Las FARC. Fernando López Trujillo
la economía comunitaria al feudalismo más atroz.
Por Provisión del 30 de octubre de 1503, se repartían del siguiente modo la población indígena entre los españoles:
“A los oficiales y alcaides de provisión real, darles cien indios; al caballero que llevaba su mujer, ochenta; al escudero con mujer, sesenta; al labrador casado, treinta..."
Por supuesto que las instrucciones prevenían sobre un previsible abuso:
“Aquellos a quien se dieren, no los han de gozar por vida, sino por dos años, o tres no más, e pasando aquello para otros, e ansí unos tras otros; e ansí les heis de señalar como por naborías e non como esclavos."
El término naboría proviene de los taínos que habitaban Cuba y las islas del Caribe, donde los españoles identificaron con ese nombre a un grupo de nativos que oficiaban de sirvientes del cacique. Luego, extendieron el uso de ese término a toda América. En verdad, el vocablo se asimila a la concepción europea del siervo medieval, puesto que los aborígenes eran vasallos de la Corona Real de Castilla.
La organización del despojo
No obstante la previsión oficial, las autoridades locales harán prevalecer la concepción de que para algunos pueblos la libertad puede ser dañina, y en consecuencia convienen establecer sobre ellos un gobierno despótico y de esclavitud. Se establecerá entonces que “es lícita la servidumbre de aquellos a quienes perjudica la libertad".
La libertad que les fue vedada a los naturales tenía como contrapartida el acaparamiento de sus heredades, de donde los indígenas vinieron a ser esclavizados en sus propias tierras ancestrales.
Desde la primera época de la colonización, los encomenderos, curas y colegios de misioneros se afanaron en apoderarse de las tierras de los indios. Muy pronto, el gobierno español intentó limitar esta corriente de desposesión y aseguró a las comunidades indígenas “resguardos de tierras"; como afirma Montaña Cuéllar:
“La dramática lucha por defender sus resguardos constituye el hecho que agita convulsivamente la vida de los pueblos y reducciones [...] En la desintegración de los resguardos se encuentra el origen de los primeros latifundios que alcanzaron pleno desarrollo, como consecuencia de las leyes de desamortización después de la independencia."
Aunque la ley siguió nominalmente defendiendo esos resguardos, la avidez de los españoles por la tierra de los naturales no habría de detenerse, y contó incluso con la complicidad de los corregidores y otras autoridades coloniales.
Pero la brutal explotación indígena deterioró de tal manera la fuerza de trabajo que forzó a los europeos a reemplazarla con el trabajo esclavo africano. Ya el ilustre fraile Bartolomé de las Casas, reputado defensor de las masas indígenas, preocupado por la escasez de mano de obra para la extracción de oro y plata, había propuesto a principios del siglo XVI:
“Salvemos de la ruina a las razas indígenas, y para hacer frente a las exigencias de la colonización, de la explotación minera sobre todo, importemos una raza para el trabajo de los climas tropicales; importemos negros africanos, en calidad de esclavos."
El consejo sería convenientemente recogido por las autoridades locales, que rápidamente y con entusiasmo se dedicaron a la importación de millares de seres humanos, que abarrotarían desde entonces las bodegas de los barcos negreros.
La división en castas, instituida por los colonizadores, tuvo como consecuencia fundamental la imposibilidad de integración social de las nuevas sociedades de Latinoamérica. Quienes dirigieron y consumaron la independencia configuran sólo un sector insular minoritario de las sociedades latinoamericanas, apenas una élite criolla que enfrentó a otra élite española en una mar de masas y castas subordinadas y rencorosas.
Era natural entonces que las luchas de independencia apenas involucraran a los indígenas y descendientes de africanos. Cuando su participación no fue forzada por los criollos rebeldes, españoles nacidos en América, se dio muchas veces voluntariamente, pero contra éstos, ya que los indígenas los visualizaban como sus verdugos directos. Aunque esta lucha apareciera como de emancipación nacional, fue más bien un proceso de guerra civil entre distintas agrupaciones comerciales, indistintamente representadas por criollos o peninsulares. En otras palabras, la independencia de España no liberó a los indios de su servidumbre ni a los esclavos de su esclavitud. Estos últimos recién obtendrían su manumisión limitada en 1850, por decreto del gobierno del general José Hilario López.
