El infame. Enzo Romero

El infame - Enzo Romero


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por Dios!, los otros pararon en el acto pero el Pelúo como si lloviera y métale con repetir el coro; ¡alto, hombre, es una orden!, y Aldo lo miraba con cara de incomprensión y, como si estuviera poseso, continuaba con su función, los gritos del hermano Fernando se hicieron cada vez más potentes y los presentes se comenzaron a dar cuenta del problema, en un instante la iglesia fue acallada y solo se escuchó canto, guitarra y las increpaciones del rector; ¡detente, carajo, con un demonio!, alcanzó a escuchar el Cura Cordero que se había entretenido consolando a Daniela y a cuánta mujer bonita y emocionada se le atravesara en el camino, el Enfermo soltó a Marisol que ya no lloraba y hace rato había pasado la lengua para que se la reconfortaran, entonces pareció que todos los presentes gozaron de la experiencia de la eternidad, eso que para algunos es cuando el tiempo se detiene y para otros simplemente desaparece y volvemos a lo informe y a la nada, porque el Pelúo finalmente se detuvo y le clavó al hermano Fernando, con sus ojitos de niño travieso que le daban vueltas y vueltas, una mirada definitivamente fatua, con la cara verde agua y sudado hasta los calzoncillos intentó ponerse de pie e irse para su casa, que era lo que había querido hacer desde un comienzo, pero la mala suerte es la mala suerte, y no bien amagó incorporarse cuando devolvió todo lo comido y lo bebido, y hasta quizás también algunas cosas muy personales que solo le interesaban a él y a su gastroenterólogo, sobre la ropa del hermano Fernando que siempre llevaba la misma, a lo mejor eso explica el enojo del hermano y el uppercut al mentón que le dirigió en el acto al desventurado Pelúo, seguido de un cortito recto al estómago y una patada en las huevas, seguramente para quitarle al músico en cuestión cualquier deseo relativo al sexo, que era lo único que le faltaba después de las drogas y el rock and roll.

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      La idea de Teófilo era transformar al Instituto O’Higgins en uno de los mejores del país; contaban con una infraestructura de lujo para la época, una biblioteca mejor que la municipal y que cualquiera de la región, un gimnasio con piso de madera y un marcador gigante, y su estadio en las afueras, camino a Machalí: una joya, superior al de Santiago; algunos de sus exalumnos llegarían a ser diputados y hasta senadores de la República; casi siempre los hijos de los agricultores y latifundistas se dedicaban al campo, los de los ejecutivos de Codelco se convertían en ingenieros civiles o en minas para volver al Teniente, por esos años ya en manos del Estado chileno, los menos aventajados del coco tenían un porvenir asegurado en alguna rama de la oficialidad militar, solo faltaba convertir al colegio en una institución rentable para dar el salto final y pelear palmo a palmo con los jesuitas de Chillán y los del Verbo Divino en Temuco, y de paso disputarle la supremacía al Alonso de Ercilla de Santiago. Lo primero que había que hacer era implementar algunos ajustes en los sueldos, tal como en Quillota, pero no tanto, los profesores de acá contaban con el respaldo irrestricto de la Congregación. Rancagua era entonces una ciudad grande, capital de la zona y había que andarse con pies de plomo, el rector era el hermano Jesús, hombre afable pero algo corto de ideas nuevas, el colegio era prácticamente dominado por un grupo de profesores muy antiguos que manejaban al dedillo la pedagogía militar, espartana, mucho conductismo y creación de hábitos, forjar el temple para soportar el dolor y algo de darwinismo más intuitivo que académico, creían firmemente en los planteamientos de Encina con respecto a lo defectuoso de la raza chilena, la que había que enderezar a palos si era necesario, despreciaban olímpicamente la educación pública a la que consideraban de segunda categoría —pese a que la mayoría había salido de aquella—, lo que quedaba demostrado en la facilidad con que sus alumnos, robustos y bien alimentados, derrotaban en cualquier deporte a sus coterráneos flaquitos y de un metro sesenta como promedio. El Chico Cruz era el profesor de matemáticas y se encargaba de decidir personalmente cuáles serían los alumnos expulsados antes de Tercero Medio por no cumplir con el perfil del colegio, y si en ese mismo momento el hermano Fernando sorprendía a todos como el nuevo y joven rector del Alonso de Ercilla, explicando a su cuerpo docente que lo más importante era que los muchachos fueran felices al interior del colegio, y que los profesores eran los responsables por el aprendizaje de cada uno de ellos, en Rancagua las cosas marchaban en una dirección diametralmente opuesta; el hecho de que la ciudad fuera mucho más grande que Quillota, y la ideología imperante en el colegio, hicieron que este le pareciera al hermano Teófilo el terreno óptimo para desarrollar sus proyectos y avanzar en sus ambiciones.

