El Cielo. Ani Bel
jugar”.
“Señorita”, preguntaba yo... “¿Elisita está ahora en el purgatorio como dice la lección, sí o no?”.
Respuesta de la señorita catequista: “Anita, andá a jugar”. Algo no andaba bien.
Al mismo tiempo, para poder tomar la comunión debía yo repetir como loro las lecciones obligatorias del catequismo de entonces.
A saber: “Somos almas que ya nacimos pecadoras y a menos que confesemos justo antes de morir no íbamos a escapar de, por lo menos, una temporada en el purgatorio, precisamente, purgando el pecado original y todos los pecados que se fueron sumando desde el momento de nacer que, en mi caso, y a mi entender... eran unos cuantos...
Sobre todo porque me comía las uñas sin parar y mi compañerita Mónica Pico me había dicho que eso era pecado, no sabíamos si entraba en la categoría de pecado mortal, pero bastaba para una buena temporada asándonos ambas entre las llamas...”.
Nos daba tanto miedo que juntas... ¡nos comíamos las uñas sin parar y acumulábamos más pecados para confesar!...
Dilema infernal.
La pequeña reportera frustrada
“Preguntar es vergüenza de un instante,
no preguntar es vergüenza de una vida”.
Haruki Murakami
Así debuté, siendo muy pequeñita, como periodista.
Me dedicaba mañana, tarde y noche a entrevistar personas para que me contesten dos preguntas que me obsesionaban:
Una era si habían visto cigüeñas portando niños, cosa que me martirizaba desde la mañana a la noche porque los pobrecitos irían desnuditos a esas alturas colgando de un pico que en cualquier momento los podría largar. ¡Qué horror!
La cuestión era que en mis investigaciones me quedaba con el cuello duro por estar monitoreando el cielo para ver pasar al menos una cigüeña con un recién nacido colgando de su pico, pero, jamás podía ver a ninguna.
Inexplicable... ya que por mi barrio nacían muchos niños.
La otra pregunta que me desvelaba era si alguien tenía la dirección del purgatorio, porque para mi imaginación infantil, el purgatorio era un gigante y oscuro departamento donde estaban todos ardiendo y gritando como locos.
Como periodista e investigadora nata, debía conseguir la dirección de ese departamento para ir como fuera, yo misma a investigar. Lo frustrante era que nadie parecía estar pensando en estas cosas, por lo cual, dónde quedaba el purgatorio era una información ignorada por todos mis entrevistados.
De dónde salían estas inquietudes tan dramáticas nunca lo supe, pero lo que sí sé es que nadie contestaba a ninguna de mis preguntas.
Era la pequeña reportera frustrada.
Memorias del cielo
“Tú, infinito cielo, ¿cuándo será el día que me muestres tus misterios?”.
Gustavo A. Bécquer
Recientemente una colección de historias celestiales magistralmente recopiladas por el Dr. Wayne Dyer y Dee Garnes en su maravilloso libro MEMORIAS DEL CIELO2 cayó de pura casualidad en mis manos.
El libro del doctor Dyer, cuya lectura recomiendo, es precisamente una excelente recopilación de recuerdos asombrosos que los niños conservan del mundo espiritual.
El aporte de esos relatos verídicos provenientes de niños muy pequeños de todas partes del planeta me confirmó lo que yo sé hace mucho tiempo:
Existe el cielo y se encuentra más cerca de lo que creemos.
Quisiera compartir dos de los tantos relatos que forman parte del libro de Dyer.
De Susan Lovejoy, Coffs Harbor, Nueva Gales del Sur, Australia
Cuando mi hijo Joseph tenía cinco años se tiró desde lo alto de la cuna de su hermano intentando “volar” y se rompió el brazo. ... Me encontré a Joseph llorando y le pregunté:
“¿Qué te pasa?”... El me preguntó: “...Mamá, ¿cuándo voy a tener mis alas otra vez?”.
Cuando le dije que los humanos no tenían alas, él se echó a llorar y chilló: “¡Pero quiero mis alas!”.
No pude hacer otra cosa que abrazarlo. Entonces de repente dejó de llorar, y dijo:
“Vale, mamá. Ahora me acuerdo que Dios me dijo que las tendría otra vez después de esta misión, cuando volviera”...
De Sandi Wilson, Phoenix, Arizona, Estados Unidos
....Adopté a mi hijo Parker José (P. J.) en Guatemala cuando tenía diez meses. Nació con una enfermedad cardíaca congénita y tuvieron que operarlo para corregir un conducto arterioso persistente, lo que significa que tenía un agujero en el corazón que debería haberse cerrado al nacer pero no lo hizo... Tuvieron que operarle cuatro veces antes de cumplir los cinco años.
Mi hija Sedonna, a la que adoptamos en China, es tres años mayor que P. J.
Antes de irse a la cama siempre rezo con ambos y cantamos los tres. Cuando P. J. empezó a hablar, nos contaba a Sedonna y a mí cosas del cielo. Nos dijo que Dios es muy simpático y que él sabía que se iba a poner bien porque Dios se lo había prometido. Hablaba de lo bonito que era el cielo, de que había muchos colores brillantes, sobre todo en las flores...
Cuando P. J. superó su última operación, el cardiólogo nos dijo que no había sido un éxito total y que no podían hacer nada más para cerrar completamente ese agujero...
Pero un año después de su última operación, el ecocardiograma mostró algo diferente:
¡Había ocurrido un milagro! P. J. recordaba la promesa que Dios le había hecho y, claro, se cumplió. Ahora es un chico sano de trece años. ¡Bendito sea Dios!
(El resaltado es mío)
2 MEMORIAS DEL CIELO, Dr. Wayne W. Dyer & Dee Garnes, Gaia Ediciones, 2015.
NUEVOS RUMBOS
En este apartado se incluyen los capítulos que narran cómo inicié un nuevo rumbo.
Lo espiritual progresivamente se divorciaba de la religión y este iba a ser uno de los quiebres más importantes en el derrotero de mi vida.
Definitivamente, había otras realidades y yo estaba muy dispuesta a explorarlas hasta donde la vida me llevara con tal de comprender los códigos de esta nueva realidad.
Nueva era, iniciaciones, ángeles, maestros ascendidos, símbolos, mitos, códigos, señales, sincronicidades, mundos paralelos, chakras y meditación. Todo para explorar.
Nuevamente, la reportera tenía que ir ella misma a investigar. Y lo hizo.
Una chica triste y solitaria golpea las puertas del cielo
“He vivido al borde de la locura, queriendo saber las razones
y llamando a una puerta. ¡Había estado llamando desde el interior!”.
Rumi
Los años transcurrían y la angustia era ya mi compañera de vida. Peligrosamente... se tornó normal. Mi soledad me caracterizaba. Al igual que mi falta de alegría y de espíritu divertido. Las invitaciones a salidas grupales entre mis pares, lejos de atraerme, me parecían deprimentes. Las eludía sistemáticamente. Prefería estar sola en compañía de mis libros.
La