padres y profesores como un lugar de conexión entre las células del cerebro y del corazón, como un espacio azul donde poder comprenderse y compartir para lograr la armonía que un organismo necesita para prosperar de forma segura. Y lo imaginamos como una forma de inteligencia colectiva que nace de ir olvidando las individualidades, los apegos, los egos.

      De esta forma, cada encuentro de un niño con un adulto de la comunidad donde vive ha de ser significativo. Cada adulto ha de despertar conciencia acerca de esta importante misión, de la influencia que los adultos tenemos en el mundo que cocreamos hoy y para el futuro de los niños.

      Durante décadas se nos ha convencido de que lo importante era desarrollar liderazgo individual, y esto lo hemos entendido como individualismo, así que nos está llevando a una sociedad competitiva, que ha roto la principal regla de la armonía: la cooperación alrededor de un propósito común.

      Nos llama la atención cómo muchos centros educativos exhiben sus premios de debate de sus alumnos, entendiendo el debate como una forma de ganar por medio de argumentos que superen a los del equipo rival. Pero luego se lamentan de vivir situaciones de tremenda rivalidad y pelea en sus centros. Por un lado, el gran valor es la cooperación, pero al mismo tiempo, sin darnos cuenta, se refuerza la rivalidad. Se nos olvida el debate como un lugar de encuentro donde poder comprender todas las perspectivas, poder integrarlas, abrir la mente escuchando otras formas de entender un mismo tema. Se nos olvida ofrecer a los niños un espacio de ejemplo, donde las células funcionan en armonía, donde padres, profesores, personal de apoyo, etc., cooperan sin competir.

      En nuestros trabajos con equipos de profesores y equipos directivos, nos damos cuenta de que los egos, las separaciones, despistan del propósito común. Los límites quizá son necesarios para el funcionamiento (profesores de Matemáticas, de Lengua, padres de Primaria, de Secundaria, equipo directivo, profesorado), pero es preciso crear espacios de autoconciencia donde, con frecuencia, de tanto en tanto, volver a generar la reflexión interna que nos conecte con este propósito colectivo.

      Las organizaciones donde existe una conciencia individual al servicio de algo común generan la armonía necesaria para que el aprendizaje de los niños pueda darse.

      En una ocasión, los jefes de estudios de Secundaria y Bachillerato de un colegio discutían porque el de Secundaria se había dirigido al alumnado de Bachillerato debido a que estaba haciendo ruido o incumpliendo una regla del colegio, no lo recuerdo bien… y la jefe de estudios de Bachillerato se sentía ofendida porque su compañero se había metido en su terreno: “Esos son mis alumnos. Tú no tienes que decirles nada. Estás pisando mi trabajo”. …somos células de un mismo organismo y, si algo ayuda al propósito común, estará bien.

      Es imposible que esto surja de una charla dada a los profesores o a los padres. Esto surge de una comunidad que a menudo se hace preguntas, se revisa y se conecta con su condición de célula de un organismo. Y para ello, estos espacios han de crearse y preservarse. Los espacios azules generan comprensión, cohesión, motivación…y liberan mucho del estrés vivido en el día a día, dan ligereza. La inteligencia colectiva tiene este efecto.

      En los últimos años se ha impuesto la moda del mindfulness. Más allá de la moda, nosotras lo entendemos como un intento por introducir un estado de conciencia individual y colectiva, no solo para los niños, sino también para los adultos.

      Es una forma de garantizar que hay un trabajo interno de reflexión individual y colectiva para que el organismo siga sano y funcionando en armonía. En una sociedad donde todo va tan deprisa, donde el individualismo parece la clave del éxito, es necesario crear el hábito de pararse y generar conciencia, para escapar de nuestros egos y volver a ser un montón de células cooperando.

      Por ello, la pregunta será una de las claves de los espacios azules y, tal y como la proponemos, no es solo una herramienta para ayudar a los niños a crecer, sino una herramienta de autoconciencia para los adultos, sean profesores o familia.

      Esa es la razón por la que nos gustaría que este fuera tu cuaderno de autoconciencia, de reflexión, y que así se convirtiera en un modelo de autoconciencia para los niños. Nos gustaría inspirarte para crear espacios azules allá donde estés.

      Capítulo uno

      Nuestro enfoque de las emociones

      En una ocasión, en un MBA internacional, me preguntaba uno de los alumnos, ¿tú lo que propones es poner pensamiento en la emoción?, es como si las emociones fueran malas y las tuvieras que suprimir con la mente, ¿no? Esto va en contra de todo lo que está de moda, que es poner las emociones por delante de todo.

      Le respondí: simplemente es importante no quedarse atrapados y apegados a ellas. Las emociones que vivimos, como el aire y como lo que comemos, son alimento para el ser humano. Podemos digerir este alimento y servirnos para aprender y crecer o atragantarnos. Y poder digerirlas es poder pensarlas.

      Cuando hablamos de despertar conciencia, de conectarnos, estamos hablando de conectarnos con el mundo interno, con lo que está por debajo de la superficie y que a menudo queda ahí, fuera de nuestra vista. Hablamos de poder poner luz en el mundo emocional de cada uno de nosotros, pero también del grupo familiar o del grupo de alumnos.

      Por ello, queremos compartir contigo cómo entendemos ese mundo emocional, cómo vemos ese mundo que está por debajo de la superficie, que a veces nos resulta todo un misterio, quizá porque no hemos aprendido desde pequeños a pensarlo, a verlo.

      Antes de aprender a preguntar, queremos compartir contigo de qué hablamos cuando hablamos de emociones, y por qué y para qué queremos utilizar la pregunta.

      ¿Qué dirías tú acerca de las emociones? Cualquier cosa que te venga a la cabeza, a tu estómago o a tu corazón, recógelo aquí. No se trata de acertar o de escribir una definición más o menos racional, sino de volcar cualquier reflexión, sensación o comentario que te surja alrededor de ese mundo emocional interno. Queremos construir este libro juntos con sus lectores, contigo.

      Te contamos nuestro enfoque. Sabemos que la mente de los niños crece en respuesta a los cuidados emocionales que reciben de su entorno, principalmente de los padres y también de los demás cuidadores. Estos cuidados proporcionan un vínculo de seguridad que es el ambiente imprescindible para que se dé el intercambio emocional necesario entre niños y padres.

      Los niños van desarrollando su personalidad a partir de la certeza de que son importantes para sus padres. Esta vivencia de ser importantes está muy relacionada con poder experimentar que sus padres se esfuerzan por comprender sus sentimientos, especialmente sus sentimientos más difíciles, relacionados con la rabia, la frustración, el miedo.

      Una de las experiencias más importantes para que se dé un buen crecimiento en los niños es la seguridad de tener espacio en la mente de otros. No importa que haya fallos, no se trata de que los cuidados que reciben sean perfectos sino de que puedan experimentar una relación en la que la otra persona es sensible e intenta reparar los errores que puedan irse produciendo (Linda Cundy).

      Este modelo de relación ayuda a los niños a desarrollar el sentimiento necesario de esperanza en que las cosas pueden cambiar si algo no sale bien a la primera; la seguridad de que no es el fin del mundo, de que, si uno puede esperar,


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