Tu vida tu mejor negocio. Salvador Alva
que todos se hacen, pero que pocos logran responder al no dedicar el tiempo y la perseverancia que se requiere.
Aun aquellos que han logrado el éxito económico y profesional a través de trabajo y perseverancia, pocas veces logran dar a su vida un propósito, y notamos fracasos escondidos tras esos éxitos. Las historias de sus vidas personales muchas veces son un desastre, pero nos encargamos de no difundirlas, de mantenerlas en la privacidad. Por el contrario, sus logros monetarios y sus posesiones materiales son ampliamente comentados en todos los medios. Concentramos nuestra energía y tenacidad en buscar la manera de darle sentido a nuestra vida a través de la acumulación de bienes.
Buscamos diferenciarnos de los demás con marcas que nos distingan de los integrantes de otros grupos sociales. Esto ha alcanzado todos los ámbitos de la vida, por ejemplo las tarjetas de crédito. Si consultamos cualquier sitio en Internet, veremos que hay hasta diez diferentes. El objetivo que buscamos es lograr, a través del color de un plástico, que la gente nos diferencie de todos los demás.
Imaginemos por un momento dos personajes: uno tiene un patrimonio de un millón de dólares y otro de 500 millones, ambos fruto de trabajo y esfuerzo legítimo, y no por herencia. Los dos pueden disponer de satisfactores similares que los confundan ante la sociedad: pueden ir a restaurantes de lujo, asistir a eventos con las mejores entradas, adquirir ropa de marca, etcétera. Preguntémonos: ¿para qué le sirve el dinero al que acumuló 500 millones de dólares si al final la gente lo puede confundir socialmente con el que solo tiene uno?
Cuando terminen sus vidas, ninguno de estos personajes se llevará algo consigo. Este dilema en la existencia del ser humano le lleva a una sola conclusión: «Debo gastar lo que legítimamente tengo o acumule en vida, y que todos sepan que soy diferente al otro, que merezco un reconocimiento especial porque en el mismo lapso de tiempo logré que mi empresa generara 500 veces más que mi competidor». El propietario de los 500 millones de dólares podría incluso pensar que no es justo que ambos sean igual de felices, puesto que él tuvo mayor éxito.
Ninguno de estos procesos humanos se realiza de forma consciente, pues ninguna persona cree identificarse con el ejemplo anterior; sin embargo, iremos descubriendo que estas etapas son parte de la naturaleza misma del ser humano.
Y es aquí, y en muchos otros ejemplos que seguramente el lector conoce, donde arranca la carrera de la vida.
¿Qué haremos? Nos pasaremos toda nuestra existencia buscando y adquiriendo bienes que nos hagan diferentes de los demás y que nos permitan cubrir nuestras necesidades fisiológicas y emocionales, como bien definió Abraham Maslow en su teoría sobre la motivación humana.
Cuadro 1.1. Pirámide de Maslow
Maslow sostiene que, conforme se satisfacen los requerimientos básicos, los seres humanos desarrollamos necesidades y deseos más elevados. Su teoría se describe como una pirámide que consta de cinco niveles. La idea básica de esta jerarquía es que las necesidades más altas ocupan nuestra atención solo cuando se han satisfecho las que están en la parte inferior de la pirámide.
En el primer nivel se encuentran las necesidades fisiológicas básicas para vivir: respiración, alimentación, descanso, etcétera. Posteriormente, surgen las de seguridad física, de empleo, de casa. El tercero está constituido por las de afiliación, que se relacionan con el desarrollo afectivo del individuo, donde sobresalen la amistad, el afecto y el amor. El cuarto nivel es el del reconocimiento y respeto que el individuo recibe de otras personas o instituciones, y el último es el de la autorrealización. Este es el único en donde el individuo, a través de su satisfacción personal, encuentra un sentido a la vida mediante el desarrollo de su potencial.
Los cuatro primeros niveles se definen como «necesidades de déficit» o «necesidades D». Si no tenemos lo suficiente de algo, tenemos una carencia, sentimos la necesidad. Pero si logramos todo lo que necesitamos, no sentimos nada. En otras palabras, deja de ser motivante. Aquí es donde se explica por qué el ser humano quiere tener y conseguir lo que no tiene y se pasa toda la vida en esta búsqueda continua.
