Un día en la vida. Emmanuel S. Funes
recorrido diario está cargado de un millón de oportunidades y posibilidades, y de la misma forma, lo está de situaciones que enlentecen nuestro movimiento armónico con el resto del entorno.
A pesar de lo que se pueda decir sobre la consciencia y otros estados de conocimiento y plenitud, nunca debemos olvidar que, al final del camino, seguimos siendo influenciados por nuestra naturaleza humana, buscando el desarrollo en lo inmediato, enfocados en lo perecedero y material, lo que nos lleva a lidiar con una infinidad de situaciones sin real valor de forma constante, que lleva a la gran mayoría al borde del colapso y sucumbe ante la presión de la sociedad, la familia, el entorno, el futuro, el pasado, el presente, etcétera.
El empuje diario para seguir adelante tiene que salir de nosotros. Las ganas de poner un pie frente al otro y vencer a la adversidad tienen que venir desde la decisión propia de querer avanzar. Si nos encontramos sumidos en nuestros propios cuestionamientos y pesares, nunca lograremos salir del pantano en que muchas veces estamos o sentimos. Mirar el lado positivo siempre es una solución; no es la más fácil, claro, pero es una de las opciones que hay para que, finalmente, podamos encontrar un poco de tranquilidad ante las situaciones que no nos resultan agradables o drenan un poco más de nuestra energía.
Con estas palabras no persigo entregar consejos fundamentales para el crecimiento, tampoco intento apoyar a las personas que están en un estado de tristeza, ansiedad o letargo. Simplemente, busco el entendimiento mutuo en que todos pasamos por este tipo de momentos. Cada uno ha estado frente a situaciones que le obligan a mirar un poco más adentro de sí y avivar el fuego que le da el coraje y el empuje para seguir adelante. No es fácil, pero está en ti, en mí, en todos. Es la fuerza que plasmas en tus acciones diarias, el interés que pones en el perro que camina a tu lado cuando vas por las calles de la ciudad. Es mirar los arbustos y encontrar belleza, disfrutar de una buena conversación y aprender lo máximo que podamos del otro. Avanzar es una tarea diaria que debemos estar dispuestos a cumplir. Es despertar por las mañanas con el ímpetu de concretar lo que nos disponga la mente, de conquistar nuevos horizontes y aventuras. Ese es el punto de partida para el desarrollo y es nuestra decisión aprovecharlo.
DÍA 22
La muerte ha tenido muchas representaciones históricas a lo largo del tiempo. Siempre como el verdugo que te llevará al más allá, a ese lugar que desconocemos, pero al que todos llegaremos. La muerte es irónica, todo el mundo está deseoso de ver qué hay después de ella, pero para alcanzar su suave abrigo, un precio muy alto debe ser pagado, el que nadie está dispuesto a asumir, que significa el final de la vida como la conocemos, el término de nuestra rutina y los deseos de un capítulo que puede haber sido muy extenso, o muy corto, efímero… La muerte es solo un peldaño más. Marca el inicio de los nuevos rumbos desconocidos del alma, el viaje intergaláctico de la consciencia.
Es difícil afirmar con palabras cuál es el destino posterior a la muerte. Esa incertidumbre, terminado el camino, es lo que alimenta la curiosidad del ser por conocer qué hay después de que nuestro cuerpo físico se apague. ¿Qué se encuentra más allá? ¿Qué hay después de que tus ojos se cierran, tu corazón se apaga y la máquina deja de funcionar? Puede ser el cielo o el infierno, la reencarnación, un viaje infinito por el universo; puede ser oscuro, solo oscuridad. La idea del paraíso se alimenta desde la intención de alcanzar la plenitud. Se toma del sentimiento de poca pertenencia hacia nosotros mismos, donde lo que realmente prima es la obediencia y el actuar en base a esta. Esperar la vida para alcanzar la muerte no es el camino. Ese pensamiento nos lleva a no disfrutar el presente y obedecer las normativas que, en teoría, nos llevarán al más allá (al lado “bueno”), sin considerar que en esta vida tenemos la libertad de la opción, podemos tomar las decisiones que queramos y cuando queramos. No podemos limitarnos por el hecho de morir o de no ser tan buena persona como para merecer “el cielo”. Creo que el momento en que todo se termina debe ser una maravilla sensorial interna que no entendemos aún. Todos llegaremos en su momento y, cuando pase, recuerda este momento y relájate. No te preocupes de tus familiares, ellos entenderán tu partida. No llores porque la vida se termina, el camino recién comienza. No sientas culpa por lo hecho, cuando la única solución es aprender y mirar al futuro, por más desconocido que sea.
