Equilibrium. Alberto Fernández Rhenz
al sostenimiento familiar, pero también significó que aquel niño perdiese una parte importante de su infancia.
A los 16 años, cansado de remendar redes y sufrir las chanzas y humillaciones de los trabajadores del puerto a cuenta de su aspecto físico débil y enfermizo, aprovechó la primera oportunidad que le brindó el destino y decidió seguir a su hermano mayor, Peter, para huir de su pueblo natal con una sola idea en la mente: iniciar una gran aventura y cambiar el rumbo de su vida.
Al primogénito de la familia le habían ofrecido trabajo en una imprenta de Dublín, en la que ya trabajaba un hermano de su padre, y decidió llevarse con él a Alexander. Este no se lo pensó dos veces. Grodding comprendió entonces que las oportunidades pasaban por delante pocas ocasiones en la vida y aquella era una de ellas, así que siguió a su hermano y decidió sacar un billete de ida sin vuelta en busca de un futuro diferente al que le tenía reservado su Galway natal. Así, sin mirar atrás, y con todo por hacer, partió rumbo a lo desconocido.
No fueron sencillos sus comienzos. Al llegar a Dublín, se alojaron en una vieja pensión en el Temple Bar, uno de los barrios más antiguos de la ciudad. Peter le consiguió a Grodding trabajo como repartidor en la misma imprenta en la que él había comenzado a trabajar. El joven Álex nunca pensó que ese contacto con las rotativas y el olor a tinta pudiesen marcar el destino del resto de su vida.
En Dublín, Grodding retomó los estudios con la ayuda de su hermano Peter, que actuó como un auténtico mecenas. Una vez terminado el bachiller, ambos hicieron un último esfuerzo y consiguieron que el joven Álex se marchase a cursar estudios universitarios de Periodismo a la Universidad de Oxford. Grodding jamás pudo agradecerle lo suficiente a su hermano aquel obsequio.
Una vez licenciado, trasladó su residencia a Londres y en la City empezó a darse a conocer como freelance, se ofreció a diversas emisoras de radio y pequeñas cadenas de televisión local. Era un tipo inquieto y comenzó a hacer pequeños trabajos y colaboraciones en informativos: algún reportaje menor de interés humano y participando como contertulio en la sección política local de diferentes programas radiofónicos y de televisión. Poco a poco se fue haciendo un sitio en el mundo de las ondas y de la imagen hasta que le llegó su gran oportunidad: le ofrecieron presentar un programa informativo de fin de semana en una cadena inglesa de televisión por cable para la que llevaba haciendo trabajos desde hacía más de dos años. Allí se dio a conocer definitivamente. El público lo identificó y se rindió ante su encanto. Alexander resultó ser un tipo atractivo delante del micrófono y su imagen enamoró a la cámara. Con una voz profunda y convincente llegó a explotar sus cualidades periodísticas con maestría.
Su popularidad fue en aumento y ello le abrió camino en su trayectoria profesional. Le dio libertad para tratar en sus programas aquellos asuntos que él consideraba más polémicos y de actualidad, lo que lo convirtió en un producto atractivo para las masas.
Con el tiempo, llegó a dirigir y presentar un magazín informativo diario que se emitía de lunes a viernes. En este programa logró atraer hacía sí a personajes de toda índole, pero todos ellos con un factor en común: eran personas públicas que pretendían servirse del programa de Grodding como altavoz de sus ideas, pensamientos y propuestas, sin entender que era él el único que se aprovechaba de ellos para aumentar su popularidad y el share de la cadena y de su programa.
Se había convertido en un profesional de reconocido prestigio, sabía exprimir la noticia y a su protagonista, tenía un olfato especial para detectar a sus presas y, con el tiempo, aquellos sobre los que reparaba, sentían la presión de saberse escrutados. Cuando atrapaba a una presa, era muy difícil que se le escapase. Después de cazarla, la despedazaba y se regodeaba sobre su carnaza con insana satisfacción. El tiempo había agudizado en él un fino instinto depredador.
Después de diez años llegó su oportunidad. Los propietarios vendían la cadena de televisión New Prime Time TV e iba a ser adjudicada al mejor postor. Grodding meditó la operación; era su momento y les hizo una oferta a los dueños. En sus muchos años como personaje estrella de la cadena había amasado una pequeña fortuna; el resto sabía cómo conseguirlo y se puso manos a la obra.
