El Afilador Vol. 5. Julián García
África o Asia. En otras palabras, las reglas que había inventado la UCI eran las peores del mundo para una plantilla como la de Euskaltel-Euskadi, que solo había sumado ocho victorias en 2012 y que centraba su interés en la disputa de las generales de las grandes carreras en Europa, es decir, justo donde menos puntos podían ser sumados.
Estos son los hechos de un tiempo convulso. A partir de ahí, comienza la ensoñación. Los recuerdos son difusos por el tiempo pasado y uno no acierta a saber qué es fruto de la imaginación y qué fue lo realmente sucedido desde aquel otoño de 2012. De todos modos, digamos que toda esta historia comenzó con un viaje relámpago a Marrakech y asumamos que para entender bien esta historia hay que dar como válida la frase acuñada en la serie televisiva Narcos: la mentira es muy necesaria cuando la verdad no puede ser creída.
La Federación de Marruecos fue la artífice del fichaje de Tarik Chaoufi por Euskaltel-Euskadi. Ellos ayudaron en todas las gestiones desde el mismo aeropuerto de Marrakech. Reservaron el hotel para el visitante europeo, llamaron al ciclista para convencerle de la necesidad de viajar a Europa para mejorar su rendimiento, coordinaron con el equipo en el que militaba Tarik para gestionar que se pudiera ir fuera… por lo que nada puede ni debe ser reprochado a unos señores que veían en ese fichaje una gran noticia para el ciclismo del país: por fin un corredor de Marruecos iba a formar parte del calendario World Tour. Pero una cosa es la voluntad… y otra bien distinta es el resultado. Lo mismo puede decirse de Euskaltel-Euskadi: necesitaba al ciclista por sus puntos, efectivamente, pero había interés por intentar sacar el máximo partido posible a sus cualidades. Pero, desde el mismo segundo en que comenzó la operación Chaoufi, se pudo apreciar que el choque cultural iba a ser demasiado grande para el reto.
Los propios federativos explicaron al visitante europeo que el club del chico quería una comisión por el fichaje. Aquella preparación para la primera reunión fue impactante. Todo ocurrió en una preciosa tetería a las puertas de la sede de la Federación de Marruecos. El visitante explicó que no tenía poderes para ofrecer nada que no fuera un sueldo al ciclista. Pero en la federación no estaban muy interesados en escuchar esa explicación. Solo querían definir bien la estrategia negociadora de Euskaltel-Euskadi frente al club: debíamos ser inflexibles. Ni una sola cesión. Nada de dinero. Nada de nada. Incluso admitir la posibilidad de que se podía negociar era empezar a perder.
Así que la Federación de Marruecos fue la que organizó la reunión entre el visitante y el club de Tarik. Diez minutos de formalidades y una hora de charla y regateo exhaustivo y desesperante. Se empezó hablando de dinero y se acabó hablando de material, como bicis o cascos. Para volver a hablar de dinero y recuperar la opción de recibir material. Y así en un bucle infinito que amenazaba con alargarse durante 40 días y 40 noches. La inflexibilidad del visitante fue total. Había voluntad por fichar a Chaoufi. Nada más. Y no se entendía por qué había que pagar a un club que no era propietario de sus derechos para la siguiente temporada. Acabada la reunión, los federativos de Marruecos mostraron su felicidad por la inflexibilidad mostrada por el visitante. Así se negociaba. El primer paso para la contratación de Tarik Chaoufi por Euskaltel-Euskadi había sido dado. Y era muy firme.
—¡Bravo, bravo! Este señor quería aprovecharse de Tarik.
Lo curioso llegó justo en ese momento. Un segundo después de dar por cerrado el capítulo con el club, era la propia federación la que pedía una compensación para que el fichaje pudiese ser confirmado. Tal cual. Aquello parecía sacado de una de esas bromas con cámara oculta que tanto abundaron durante un período de tiempo en las televisiones de medio mundo. Pero lo peor es que no había cámara ni bromas. Tampoco ganas de reír. Aquello resultaba surrealista. El mundo se repetía: mismos diálogos sobre dinero y sobre material, mismas peticiones reiterativas y mismas respuestas de negación. El visitante, agotado de repetir la palabra no como si no hubiera un mañana, ya no es capaz de mostrarse tan inflexible y opta por la táctica política: prometer sin concretar, al menos, hasta intentar firmar.