DÍA 23
“Sudamérica es poderosa”, pensaba el General Ottomandi mientras miraba las palmeras a su alrededor, dándole una sombra perfecta del sol abrasador que imponente vigilaba ese día. Sentía una brisa perfecta, pero escalofriante. Sabía que el enemigo podía aparecer en cualquier momento. La desventaja territorial era un hecho. No soportaba aquel calor, pero debía ser fuerte. No podía mostrar esbozo alguno de debilidad.
“La pérdida del Noroeste de Sudamérica es imperdonable. No podemos perder contra ellos. Son inferiores”, se decía, mientras fumaba su cigarrillo y esperaba nervioso el desenlace. Confiaba en sus tropas, pero sabía que estaban extraviadas y rodeadas. Tenía fe en su proyecto, su clan, y estaba seguro de que aguantarían hasta el final, como verdaderos héroes.
Gritos en el exterior interrumpieron su introspección momentánea, ¡era hora! Cogió su fusil Van Shaal, modelo 699, el mejor en su clase… Salió por la puerta de punta en blanco. Avanzó con las tropas, los orgullosos miembros del batallón Dersnachen; caminaba con paso seguro y decisivo, atento a cualquier movimiento alrededor. Sonó el primer estruendo. Se detuvo. Necesitaba respirar en medio de la batalla. Distinguía gritos y colores, no estaba seguro. Vino el segundo estruendo. No lograba ver de dónde salían. Apuntó con el 699 directo a la cabeza de uno, se desplomó enseguida. A su lado, la fiera batalla se producía sin cesar, aguerridos soldados, envueltos por vivaces llamaradas que, con su tierno abrazo de calor y muerte, marcaban el paso de aquella danza mortífera. Llamas... Calor... Tercer estruendo. Cayó de bruces... Avanzó con su último aliento, disparando las últimas esperanzas con cada tiro, hasta que todo se apagó y la guerra terminó para él y todo su escuadrón…
DÍA 24
Forjando el hábito se logra todo. La fuerza de voluntad delimita las acciones que hacemos en el día a día. La falta de ímpetu por el hacer termina atrofiándonos en pequeños seres sin vigor ni sentido en el camino a seguir. La limitante somos nosotros. Si decides dar un paso hacia adelante, no debes dudar en hacerlo. Crea los adoquines de tu senda. Forja el futuro de la manera que quieras. No dudes en perseguirte, a ti y tu crecimiento.
La derrota es solo una palabra. Un conjunto de letras con connotación negativa, pero la derrota significa nuevos comienzos, nuevas oportunidades. Significa tener la opción de decidir nuevamente. No te desalientes por la ansiedad y la expectativa. Mira hacia adelante y date cuenta de que el mundo funciona en base a lo que tú deseas y según como te desenvuelvas en él, y no me refiero a filosofía barata, hablo de sentido común. Las oportunidades se presentan ante ti día, tras día, tras día… Momento a momento. La chance de estirar la mano y tomarlas es infinita y siempre a tu alcance. Solo basta con querer.
La vida es más simple de lo que parece. No te dejes llevar por la tendencia y lo soluble. No sigas el camino fácil de la ignorancia y el desconocimiento. Entrena tus capacidades y tu mente. Aprende en cada momento, desafía la comodidad, levanta la frente y avanza. Da, con cada paso, uno más seguro que el anterior.
Supera tus límites, aquí y ahora.
DÍA 25
Nostálgico, me encuentro frente a la ventana. Observo la lluvia caer con lentitud por los aires y deslizarse por todo lo que toca. Recuerdo tiempos anteriores en que me sentía feliz, pero a la vez, vacío. Añorando esa sensación de tranquilidad que solo se obtiene en algunos momentos de la vida, pensando que todo momento pasado fue mejor.
El frío corroe mis huesos, todo es su culpa. El maldito frío que me trae recuerdos del ayer e invita a adentrarme en ese viaje mágico de la memoria. Busco una manta para cubrirme, esperando salir pronto de aquel estado de aturdimiento y letargo autoinducido; comienzo a centrarme en el ahora. La manta surte algo de efecto y logro desconectarme de esos yo anteriores de los que tanto aprendí en algún momento, pero que ahora solo son un estorbo en mi