Diálogos de educación. Jose´ Manuel Arribas A´lvarez

Diálogos de educación - Jose´ Manuel Arribas A´lvarez


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y casi sabía con quién se iba a casar, qué profesión iba a tener, etc. Hoy día todo está tan abierto que las personas no estamos capacitadas para afrontarlo.

      En esa situación existen dos riesgos, uno, que ante la idea de que ya no hay verdades consideremos que todo vale, lo que nos lleva al escepticismo, al posmodernismo, al relativismo; esto se ve mucho en los adolescentes que descreen de muchas cosas. Pero el riesgo contrario es, ante la duda de no tener ninguna certeza, abrazar cualquier certeza que me asegure que las cosas tienen un orden. Yo creo que estamos viendo en estos días, en estas semanas, en estos meses turbulentos, cómo en nuestra sociedad, de manera global, todas estas incertidumbres llevan a que la gente busque ideas muy cerradas, muy fuertes y añore un pasado que ya no va a volver. En Inglaterra, con el brexit o en los procesos electorales, ante un mundo incierto, la gente tiende a buscar certidumbres, aunque sean falsas, pero que nos dan seguridad. Entonces, si queremos formar a ciudadanos para una sociedad abierta, democrática, crítica, en la que se pueda convivir en la diferencia, tenemos que hacerlos capaces de manejar esta incertidumbre, pero no quedarse en ella, sino extraer de esa incertidumbre ciertas ideas, ciertos principios, ciertas creencias sólidamente formadas.

      Una de las tesis que aparece de una manera más reiterada en tu libro es que las formas de aprender están mediadas por nuestras concepciones del aprendizaje y que estas, a su vez, son la consecuencia de una herencia biológica y cultural. ¿Habría que desmontar estas representaciones que tenemos como consecuencia de esa doble herencia?, ¿tendrían que ser sustituidas por aquellas que de una manera correcta se derivan del conocimiento científico?

      No sé si sustituidas y no sé si de una manera correcta, pero desde luego lo que tenemos que hacer es repensar la función de la educación que en un momento se identificó como preservar el bagaje cultural de una sociedad, mientras que hoy, para eso, no se necesita el sistema educativo porque hay tecnologías, dispositivos que aseguran la permanencia de este bagaje. Creo que la función de la educación es más bien cambiar la mente de las personas, de los ciudadanos, para que puedan gestionar ese bagaje cultural. Si no conseguimos cambiar las mentes de las personas no conseguiremos que ese bagaje cultural realmente transforme la sociedad, vaya más allá de esa acumulación y tenga un poder transformador. Hemos de entender que durante mucho tiempo la escuela era un espacio conservador, un espacio de preservación del saber y, por tanto, los modos de enseñar y de aprender tenían mucho que ver con esta lógica reproductiva, con esta lógica que se sostiene sobre las verdades.

      La función del maestro es transmitir estas verdades a los alumnos, que estos deben reflejar en la evaluación y por las que son seleccionados. El sistema educativo se ha extendido mucho más, ya no es tan selectivo y ya no puede cumplir esa función, porque la información y el conocimiento van cambiando muy rápidamente. Necesitamos dotar a las personas de la capacidad de enfrentarse a todo esto que hemos comentado sobre el conocimiento incierto, el conocimiento en transformación, el conocimiento dinámico. Para ello necesitamos, también, cambiar las concepciones de lo que son aprender y enseñar.

      Un ejemplo de esto nos lo ofrece el informe TALIS5, de la OCDE6, que evalúa las creencias y las prácticas de los docentes. TALIS pone de manifiesto que los profesores españoles de Secundaria son los que mantienen actitudes menos cooperativas. Cooperar es un rasgo que cada vez se exige más en la nueva cultura del aprendizaje, frente a la cultura tradicional del aprendizaje que está basada en la competición y en el trabajo individual. Hoy día, el 90 % de las profesiones que vayan a ejercer los ciudadanos les van a requerir cooperar, trabajar con otros. Se está rompiendo precisamente la lógica taylorista de la sobrespecialización, de que cada uno hace su pequeña tarea, las juntamos y eso da lugar a un producto completo. Eso ya no funciona y tampoco funciona en los centros educativos, los profesores tenemos que aprender a cooperar, aunque nuestra tradición cultural no sea esa. ¿Cómo vamos a enseñar a los alumnos a cooperar si nosotros no sabemos cooperar, si no tenemos una actitud cooperativa? Y con eso no estoy queriendo criticar a los docentes, estoy hablando de una cultura y los docentes están en esa cultura, somos todos los que tenemos que transformar esa cultura (docentes, alumnos, padres, madres, agentes educativos, investigadores, …).