El último nivel se denomina «necesidad del ser». La principal diferencia con las otras etapas estriba en que, mientras las necesidades de déficit pueden ser satisfechas, las del ser requieren de una fuerza interna que solo depende del ser humano y de sus decisiones. Se producen en su interior y dependen de los pensamientos que elige para su vida. Es el nivel de plena felicidad o armonía.
En algún momento Maslow sugirió que tan solo un puñado de personas, cerca del 2%, logra alcanzar este nivel. Yo me atrevo a decir que seguramente este número es optimista y que más del 99% de los seres humanos viven tratando de cubrir esos déficits y muy pocos llegan a autorrealizarse.
No todos los individuos sienten el deseo de autorrealizarse debido a que se trata de una conquista individual y no depende de factores externos. Si pudiéramos determinar en qué etapa se encuentra la población del mundo, seguramente la mayoría está en la primera, cubriendo sus necesidades fisiológicas.
Solo las necesidades no satisfechas influyen en el comportamiento de las personas; las que han sido cubiertas no provocan manifestación alguna. Esta conclusión de Maslow es muy profunda, pues nos indica que la motivación del individuo radica en las búsqueda de aquello que no tiene (déficit), pero que una vez obtenido ya no genera motivación y, por lo tanto, pasa a la siguiente necesidad, y así transcurre su vida: dentro de los cuatro niveles, cubriendo déficits, y muy pocas veces llega a la autorrealización.
Maslow seleccionó a un grupo de figuras históricas que lograron autorrealizarse, como Abraham Lincoln, Thomas Jefferson, Mahatma Gandhi, Albert Einstein y Franklin D. Roosevelt, entre otros. Posteriormente estudió sus biografías y escritos e incluso entrevistó personalmente a algunos. Desarrolló una lista de cualidades similares en todo el grupo y encontró coincidencias.
Estas personas estaban centradas en la realidad, lo que significa que podían diferenciar lo falso o ficticio de lo verdadero y genuino. Esta cualidad es muy importante, pues permite dar el valor real a las cosas.
¿Qué valor tiene un diamante de tres quilates? ¿Por qué hace sentir bien a una persona si no es más que una pieza de joyería que no hace nada por ella? ¿Son los diamantes las cosas por las que trabajamos incansablemente? ¿Valió la pena el tiempo dedicado para obtener una piedra como recompensa? ¿Por qué ese objeto puede generar en algunos individuos sentimientos de satisfacción, de logro, de éxito? ¿Serán sensaciones reales o solamente sirven para ocultar el vacío que hay en una persona?
Existe una película, basada en hechos reales, que describe lo anterior: Diamante de sangre. Se desarrolla en Sierra Leona, África, un lugar de gran producción de diamantes, donde las peleas y la destrucción de la vida se dan con gran atrocidad, solo para obtener estos minerales. Es un reflejo crudo de lo que el hombre se ha atrevido a hacer por alcanzar posesiones materiales.
Maslow también se dio cuenta de que los líderes autorrealizados eran personas centradas en los problemas; es decir, que los enfrentaban en virtud de sus soluciones, no como asuntos personales. En resumen, le daban a las cosas su justo valor.
Estos personajes creían que los fines no necesariamente justifican los medios; pueden ser fines en sí mismos, y los medios o el momento presente con frecuencia son más importantes que las metas. Disfrutaban el proceso de vida más que el logro del objetivo. Tenían una peculiar forma de relacionarse con los demás. Experimentaban una necesidad de privacidad y se sentían cómodos en soledad. Eran relativamente independientes del entorno y de la presión social.
También detectó que disfrutaban las relaciones personales íntimas con pocos amigos cercanos y miembros de la familia, más que las relaciones superficiales con mucha gente. Tenían valores democráticos; es decir, eran abiertos a las diferencias étnicas e individuales, y mostraban un gran interés por ser incluyentes y no discriminar a nadie por sus ideas o apariencia exterior.
Además, poseían la cualidad de aceptarse a sí mismos y a los demás, lo cual implica que admitían a las personas como eran, en lugar de querer cambiarlas. La misma actitud