El Cielo. Ani Bel
“No mente es conciencia sin pensamiento”.
Cuando pensamos, rara vez nuestra mente está en el momento presente, en el aquí y en el ahora... Si no me cree... haga ya mismo la prueba... Sus pensamientos son excursiones hacia el ayer o hacia el futuro. Ninguno es REAL. El pasado se fue y el futuro no llegó. Ninguno existe en el ahora.
En el presente está guardada la llave hacia otros reinos. El presente es el mejor regalo que tenemos para conectar con “el otro lado” y dejarlo entrar a nuestra vida.
EL AHORA. EL ETERNO PRESENTE.
Esta es la llave que abre la puerta del cielo. Nada más.
No mente.
Somos el edificio
“Existe un universo no visible que funciona paralelo a uno visible”.
David Bohm, colega de Einstein.
Una de las mentes más lúcidas de la física cuántica.
Cuando profundicé mis estudios de física cuántica comprendí claramente que la realidad es como un edificio de múltiples pisos.
El que vive en el primer piso cuando sale a su balcón ve lo que empalma con ese nivel: casas, paredes, etc. Quien viva en el piso número 100 tiene una visión totalmente despejada, sin edificios, árboles ni paredes.
Los habitantes de cada piso están viendo cada uno la porción de realidad que encaja con el nivel o altura desde el cual están observando. Por lo tanto, la realidad de quien habita el subsuelo del edificio no es la misma de la de aquel que vive en el piso 100. Pero ambas son válidas y ciertas.
Pero, a los efectos de este texto, vamos a concentrarnos en la tercera y en la quinta dimensión. En esta última, la quinta, no existe el binomio ESPACIO/TIEMPO, TODO ES UNO, por lo cual, no hay separación, no hay límites, de lo que se infiere que no hay ni pasado ni futuro, ni lugares que empiecen o terminen, ni, por supuesto, carencias de ningún tipo.
Es la infinitud.
Para algunos... EL CIELO.
Todo es perfecto... ¡pruébelo!
“Algunas cosas abren nuestras alas,
algunas cosas hacen que el aburrimiento y el dolor desaparezcan”.
Rumi
Tenemos que rasgar el velo, hacer un espacio en la pared. Le garantizo que si deja un mínimo resquicio de luz, EL OTRO LADO... Se filtra... y pasa... Hay una dimensión a la que lo invito.
Es un plano que, dadas sus características, no conoce de condicionamiento alguno, ya que no está sujeto a cambios, la estabilidad es absoluta, y la permanencia eterna.
Tan eterno como el PRESENTE.
El presente siempre es. Nunca se acaba.
En esta dimensión, lo constante es la regla. Nada se corrompe, todo es perfecto porque no hay patrones de interferencias que modifiquen su naturaleza inmutable.
Sin embargo, volviendo al ejemplo del edificio, todas las dimensiones son reales, están sucediendo juntas y al mismo tiempo, en un mismo edificio.
Usted ahora mismo puede constatarlo. Solo necesita montarse en el ascensor e ir probando.
No depende entonces del edificio, sino de la altura desde la cual estemos observando.
Si trasladamos este ejemplo a la temática de las dimensiones podremos comprender cómo distintas personas viven distintas realidades y experiencias y todas ellas están en lo cierto.
Si me instalo en la tercera dimensión, dadas sus características, voy a lidiar con escasez, dualidad, tiempo cronológico, conflicto, limitaciones, y un planteo horizontal-secuencial. O sea, para tener una condición determinada deberé pasar antes obligatoriamente por la condición que le precede. Es decir, no puedo pasar a quinto grado si no hice antes el cuarto.
Por el contrario, si me instalo en una dimensión que podríamos llamar 5ta dimensión, estos condicionamientos ya no tienen lugar. Ya hemos señalado que esta es una dimensión donde todo el bien es absoluto, constante, estable, infinito y permanente.
El reino de los cielos.
Lo invito entonces a un paseo por el cielo.
¿Me querrá acompañar?
EL ORIGEN
Los capítulos que componen este apartado se refieren a cuál fue EL ORIGEN de mi obsesión con el cielo.
Es un racconto de mis desvelos cuando yo era pequeña, mucho antes de tomar la comunión. Como usted podrá constatar, ilustra una niñez marcada por el sufrimiento, el desconsuelo y, sobre todo, muchos pedidos de auxilio que no fueron escuchados. No por crueldad o desamor por parte de mis mayores, sino por el hecho de que ellos mismos ignoraban las respuestas y preferían en muchos casos “no hacerse cierto tipo de preguntas”.
Mi mente infantil, aún muy nueva en esas batallas, se rebelaba con inusitada vehemencia a aceptar dogmas o respuestas evasivas. En mi recuerdo, me veo de muy pequeña buscar en el diccionario el significado de la palabra DOGMA y rebelarme con un ímpetu inusual: “para mí... NO”.
Hoy lo veo claro: esa decisión fue la de un alma determinada, no la de una niñita rebelde. Mi biografía es una historia de muchas puertas que se golpearon y no se abrieron.
Pero estoy convencida de que todo obedece a un plan y a un orden divino que supera nuestra limitada capacidad de comprensión, porque, vista a la distancia, esa ausencia de respuestas que busqué y me fueron esquivas, me obligó a buscar por otros mundos, empujándome hacia otras direcciones. Por pura desesperación.
Nada sucede porque sí en nuestras vidas.
Lejos de etiquetarnos como “pobrecito de mí”, sentirnos víctimas o caer en la autocompasión, podemos ver en perspectiva, con una mirada ya más templada, cómo esos acontecimientos fueron piezas que se terminaron acomodando ordenadamente al servicio de un bien mayor.
Claro, en esos primeros años, siendo una niña tan pequeña, que se arrojaba desde la cucha del perro para poder volar, jamás podría haberlo intuido. Desde muy temprano, nunca ausentes, la obsesión por volar y los machucones en el cuerpo.
No sabía por qué las alas no me salían. Las alas...
Dice Rumi: “Dios te pasa de un sentimiento a otro y te enseña por medio de los opuestos, para que tengas dos alas para volar, no una”.
El purgatorio, la antesala del infierno
“Una libertad secreta se abre a través de una grieta
que apenas se puede ver”.
Rumi
Desde que fui niña siempre me intrigó la cuestión del cielo y el infierno con mucho pavor.
Las lecciones de catecismo nos convencían de que a menos que fuéramos unos santos, nadie zafaba del purgatorio —antesala del infierno—, así que, al menos de “un poco de infierno” nadie iba a quedar exento. ¡¡¡Qué tortura para los pobres niños!!!
Enlodada en este dilema infernal, mientras la mayoría de los niños jugaban y se dedicaban a su especialidad que simplemente consiste en ser niños, yo me preguntaba antes de los seis años mientras seguía arrojándome desde la cucha del perro ¡cómo los niños podían estar tan relajados jugando sabiendo que en cualquier momento podían morirse e ir directo a quemarse como un pollo al espiedo!
La crisis se acrecentó cuando mi compañerita de catecismo, Eliza, murió de un día para el otro. Saber que mi amiguita estaría ardiendo en el purgatorio me sumía en un estado de desesperación y desconsuelo que nadie en aquellos años podía calmar, ya