      Esta es la idea que quiero transmitir, hay un modelo de profesor del siglo XX que funcionaba con una lógica, que a él le funcionó cuando aprendía como alumno porque las exigencias de aprendizaje entonces eran otras, pero de pronto ahora se encuentra con demandas para las que ese modelo transmisivo no sirve, no sirve llegar a clase y explicar el tema. ¿Por qué? Porque hay miles de vídeos en internet que lo explican muy bien. La función del profesor es gestionar en clase el diálogo, la cooperación, el debate de ideas, ayudar a gestionar esa incertidumbre, ayudar a extraer conocimiento, etc. Todo eso, nos guste o no, no forma parte hoy día del proceso de formación docente, sobre todo en Secundaria. Un docente se considera un especialista en la materia, estudia cuatro años de Historia, de Química, de Física, etc. y luego se capacita en un máster con una parte práctica muy limitada.

      ¿Es el error una barrera para el aprendizaje cuando el conocimiento se entiende como copia de la realidad? ¿Es importante dudar para aprender? En una visión cartesiana que sitúa en la razón la esencia del yo, pienso, luego existo, parece que todo lo que está fuera de la razón enturbia y dificulta el aprendizaje. ¿Debemos evitar la emoción como un distractor del aprendizaje?

      Antes mencionabas que el origen de algunas de estas inquietudes se remonta a la caverna platónica y en el fondo tienen mucho de ello, porque probablemente a través de la relectura que el cristianismo hace de ese dualismo platónico tenemos una concepción cultural absolutamente dualista de la mente humana y, en general, de las relaciones sociales en las que separa lo verdadero de lo falso, la cognición de la emoción, el yo y el otro. Todo eso está siendo muy puesto en duda por la investigación científica, que está reflejando cómo nuestra mente es un dispositivo muy diferente del que culturalmente nos contamos o del que las narrativas culturales nos transmiten.

      Por ejemplo, en dos temas que has planteado, el tema de la relación entre razón y emoción hoy día parece cada vez más claro que no se pueden separar y que, en realidad, cada vez que nosotros realizamos una actividad cognitiva la realizamos, digamos, con un fuerte contenido emocional, con una fuerte presencia de las emociones. Las emociones son la forma en que el cuerpo reacciona ante sucesos que nos pueden afectar, muchas veces de manera no consciente, de manera implícita, de manera no controlada. La escuela es un espacio en el que los elementos ligados al cuerpo son negados.

      Si nosotros pensamos ahora en un alumno de Secundaria, un buen alumno, un alumno con un buen perfil académico, ¿de qué estamos hablando? Estamos hablando de un alumno que tiene probablemente éxito en materias como Matemáticas, Lengua, Ciencias Naturales, Ciencias Sociales, puede ser muy torpe en Educación Física o en Música… ¿qué importa? Parece que eso se deja de lado, es decir, muy tempranamente todo lo que tiene que ver con el cuerpo lo marginamos e incluso pensamos que perturba. Cuando nos enseñaban lógica en el colegio, nos enseñaban a razonar con letras, con fórmulas, quitando el contenido, porque el contenido perturba, pero es que las personas razonamos sobre el contenido. Tenemos que enseñar a trabajar sin alejarnos de las emociones, porque solamente así ayudaremos a las personas a releerlas, a controlarlas o a regularlas.

      En relación con el error, estamos en una cultura en la que tradicionalmente se ha partido de la idea de que la función de la escuela es transmitir saberes más o menos establecidos. Entonces, ¿cómo va a dudar un alumno de lo que le dice su profesor? Pero si a ese alumno no le enseñamos a dudar de lo que encuentra en internet, le estamos incapacitando para pensar. Tradicionalmente, el conocimiento venía filtrado por una autoridad que lo seleccionaba y el alumno tenía esa seguridad de que lo que el maestro decía estaba validado por una comunidad académica, pero hoy día eso no sucede. Por eso tenemos que acostumbrar al alumno, como futuro ciudadano, a dudar, porque solo eso le va a capacitar para ser autónomo en sus creencias, en sus ideas; porque la información que recibimos a través de internet no es una información inocua, es una información sesgada, a veces de manera intencional y a veces no, pero desde luego muy desordenada. Necesitamos que las personas puedan seleccionar y criticar, y para eso tienen que dudar.

      En segundo lugar, incluso desde la perspectiva de la economía, una sociedad de la economía del conocimiento se sustenta en


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