Las repúblicas latinoamericanas resultantes, y Colombia no es una excepción, llevan impresas en sus primeras estructuras las contradicciones de sus “padres libertarios"; fundaron en la “soberanía popular" sus constituciones, aunque conservaron la servidumbre indígena, la esclavitud negra, la sujeción a los dogmas católicos y el descanso de sus nuevas instituciones liberales sobre la plácida base de las relaciones feudales.
Entre 1821 y 1826 no hay en Colombia sino liberales y algunos que se sentían jacobinos por su posición más radical. Pero estos mismos próceres y caudillos fueron premiados con grandes haciendas, y se convirtieron en terratenientes mediante el despojo indígena y su explotación en las minas y labranzas.
Injerencia británica
Estas “contradicciones" de los libertadores -que según una óptica menos ingenua resultan escasamente contradictorias- se extienden a la persona del más destacado de sus líderes libertadores, el general Simón Bolívar. Una conspiración contra su gobierno vitalicio en septiembre de 1829 lo llevó al dictado de una abundante legislación represiva. En este marco se dio la circular del 20 de octubre de aquel año, donde se dice:
“Los escandalosos sucesos ocurridos en esta capital, a consecuencia de la conspiración que estalló el 25 de septiembre último, y la parte que tuvieron en ellos algunos jóvenes estudiantes de la Universidad han persuadido al Libertador Presidente, que sin duda el plan de estudios tiene defectos esenciales. Su Excelencia [...] ha creído hallar el origen del mal en las ciencias políticas que se han enseñado a los estudiantes. El mal también ha crecido por los autores que se escogen para el estudio de los principios de legislación, como Bentham y otros que, al lado de máximas luminosas, contienen muchas opuestas a la religión..."
Esta república de terratenientes requirió para ser fundada del concurso de las nacientes economías capitalistas, deseosas de abrir nuevos mercados para sus manufacturas y sus préstamos financieros. Desde un principio, los banqueros ingleses fueron activos en la financiación de las operaciones de compra de armas por parte de los patriotas americanos a sus connacionales británicos, que de hecho participaban solidariamente en los campos de batalla de la Gran Colombia, y en diversas empresas menos publicitadas en otros lugares del Caribe.
Como consecuencia de las necesidades de guerra para 1822, estas repúblicas contrataron en Londres un nuevo empréstito de dos millones de libras esterlinas para cancelar intereses vencidos de una deuda anterior por la misma cantidad. Un año después, el general Santander, en uso de las facultades presidenciales por ausencia de su titular Simón Bolívar, que se encontraba peleando las batallas decisivas de la independencia de América del Sur, contraía un nuevo empréstito en la capital británica por cinco millones de libras, destinadas a equipar el ejército que vencería definitivamente en Ayacucho.
Para 1834, los intereses seguían creciendo. Dividida la Gran Colombia en tres repúblicas con el nacimiento de Ecuador y Venezuela, a la remanente Nueva Granada le correspondió una deuda de 4'903,150 libras esterlinas. La fecha marca también el nacimiento de la deuda externa colombiana y su dependencia de Gran Bretaña primero, y de los Estados Unidos después.
En 1872, cuando gobernaba el país el doctor Murillo Toro, éste declaró que Colombia no podría honrar su deuda, puesto que ella representaba 33% de todos los ingresos fiscales. Los bonos, expresión de esa deuda, se cotizaban en el mercado inglés, aunque sus tenedores y beneficiarios eran en buena parte, si no mayoritariamente, miembros de las clases pudientes colombianas, que reaccionaron indignadas frente al default de su gobierno.
La nueva explotación agraria
La fecha de 1851 marca el fin de la esclavitud en Colombia,