Al final, la cuestión se remite a otra hora de negociaciones, interrumpida por una agradable comida y más regateos vespertinos, pero en esta ocasión con toda la cúpula del ciclismo de Marruecos. Y lo que es peor… todo ello sin ver ni un segundo a Tarik Chaoufi. A esas alturas, el visitante solo tiene una pregunta en su cabeza: ¿dónde está el corredor? Incluso llega a plantearse si el ciclista va a acudir a la cita, puesto que cada vez que preguntaba por él, la única respuesta era que eso ya se vería más tarde. Al final, el visitante, aunque duro de mollera, empezó a entender que el más importante de la operación desde un punto de vista europeo, es decir, el ciclista, es el menos importante desde el punto de vista marroquí. Tampoco el visitante es hábil para tejer puentes entre las dos culturas. Hay que reconocerlo y dejarlo por escrito.
Ya por la tarde, Tarik Chaoufi hizo acto de presencia. Y la sorpresa es que no hablaba castellano (en algunas zonas del norte del país es bastante frecuente) ni tampoco hablaba francés, la lengua del comercio y de la educación superior en Marruecos. Eso era un freno incuestionable para cualquier fichaje. Pero los puntos del corredor eran necesarios, sobre todo, cuando el resto de equipos estaban metiendo presión con fichajes igualmente surrealistas. Esos puntos pasaban a ser imprescindibles, por lo que Tarik acabó firmado por Euskaltel-Euskadi. La historia del primer ciclista de Marruecos en correr en el World Tour parecía haber acabado.
Sin embargo, el choque cultural no había hecho más que empezar. En su integración en el equipo vasco, el primer detalle fue el más significativo de que aquella relación no podía funcionar. Tarik Chaoufi se presentó en Bilbao con una maleta bien pequeña y con una caja bien grande debajo del brazo. Para todos los miembros del equipo, aquello era un misterio: ¿qué llevaría dentro de la caja? Nadie se atrevía a preguntarlo. Algunos incluso hicieron apuestas. Pero todos perdieron cuando se desveló la realidad. En la maleta venía la ropa con la que vestirse, pero en la caja traía lo más importante del mundo: todas las pastas que su familia y, especialmente, su madre le habían podido preparar por si su pequeño pasaba hambre en la concentración del equipo. A esas alturas de la vida, el bueno de Tarik no tenía claro si el equipo le iba a pagar la comida o no. Evidentemente, Euskaltel-Euskadi le iba a pagar un sueldo como ciclista World Tour que era y también había buscado un alojamiento y comida para él. Pero Tarik dejó su casa de Marruecos con una caja de pastas debajo del brazo… por si acaso. Venir a Europa era para él venir a una aventura con lo desconocido. Lo dicho, aquello no podía funcionar.
Y lo peor del caso es que el corredor no venía con malos resultados. Ni mucho menos. Tarik Chaoufi cumplía 26 años en 2012 y se presentaba en Euskaltel-Euskadi como campeón nacional de fondo en carretera de Marruecos. Pero además había mostrado buen nivel en el Tour de Eslovaquia o en la Neuseen Classics de Alemania, sus dos únicas participaciones en el calendario europeo un año antes de firmar por el conjunto vasco.
Todo ello sin olvidar su dominio en África, donde se había coronado como el mejor ciclista del continente. Por ejemplo, en casa había ganado el Trophée Princier, la Challenge Khouribga, el GP Sakia El Hamra y una etapa del Tour de Marruecos. Y en Gabón se había anotado un triunfo parcial ante Thomas Voeckler y Anthony Charteau en el Tropicale Amissa Bongo, competición en la que había conjuntos europeos de primer nivel.
Sin embargo, en Euskaltel-Euskadi no demostró la calidad de sus años anteriores. No se adaptó y, en muchos sentidos, se sentía como un pingüino en el Sahara: observado por todos y fuera de su ámbito natural. Uno de los directores de aquella época en Euskaltel-Euskadi nos comenta: «Fue un caso claro de falta de adaptación. Y el problema principal era el idioma. Cualquier detalle pequeño que queríamos explicar se convertía en un drama».
El mejor ejemplo ocurrió en la Clásica de Almería. Juanjo Lobato había sido cuarto y los auxiliares del equipo andaban atareados. Al final, Chaoufi entró a cinco minutos del grupo cabecero y no vio a ninguno de los auxiliares ni los auxiliares le vieron a él. Pero el autobús de Euskaltel-Euskadi estaba allí. El corredor no se acercó nunca hasta él. Y los directores tuvieron que coger uno de los coches y comenzar una larga búsqueda del corredor. Del mismo modo, Tarik estaba solo y perdido en las calles de Almería buscando el autobús. Una hora después, Tarik y el coche del equipo coincidieron en una calle y la búsqueda pudo acabar con final feliz, el corredor en el coche y camino del hotel.
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