      Con todo respeto, hermano Teófilo, no nos parece oportuno plantear una rebaja en el salario de la plana docente, recuerde que este es un grupo probado y con resultados a nivel nacional, ¿dónde vamos a encontrar en Rancagua profesores dispuestos a trabajar por nuestro exigente proyecto si les rebajamos el sueldo?, recuerde que se ha abierto ese Colegio Inglés, varios de nuestros colegas ya han sido tentados desde allá, y se han quedado por el amor al trabajo que acá realizan; este es un proyecto que trasciende lo meramente económico, señor Gómez, comprendo que habla en nombre de un grupo muy respetable, pero creo que el diálogo es el camino al éxito, y todos sabemos que el éxito es lo único realmente importante en la vida, al fin y al cabo, nadie recuerda a los segundones ni a los fracasados, señor Gómez, nuestra invitación es a embarcarnos en una empresa que convierta a este colegio en el más importante de la Congregación y de cualquier congregación religiosa al interior de Chile, hay que dejar de lado, por un momento, nuestras legítimas aspiraciones personales y pensar en esto, respondió el hermano Teófilo; de acuerdo, hermano, pensaremos en sus propuestas y las plantearemos ante la asamblea.

      No tuvo que leer ningún manual de marxismo para darse cuenta de que enfrentarse al poderoso sindicato le traería más problemas que beneficios, tampoco se sentía con el poder suficiente para hacer lo que sus sentimientos más profundos le indicaban, a saber: disolver el sindicato, que por esos años en Chile no valían un centavo, y hacer los ajustes que se le vinieran en gana, como lo había hecho en la abúlica Quillota; el hermano Jesús le había dicho en un almuerzo que hiciera lo que quisiera mientras no le diera dolores de cabeza, que esos profesores lo habían hecho bien hasta el momento, pero entendía que para el futuro la Congregación necesitaba fondos, sobre todo para financiar algunos colegios gratuitos que el hermano Fernando se había encargado de presentar como absolutamente imprescindibles ante las altas jerarquías de la Congregación, idea que al hermano Teófilo le parecía absolutamente descabellada, pero que apoyó en su momento con tal de no parecer un tipo conflictivo ni retrógrado con respecto a las resoluciones del Concilio Vaticano Segundo, concilio que los maristas acataron con recelo y que entonces ya venía de capa caída con el nombramiento de un Papa polaco, pero que en su momento pareció haber llegado para quedarse y cambiar definitivamente a toda la cristiandad.

      Me parece que es lo mejor para todos, señor Gómez, sabemos quiénes son los profesores que están con el proyecto y los que no; eso es muy cierto, hermano, pero debemos velar por el bienestar en general, entendemos la rebaja de los auxiliares, un colegio no necesita una tropa de gente para barrer los patios, pero ¿no son indispensables los maestros?; los maestros siempre son y serán indispensables, señor Gómez, esto no es un despido, es una jubilación anticipada, se debe ver como una posibilidad, cuando una ventana se cierra puede que se abra una puerta, y hasta un portón, también es justo que las nuevas generaciones de maestros tengan una oportunidad de mostrarnos sus nuevas ideas, así, entre nosotros, los más viejos y cansados pero con experiencia, y los más jóvenes y briosos podremos construir el colegio que queremos, por supuesto que usted y los miembros de la mesa del sindicato no serán tocados e incluso serán promovidos, además del bono del que hablamos, pero es necesario que comprenda que las instituciones son entidades vivas y en perpetuo movimiento, las personas pasan y las instituciones quedan, señor Gómez, recuerde lo que le digo; le prometo que estudiaremos su propuesta y le responderemos a la brevedad, hermano; comprendo que la vida del profesor es difícil, hombre, pero tiene que relajarse un poco, lo noto muy estresado, mejor sírvame otro Jack Daniels y hábleme de su familia, fumémonos un cigarrillo y olvidemos por un rato nuestras posiciones; está bien, hermano; ¡Teófilo, hombre por Dios!, que también debajo de mis votos soy un hombre, sé que tiene mujer e hijos; una niña y un niño, hermano, el menor estudia acá, con un descuento que acordamos con el hermano Jesús, se entiende; ah sí, el de séptimo, muy buen alumno; es el mejor promedio de su clase, hermano, esperamos que estudie medicina; ¡en la Universidad Católica, me imagino!; por supuesto, hermano, no piensa en otra cosa, desde pequeño que Bernardito no hace otra cosa que jugar


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