Aquella pequeña cadena de televisión por cable, que él mismo había situado en un lugar de referencia en el mundo de la información, le sirvió como trampolín para crear en poco menos de veinte años un imperio mediático con implantación en más de treinta países por todo el mundo.
Cada vez que subía un nuevo peldaño en su imparable carrera, le costaba menos esfuerzo dejar de lado sus escrúpulos para poder sacar el mayor rendimiento a sus primicias, no le importaba pasar por encima de quien fuera, la noticia estaba por encima de su protagonista y si debía aplastarlo para exprimir la verdad lo hacía sin el menor dolor de conciencia. Quizá por ello, en sus momentos de soledad, sufría de mala conciencia y se sentía perseguido por los fantasmas de aquellos a los que había destrozado durante sus años de carrera profesional. Probablemente por eso Grodding llegó a convertirse en filántropo vocacional, aunque quizá con sus obras de caridad no pretendía limpiar su mala conciencia, sino simplemente intentar adoptar una imagen de decencia; sin embargo, conociendo su carácter histriónico, posiblemente podría llegar a pensarse que lo hiciera atendiendo a razones basadas en puro cinismo.
Se convirtió en un personaje influyente. A fin de cuentas, la información era poder y él era información en estado puro. Sus opiniones y, fundamentalmente, sus vaticinios eran escuchados con gran atención en cualquier foro, pero a su vez también muy respetados. Muchas veces la gente lo hacía con la única finalidad de evitar ser salpicado por el sarcasmo de la siempre mordaz crítica televisiva y radiofónica de sus cadenas y emisoras. Su grupo de empresas lo mismo encumbraba dioses como hundía a cualquiera en los infiernos.
Aquel periodista prometedor se había transformado en un sujeto frío y calculador. Su ausencia de sentimientos y empatía causaban escalofríos entre cualquiera que lo hubiese conocido tiempo atrás. Su carácter abrupto, extravagante y carente de moral le ayudaba a entender cómo comportamientos y situaciones normales, las que para cualquier otro mortal hubieran resultado rechazables.
Ya no quedaba nada de aquel muchacho que salió de Galway con dieciséis años. Grodding había protagonizado un proceso de deshumanización que había endurecido su carácter y le había hecho renegar de su propio origen. Hasta tal punto olvidó quién fue, que ni tan siquiera hizo el menor esfuerzo por estar presente en el funeral de su hermano Peter, que murió de cáncer después de luchar diez años contra aquella enfermedad. Tampoco acudió a reconfortar a su cuñada ni a ofrecerle su apoyo por la pérdida de su esposo de aquella forma tan cruel, y lo peor de todo ni tan siquiera se dignó a dedicar palabra alguna de consuelo a sus dos sobrinos, ni a preocuparse por sus necesidades. Su mundo ahora era él, no pedía nada a nadie y no esperaba que nadie le pidiese nada a él. Sin embargo, aquella forma de entender la vida estaba a punto de cambiar.
PROYECTO TIERRA
El último desafío que había despertado el apetito de Alexander Grodding comenzó a tomar cuerpo en el año 2017. Tenía por objeto la promoción y financiación de un proyecto de investigación científica, cuya finalidad era estudiar el estado de los recursos naturales del planeta y su relación con el problema de sobreexplotación que había creado el hombre, así como analizar con rigor la relación existente entre la actividad solar y el aumento de la actividad sísmica en determinadas partes del planeta en pocos meses, así como comprobar la veracidad de la información que aseguraba que el agotamiento de los recursos naturales del planeta era una realidad. Se había reconocido como un hecho constatado que en los últimos doce meses la actividad sísmica había experimentado un aumento anormal, y aquel trabajo pretendía dar luz a las posibles causas de ese cambio.
Un mes antes de iniciar aquel proyecto, había recibido en su mansión de Londres la visita de Louis Van Horn, un ejecutivo holandés, directivo de una importante empresa multinacional que ya había prestado sus servicios a Grodding en otras ocasiones. Aquel sujeto llevaba en su mano una gran exclusiva mundial: su representada se había hecho con parte de un Informe Confidencial del Departamento de Estado de los Estados Unidos, que, señalando fuentes científicas solventes, anunciaba la insostenibilidad de la sociedad